Día 17

Diario de una periodista confinada: A Dios rogando

MONTSE SERRADOR

No es nada fácil decidir cada día cómo enfocar el monotema que copa jornada tras jornada las portadas de diarios escritos y digitales. Desde que la pandemia amenaza nuestras vidas y nos demuestra que nadie está a buen recaudo, dudo delante del portátil de si debo plasmar la realidad en toda su crudeza o aferrarme a esa pequeña cifra que me lleva hacia la luz.

A los medios de comunicación nos han declarado «esenciales» en estos tiempos de tribulación, así que no puedo olvidar que «la verdad os hará libres» y, por lo tanto, que a ella me debo. Pero, en este pequeño texto diario, prefiero quedarme con que son más las personas que se curan que las fallecidas por el coronavirus o que el ritmo de crecimiento de los contagiados parece que empieza a ser menor. Necesito pensar que los esfuerzos, individuales y colectivos, están dando sus frutos y ya queda menos porque «cuando esto pase...». Esa frase que se repite como un mantra y que queda suspendida en el aire esperando una respuesta que diga cuándo será ese cuándo.

«Día a día y partido a partido» , dice la consejera de Sanidad, Verónica Casado , y mira que me sorprenden sus palabras, ella siempre tan prudente y ahora va y se desmarca (más por el centro que por la banda por aquello de que llegó a la consejería de la mano de Ciudadanos) y se apunta a la filosofía del Cholo Simeone , el entrenador del Atlético de Madrid. Semejante confesión no es buena, que ya se sabe que el mundo del fútbol levanta incontrolables pasiones, incluso odios, y esto acabará en pregunta parlamentaria en las Cortes de Castilla y León, si no al tiempo. Con lo fácil que hubiera sido haber recurrido al único equipo de Primera de la Comunidad, el Real Valladolid (no se me nota nada), y, por ejemplo, apelar a su himno allí donde dice «el objetivo es la victoria, con grandes triunfos se hace la historia». Pero para mí que en casa de doña Verónica hay colchoneros o, en su defecto, entre sus más directos colaboradores.

El caso es que, entre unas cosas y otras, nos acercamos peligrosamente a la Semana Santa -ya sólo queda un año- y el «capillita» de la casa (Ángel padre) está que se sube por las paredes y amenaza con montar un «Cristo». De momento, anda diciendo que los Detentes están sustituyendo a los más conocidos escapularios y se están haciendo habituales (Sí, lo reconozco, he tenido que lanzarme a «san google» para no dar muestras de mi supina ignorancia). Así que, entre las explicaciones, con cierto tono de reproche, de uno, y las del otro he sabido que es un pequeño emblema de tela con la leyenda «Detente» cuyo origen se remonta al siglo XVII, aunque hay versiones muy, muy anteriores. Fue impulsado por Santa Margarita María de Alacoque y muy utilizado durante la peste bubónica que se produjo en Marsella del XVIII. Ceñido a la devoción al Sagrado Corazón, su arraigo proviene, por tanto, de Francia.

Le digo (al capillita) que no entiendo esa súbita predilección por lo francés pero, claro, me recuerda mi incursión, hace unos días, en el cine de Louis de Funes (no me voy a quitar de encima al gendarme). Sigo mostrándome reacia y le argumento que bastante parada está ya España como para exhibir algo que dice «Detente» (en el caso que nos ocupa, es la pandemia lo que se quiere detener) pero ambos somos conscientes de que, la del Corazón de Jesús , será, y eso con mucha suerte, la primera procesión de la que podamos disfrutar este año, ya en el mes de junio. Hace tiempo, cuando las procesiones se suspendían por la lluvia, los pequeños de la casa conformaban pasos con lapiceros y estampitas de distintas advocaciones, pero me parece que, ahora, eso es harto imposible, y no porque no conservemos las imágenes. No quiero pensar en las posibles alternativas que nos esperan.

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