«En EE.UU. se está reivindicando el modelo universitario de España»
El rector de la Universidad de Salamanca, Ricardo Rivero, defiende que el sistema español con «muchas universidades accesibles a todos» está dejando atrás al de Harvard
Fue proclamado rector de la Universidad más antigua de la Península Ibérica el pasado mes de diciembre y lo primero que se encontró este catedrático de Derecho Administrativo encima de su mesa fue un vasto programa de actividades para celebrar el VIIICentenario de esta prestigiosa institución académica. En menos de un año ha reunido a 600 rectores del mundo, 5.000 exalumnos, sin contar convenios con universidades de Iberoamérica o exposiciones. Ochocientos años permiten a la que fuera Escuela de Salamanca tener una perspectiva clara de lo que es y lo que debe ser la universidad del futuro. ABC habla sobre ello con su rector.
—La Universidad de Salamanca es una de las tres más antiguas de Europa. ¿Por qué los españoles no presumimos de ello?
—Puede ser por desatención. Es importante recuperar la historia de los grandes pensadores. Hay quien parece sólo recordar lo negativo de la Historia de España pese a existir grandes contribuciones al progreso humano. Quizá también la posición no central de Salamanca explica que no se haya puesto tanto énfasis como primera universidad.
—¿Por qué ranking tras ranking ninguna universidad española está entre las cien mejores del mundo, incluida la de Salamanca?
—Estamos haciendo importantes esfuerzos para ello, pero hay rankings que están diseñados para que salgan mejor las universidades de otros países. Competir con criterios que benefician a otros no es fácil.
—¿Por ejemplo?
—Los que minusvaloran la publicación en español. Nosotros defendemos el español y así es muy difícil obtener las posiciones más elevadas en los rankings porque habría que publicar sólo en inglés y dar más clases en inglés y la de Salamanca es la universidad del español. Tampoco se mide el compromiso que tenemos con nuestro entorno. Además, las universidades que están en estas primeras posiciones tienen un presupuesto que puede ser 50 ó 100 veces el nuestro. Podemos competir, pero no vamos a renunciar al español ni a que las clases medias puedan acceder a estudiar, algo que no es posible en algunas de esas universidades.
—Se tiende a denigrar a la juventud, diciendo que la del pasado fue mejor, aunque eso ya lo decía Aristóteles. ¿Cómo son los alumnos actuales?
—Los últimos estudios evidencian progresos positivos. Estamos ante la generación, la de los millennials, más lectora de la humanidad, aunque en formatos distintos. Antes no había una generación tan generalmente lectora como ésta. También se dice que son los más colaborativos de la historia. Tenemos algunos prejuicios sobre los jóvenes que son clásicos, pero parecen ser infundados. Mi experiencia como profesor es que sus capacidades de expresión oral y escrita no han empeorado; su acceso a la información e interés no es menor que en generaciones anteriores, y su disciplina de trabajo ha mejorado.
—¿Debería informar más y mejor la universidad española a los alumnos de las posibilidades de empleo que existen en sus titulaciones como, por ejemplo, las de humanidades?
—Algunas de las características de los nuevos planes de estudio apuntan ya en esa dirección y en la posibilidad de hacer prácticas en empresas. Hay titulaciones humanísticas que tienen una inserción profesional fantástica, como las filologías o estudios en Asia Oriental. Hablar en general de una deficiente inserción laboral de los estudios en humanidades es desatender algunas líneas que son prometedoras. Claro que es necesario combinar estudios de humanidades con capacidades digitales y así están evolucionando muchos estudiantes.
—¿Y no debería ser la información previa a su matriculación?
—Sí, es cierto. Los estudiantes a la hora de elegir sus grados deberían tener toda la información sobre las posibilidades reales de inserción laboral, aunque nadie sabe cuáles van ser los empleos del futuro. Tal vez necesitemos propiciar oportunidades laborales distintas a las convencionales, pero no hemos preparado nuestro mundo de profesiones para esos perfiles. Es verdad que los grados llevan unas etiquetas que son propias del siglo XX y necesitamos grados con competencias más transversales. Las empresas cada vez más piden perfiles distintos a los que ya tienen.
—Existen encuestas empresariales que reflejan ya cierta desconfianza del empresariado con la universidad en favor de la Formación Profesional. ¿Le preocupa?
—Lo que necesitan las empresas es gente que solucione problemas y saber trabajar en equipo. Tenemos que cambiar nuestra forma de educar y estamos evolucionando hacia la innovación educativa, pero no están suficientemente incentivadas. En España se habla mucho de un inverosímil pacto en educación y se habla mucho menos de qué es lo que tendría que hacer realmente la educación. Es importante ponernos de acuerdo, pero habrá que saber en qué. Y eso nos los están diciendo ya desde fuera: dejen de estudiar a los Reyes Godos y pongan a los alumnos a resolver problemas en el aula.
—¿Es compatible universidades fuertes con el florecimiento imparable de privadas y titulaciones idénticas en provincias limítrofes?
—Una sociedad tendrá mejor posición cuantas más personas tenga mejor cualificadas y con un nivel de estudios más alto. Siempre nos ha deslumbrado Harvard en EE.UU., pero ahora muchos expertos están destacando el papel de universidades intermedias, que quieren formar a mucha gente, incluso las que no tienen recursos económicos, en títulos universitarios, por ejemplo Arizona, que tiene una reputación en EE.UU. igual que la de Harvard. Y ése es el sistema universitario español: un montón de universidades, muchas de ellas regulares, permitiendo que, con independencia de los recursos económicos de las familias y de su origen geográfico, tengan acceso a unas condiciones de precio aceptables a los estudios universitarios. Dicho esto, se nos ha ido la mano en aspectos como la redundancia de títulos. No necesitamos menos universidades, sino mayor diversificación en la oferta académica porque la extensión de muchas universidades por todo el territorio garantiza la universalidad del acceso a la Educación Superior y eso en términos de desarrollo económico es positivo. El problema es que en todos los lugares se ofrezca lo mismo. Pero es curioso que en España se ponga en cuestión este sistema cuando en EE.UU. hay una reivindicación de este modelo.
«El caso Cifuentes es puntual. En toda mi experiencia como gestor en la universidad no he sentido nunca ningún condicionamiento político»
—¿El caso Cifuentes ha dejado en evidencia una excesiva dependencia o influencia de la clase política en las universidades públicas?
—Es un caso puntual. En toda mi experiencia como gestor en la universidad no he sentido nunca ningún condicionamiento político. No puedo hablar por otras universidades, pero en la de Salamanca eso no se percibe.
—¿Qué opinión le merece el nuevo ministro de Ciencia y Universidades, Pedro Duque?
—Es un cambio importante. No tengo conocimiento previo de él, pero espero que la inversión en universidades, investigación y innovación se mantenga y crezca los próximos años por el bien de España.
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