DÍA 9
Diario de una periodista confinada: no es ficción
«Estamos en una batalla en la que las bombas han mutado en un temible virus que deja dolor y muerte»
«A mí es que esto de no salir no me va». Ángel Jr, (16 años) justifica así su aburrimiento en un grupo de WhassApp familiar. Luego se viene arriba y anuncia su intención de estar hasta las tres de la madrugada en una discoteca (de nombre tan popular como odiado por los sufridos padres) a la primera oportunidad que tenga de salir. Es verdad, resulta duro que recién estrenados los 16 y con ellos el permiso legal para determinadas salidas, para mi desconsuelo, la fiesta se vea frenada en seco. No hay alternativa.
Lo cierto es que vamos a por el mes de cuarentena y como a todo se acostumbra uno -no se nos olvide que somos animales de costumbres- superaremos el trance con nota. Pero quedarán muchas heridas de guerra, porque es en lo que estamos, en una batalla en la que las bombas han mutado en un temible virus que deja dolor y muerte. La imagen que hoy recogen los periódicos de los pabellones de Ifema sembrados de camas de hospital supera cualquier ficción. No hace mucho, cuando todavía no se sospechaba, ni de lejos, que nos íbamos a encontrar recluidos en nuestras casas, vi una de esas películas dedicadas a las pandemias y las guerras bacteriológicas que, de haberla visto hoy, hubiera pensado que se trataba de un reality show de Telecinco. Es nuestro reality con apellido de tragedia.
Una confesión: me he dado cuenta de que mis temores no son infundados y de que los diarios proliferan como setas en los medios escritos y digitales. Y he comprobado que aún no he deslizado una cita algún reconocido escritor o filósofo y eso está mermando mucho el nivel de este sencillo texto, así que ahí va una, amable lector: “La vida no es fácil para ninguno de nosotros. Pero…¡Qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo” (Marie Curie). Ya está. Ya me quedo más tranquila, aunque me acabe de legar por whatsapp.
Pero volvamos a la realidad, la de nuestras casas, donde van pasando los días mientras tacho los números del calendario. Lo de buscar nuevas rutinas es una buena opción. Este domingo aposté por el extenso y «desconocido» mundo culinario. He de reconocer que la cocina no es una de mis mayores pasiones, a pesar de haberme colado en un grupo gastronómico (Ñamies) donde lo que mejor se me da es bajar la media del equipo, salvo cuando recurro a mi madre para que me cocine un buen bacalao a la vizcaína y me adueño de su labor. Entonces triunfo y, al fin y al cabo, todo queda en familia. Así que ayer me lancé a hacer un arroz con costillas de cerdo. Por variar y porque era lo que tenía más a mano. No lo había hecho nunca y, mientras marido e hijos miraban de soslayo a la cazuela sin dejar de rumiar «¿qué estás haciendo?», “los experimentos con gaseosa", yo me mantuve firmé y seguí arriesgando. Prueba superada, no hubo ovación, pero casi, así que mi siguiente reto va a ser una tortilla con patatas fritas de bolsa que me ha sugerido una “malamadre” para las situaciones de crisis. No entra en el apartado de dieta equilibrada pero así seré fiel a este tiempo de «atocinamiento». Después prometo pasarme a las recetas de #yococinoencasa con saludables productos de la tierra.
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