El Covid pone «piedras» al Camino

Con apenas un 50% de albergues abiertos en Castilla y León, la ruta jacobea ha visto reducir a un tercio sus peregrinos, que a cambio disfrutan de una experiencia aún más íntima

Oliver Kloidt fue uno de los primeros peregrinos en hacer el Camino durante el Estado de Alarma ICAL

H. DÍAZ

Este año es difícil cruzarse con otro peregrino en 20 kilómetros. Tampoco hace falta madrugar para no evitar colas a la llegada al albergue. Se escucha el silencio en cada etapa más que de costumbre y apenas se oye un inteligible pero amable «¡buen camino!» pronunciado por un extranjero. Son pruebas de que el Covid está haciendo mella este verano en la ruta jacobea.

«En 2019 pasaron por la provincia de Palencia alrededor de 44.000 peregrinos. Este julio habrán sido apenas unos mil, y en agosto, en el mejor de los casos, llegaremos a unos 2.000», detalla el presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Palencia, Ángel Luis Barrera, para dar fe del «bajón» de caminantes que ha experimentado esta vía milenaria. En esta provincia estarán abiertos, entre públicos y privados, alrededor de un 50 por ciento de los albergues que jalonan la ruta, porcentaje que se repite en las provincias de Burgos y de León. «Preferimos que haya albergues abiertos cada 25 ó 30 kilómetros a que estén todos disponibles pero vacíos», considera Juan Carlos Pérez, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Astorga. El cierre de fronteras, las recomendaciones de no viajar a España y el miedo a los contagios han reducido al mínimo la presencia de peregrinos extranjeros, que representaban en verano más del 60 por ciento del total -en algunas provincias como Burgos hasta el 80-. «Se ven italianos y algún alemán, pero poco más», apunta Luis Gutiérrez, representante de la misma entidad en León. Así las cosas, llegan a los establecimientos -con una capacidad máxima del 50% en los públicos y del 75 en los privados-, un tercio de los huéspedes que tenían otros años. . «Va a ser un año horribilis, pero es lo que hay», sentencia Jesús Aguirre, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Burgos, que gestiona en la capital el albergue de la Casa de los Cubos, que aún permanece cerrado con la perspectiva de abrir de cara a septiembre. Cree que esta situación también marcará «un antes y un después» en la senda jacobea.

Picaresca

En León no inquieta tanto la caída de peregrinos como cierta picaresca surgida con la reapertura de establecimientos en la «nueva normalidad»: «Algunos han aprovechado para subir sus precios, y eso sí que de verdad nos preocupa porque supone un encarecimiento del Camino», sostiene. Algo en lo que coincide Luis Gutiérrez, que ha visto como empresarios que disponen de albergues y hostales han optado por abrir los segundos porque es donde pueden subir los precios: «Es una pena que estando en el momento que estamos intenten aprovecharse».

El coronavirus obliga a tener una mayor planificación. «La mayoría de los peregrinos se ha hecho un planteamiento previo, opta por pensiones y reserva con antelación», detalla Gutiérrez. No obstante, coinciden en destacar que desde las asociaciones se ha implementado un exhaustivo protocolo para prevenir el contagio del Covid en lugares de encuentro como los puntos de información o los albergues, obligados, entre otras medidas, a tener alfombras desinfectantes, gel hidroalcohólico y mamparas de protección para los hospitaleros, dejar más margen entre las camas, tocar la menor documentación posible y forzar a sus huéspedes a usar un saco propio y guardar sus pertenencias en bolsas.

Jóvenes realizando un tramo del Camino hace unos días, en una imagen de archivo ICAL

Preguntados por la posibilidad de que esta difícil situación empañe el próximo Año Xacobeo, desde León aseguran que trabajarán en los próximos meses para que no sea así. El astorgano Juan Carlos Pérez, matiza, por su parte, que «todo depende de cómo se mida su éxito y las asociaciones jacobeas no lo hacemos sólo por las cifras, que entendemos que son importantes para los negocios que jalonan la ruta, sino por la disponibilidad y accesibilidad que el Camino brinda a todo aquel que quiera hacerlo y por la experiencia vital que proporciona».

La búsqueda de esa experiencia es lo que llevó al fotoperiodista vallisoletano Miguel Ángel Santos a realizar las últimas etapas del Camino a finales de julio. Quería «evadirse» de la dura situación de los últimos meses y reencontrarse con la «naturaleza», un propósito que ha logrado este año quizá de manera más sencilla gracias a la poca afluencia de peregrinos: «Ha habido tramos en los que no encontrabas a nadie en varios kilómetros». Valora su vivencia como «muy positiva» y destaca que se ha sentido «seguro» porque veía que hasta en el pueblo más recóndito y pequeño respetaban las medidas frente al Covid. Si tuviera que exponer una queja sería la que a él mismo le trasladaban los propietarios de los negocios que jalonan la ruta, que creen que no se ha hecho estos meses una promoción de la vía milenaria como requerían las circunstancias.

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