Emigrante de oposición

«Las niñas ya no quieren ser princesa» y las madres han dejado de insistir a sus hijos para que sean funcionarios en Castilla y León. Está la cosa muy incierta. Como en letargo después del parón estatal y no se convocan plazas de nada en espera de unos presupuestos que empiezan a parecer agua de mayo. Van a programar los gobiernos regionales romerías en primavera para pedir presupuestos y agua y más presupuesto.

«Pero hijo, con lo a gusto que se está de funcionario. Tú haz carrera y después opositas y ya». Como si fuera el ciclo de la vida en España desde Cervantes: nacer, crecer, hacerse funcionario… Y ya la vida y después la muerte.

Para escribir en los periódicos no sólo va a ser necesario talento y vocación. Se va a hacer imprescindible, como dice Quintano, ser rico. O tener otro trabajo del que comer a diario, que es una costumbre poco rentable. «Hay que ser como Hughes», me decía un periodista hace tiempo. Cómo, repliqué yo. «Pues eso, ya sabes, escribe bien, es ‘follador’ y además es funcionario». Y cargó todo el énfasis en este último aspecto como si se tratara de un dogma de fe.

En esta tierra las oposiciones están gafadas, unas por defecto en la convocatoria y otras por no haber sido siquiera convocadas. Y quizá se trate de la nueva campaña de la Junta para fomentar el emprendimiento. Una estrategia de lo más original.

Tengo un amigo que iba para catedrático de instituto con el expediente repleto de matrículas de honor y que habla a los críos de Ángel González y de Lope. Un profesor de esos con el que, si me hubiera tocado a mí, habría leído a tiempo a Quevedo y no tarde y de urgencia.

Ahora en vez de dar clase en Castilla y León, con la falta de oposiciones, las impartirá en cualquier otra región donde se convoquen. Exportamos nada más que lo mejor de lo mejor, incluso el talento.