La diferencia entre la literatura y la castaña

Una conversación sobre la pugna entre el escritor y el periodista centra el cierre de la primera jornada del Festival Internacional de Literatura de Castilla y León

De izquierda a derecha, Andrés Trapiello, Anna Caballé y Fernando Iwasaki F.HERAS

Clara Nuño

Llueve y es viernes y no van a vacunar a nadie. El Auditorio Miguel Delibes de Valladolid ha aparcado por un día su disfraz de centro de vacunación masiva para volver a convertirse en eso: un auditorio repleto de rostros silentes y enmascarillados. En el escenario tres literatos: Andrés Trapiello, Anna Caballé y Fernando Iwasaki. Van a hablar de las cosas de las que habla la gente que escribe: de literatura y periodismo y de la discordia entre ambos si la hubiera. Que la hay.

Son las nueve de la noche, afuera aún es de día y Trapiello dice que es la primera vez que sale de casa en dos años, que va a dormir fuera de Madrid, ese Madrid que ha retratado en su último libro (Ed. Destino, 2020) . Cuenta cómo la vida le ha hecho transitar entre la literatura y el periodismo y cómo estos se funden para convertirse, muchas veces, en una misma cosa.

El ejemplo de Delibes

El ejemplo que esgrime es el de Delibes, puesto que es su recuerdo el que justifica esta tarde su presencia en el escenario que lleva su nombre. Los protagonistas no son los actores en el proscenio sino las figuras de tres popes de las letras españolas que van a ser analizados: Miguel Delibes, Francismo Umbral y Chaves Nogales.

Delibes, a juicio de Trapiello, era una figura reconocida pero que no llegó a entrar en el canon de su época, ¿por qué? Porque vendía muchos libros y escribía sencillo y aquello levantaba suspicacias y lo colocó entre los desdeñados. Aunque a él, sostiene Trapiello, le era indiferente.

El vallisoletano fue periodista y fue escritor y a ojos de Trapiello nadie puede negarlo: «Se hace mucha literatura en los periódicos y si al cabo de 200 años puedes leerlo es literatura. Si no puedes leerlo porque ha pasado el tiempo, porque ya no se entiende o no resulta interesante, entonces no lo es. O es literatura muy mala», asevera para añadir que, muchas veces, «dilucidar si es literatura o periodismo es imposible. Pero eso me da igual» , se sonríe.

Anna Caballé no está de acuerdo: el periodismo no es literatura, pueden aproximarse pero la diferencia es sustancial, ya que el primero nace en el siglo XV a raíz de la necesidad de estar informado y, a su modo de ver, ahí radica la diferencia entre dos dimensiones que se entrecruzan de manera constante. Afirma que hay que distinguir entre los escritores que escriben en periódicos del periodista que trabaja a pie de obra y que no puede permitirse un estilo. Aunque tampoco lo necesitan.

Caballé, que es una académica con trayectoria periodística, hace gala de la discreción que se le presupone al periodista; no habla de sí misma ni de su obra. Se echa a un lado y solamente habla de él, de Paco Umbral, del análisis de su figura que tiene estudiadísima. Ella es una sombra lúcida detrás de un mito, un mito que jamás fue periodista.

«Umbral quería ser Larra»

«Su primera vocación era la poesía, él quería ser poeta y Delibes fue su amigo y mentor, pero nunca su modelo: él quería ser Larra», explica la estudiosa para añadir que tanto Umbral como Larra se construyeron un personaje y un estilo. «Umbral tiene una confesionalidad que fascina y va construyéndose a sí mismo con el tiempo. Su esencia no es natural, la adquiere. Y su alter ego acaba devorándolo», declara.

El último de los ponentes, el escritor e historiador peruano Fernando Iwasaki, apoya en gran medida la tesis de Trapiello y también cuenta alguna anécdota personal. Recuerda que la primera vez que oyó hablar de Valladolid fue cuando el padre Miguel, profesor en su colegio religioso, les habló de un equipo de fútbol. Ahora, charla en esa ciudad sobre un periodista y escritor olvidado de la historia reciente, aunque afortunadamente en los últimos tiempos se ha puesto de moda debido a la recuperación de su obra: este es Manuel Chaves Nogales.

«Se ha convertido en una suerte de santón de las letras», asegura. «No existe unanimidad para hablar sobre su prestigio, aunque Chaves Nogales cumple todos los requisitos para ser un escritor pero es difícil hablar de él debido a su olvido».

Hijo de periodista, conocedor del oficio desde chico, fue precoz a la hora de escribir y ganar premios y dirigir un periódico (el ‘Ahora'), fue un testimonio incómodo durante la guerra y murió en el exilio aborrecido por unos y otr os. Por eso, quizá, señala Iwasaki, su figura ha tardado varias décadas en salir a la luz de nuevo.

Sin embargo, los tres ponentes están de acuerdo en que Nogales era periodista y era escritor, que su prosa era luminosa en contraposición a la oscuridad de Umbral y que lo daba todo por el reportaje, por plasmar el testimonio de los acontecimientos. Y que parte de lo que hacía era literatura en las páginas del periódico. Como también lo hiciera Ortega y Gasset: buena parte de su mejor obra apareció primero en las páginas de los diarios. ¿No es, por tanto ,la literatura periodismo y viceversa?

Tantas tesis como puntos de vista

Y entonces discuten y vuelven al punto de partida una y otra vez. Ellos que sí, que la literatura y el periodismo pueden ser una misma cosa. Ella que no, que eso es peligroso, que hay diferencias, que se complementan, pero nada más. Que el escritor sólo tiene un compromiso consigo mismo, pero que el reportero lo tiene con «la verdad» de los hechos. La tesis, en definitiva, es que no hay tesis o que hay tantas como puntos de vista. Ni los académicos se ponen de acuerdo.

Dice Trapiello que tal vez tenga que ser el lector el que pasado el tiempo reconozca al verdadero autor, escritor o periodista. Que a veces la historia va a favor de la verdad literaria.Y que, otras, nos comemos «auténticas castañas» durante años. Quizá, al final, el debate de fondo sea ese, ríe Iwasaki: la diferencia entre la literatura y la castaña.

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