Día 6
Diario de una periodista confinada: días de «palmas»
«Los periodistas nos debatimos cada día entre el dilema de contar la realidad en toda su crudeza, que ya es mucha, o aferrarnos a los mensajes más esperanzadores y, sobre todo, responsables»
Sexto día de confinamiento y aún no he tenido tiempo para el aburrimiento o para dedicarme en cuerpo y alma a aficiones varias. El Cid Campeador («Sidi» , de Pérez-Reverte , espera pacientemente su turno) . Este fin de semana mandaré al ordenador al rincón de pensar (descanso en ABC, salvo causa de fuerza mayor) así que espero dar un giro a estos días de encierro. Bueno es reconocer que para algunas madres, lo del aburrimiento es una quimera, con cuarentena o sin cuarentena. Me lo contaba ayer mi cuñada Lumi: funcionaria, tres hijos ( 5, 8 y 11 años) y con el padre trabajando en servicios esenciales. Total, que entre el teletrabajo, el telecolegio y la presencia real y continua de las criaturas, las jornadas no son precisamente tranquilas.
No lo son para nadie. Tampoco para los periodistas que nos debatimos cada día entre el dilema de contar la realidad en toda su crudeza, que ya es mucha, o mantener cierta distancia y aferrarnos a los mensajes más esperanzadores y, sobre todo, responsables. No, no se trata de no informar o de guardarnos parte de la información, sino de no aumentar el miedo que empieza a envolvernos. Llevamos todavía muy pocos días de reclusión y si ya cunde el desánimo y la sensación de tragedia, la cuarentena va a ser muy difícil de sobrellevar y el horizonte no va a clarear. Esto sólo se puede superar desde la responsabilidad individual de cada uno , en su casa y en su trabajo, evitando dar cancha a los bulos y mensajes apocalípticos que cada día llegan a los grupos de whassap. A la consejera de Sanidad , en la rueda de prensa diaria, ya sólo le falta llorar en su súplica por que los ciudadanos cumplamos con el confinamiento y con las medidas más elementales (lavado de manos), que ya nos deberíamos saber. Pero, sobre todo, en rechazar cualquier información que no llegue por los cauces oficiales. Y eso es cosa de todos.
Ayer, a las ocho, volvimos a salir de la calle para aplaudir, ese gesto espontáneo de agradecimiento a nuestros sanitarios. En Renedo , donde el sonido se expande con más facilidad por los espacios diáfanos, también se oye. Como se oye a las siete de la tarde a un grupo de religiosas de la Residencia Santa Rosa de Lima de la céntrica calle Juan Mambrilla, de Valladolid, entonar sus canciones desde el balcón. La espontaneidad de los primeros dos días también se convertirá en costumbre.
Facebook me acaba de recordar que era yo la que estaba hace cuatro años en un balcón de la calle Platerias . Llegaba entonces la procesión de La Borriquilla, la de «Las Palmas», esa que, como cientos más, este año no saldrán a la calle. A los «capillitas» esto nos resulta muy duro. Voy a bloquear a Facebook, aunque mejor no. Al menos así me llegan vídeos como los de las hermanas de Santa Rosa de Lima y muchas palmas que nos animan a no perder la esperanza.
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