Coronavirus

Diario de una periodista confinada (día 18): Pisar el terreno

Me hubiera gustado comprobar de primera mano cómo en seis días se ha levantado el hospital de campaña de la Feria de Muestras de Valladolid

F. HERAS

MONTSE SERRADOR

Ayer me tuve que conformar con ver las fotografías que hizo el redactor gráfico de ABC, Paco Heras , del hospital de campaña instalado en la Feria de Muestras de Valladolid. ¡Cuánta envidia! A los plumillas, la información nos llegó por los cauces habituales, es decir, vía telemática. No es una crítica, entiendo que tiene que ser así. No podemos tomar al asalto el nuevo equipamiento sanitario, que en esta ciudad somos muchos periodistas, pero reconozco que me hubiera gustado pisar el terreno y comprobar de primera mano cómo en seis días se ha podido levantar una infraestructura con 114 casetas en las que se podrán instalar más de 200 camas . Un esfuerzo descomunal para desplegar toda la tecnología y medios necesarios que permita atender en las mejores condiciones a los pacientes derivados desde los centros sanitarios. La Organización Mundial de la Salud ha felicitado al hospital de campaña de Ifema (Madrid) por el trabajo que allí se está desarrollando. Supongo que de éste se podrá decir lo mismo cuando empiece a rodar.

Pero, de momento, sigo anclada en casa y ya no puedo con el whassapp. Echo de menos conversar con los compañeros de redacción, incluso discutir, si es menester (como dice un amigo, al trabajo no venimos a querernos), pero lo de organizar las páginas mediante mensajes y alguna que otra llamada es tan impersonal y carente de emoción… La única ventaja del móvil es que me sirve para ver u oír cómo las madres con niños pequeños de la redacción (espero con ansia que nos den un reconocimiento por nuestra contribución al incremento poblacional) hacen el pino-puente para compatibilizar el teletrabajo con los churumbeles. He visto a Nora-dos añitos- aferrada al cuello de su madre mientras ésta trataba de escribir una página; a Leire (18 meses) reclamando a mamá, a su manera, que cante «Susanita tiene un ratón», y a Miguel (22 meses) dando vueltas a una mesa a una velocidad peligrosa e incontrolable. No, no es nada fácil, al menos hasta la hora de la siesta, escribir y criar.

Yo, sin embargo, esos momentos los superé hace tiempo (y bien que los añoro) y ahora mis desvelos van más en la línea de cómo hacer entender a un adolescente que hay que hacer la cama aunque sea un trabajo no catalogado como servicio esencial en el Decreto del Gobierno. Para colmo, ayer caí en la cuenta que desde el viernes los escolares están de vacaciones. ¡¡Noooooo!! Las mañanas de confinamiento en la habitación dirigidos por el profesor virtual no puede acabar porque lo diga el calendario escolar, que por otra parte, va camino de ser papel mojado. Me debato entre llamar al Ministerio, a la Consejería de Educación o, incluso, sobornar a los docentes para que carguen en la plataforma del colegio actividades evaluables, al menos, hasta pasada la Semana Santa. Y luego Dios dirá.

Y lo qué es peor, tampoco recordaba que hasta yo tengo unos días de ¿descanso?, ¿vacaciones? ¿de pausar el teletrabajo?. Tendré que planificar qué hacer en estos días ya largos de primavera y, se supone, soleados, que invitan a salir y a participar de las muchas celebraciones, todas suspendidas, del mes de las «aguas mil». Pero no, como la cuarentena sigue, a ver si soy capaz de elaborar una rutina y, además, cumplirla. Serás mis deberes.

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