Tribunales

El acusado de matar a Denise Pikka utilizó conocimientos de guerrilla para ocultar el cuerpo

El presunto asesino de la peregrina trasladó sus restos en una sacra negra y en una noche sin luna

El presunto asesino de la peregrina Denise Pikka, entrando en la Audiencia Provincial de León ICAL

ROSA ÁLVAREZ

Permaneció a su lado durante el viaje en helicóptero que realizaron entre Grandas de Salime (Asturias) - donde Miguel Ángel Muñoz Blas fue detenido - y Astorga (León). Trató de calmar su nerviosismo y ansiedad y, una vez en tierra, «como una confidencia», el acusado de asesinar en abril de 2015 a la peregrina estadounidense Denise Pikka Thiem le dijo que «quería colaborar, mostrar dónde estaba el cadáver». Así lo indicó ayer el subinspector del Grupo de Homicidios y Desaparecidos de la Policía Judicial durante su declaración en la tercera sesión del juicio que se celebra hasta el 4 de abril en la Audiencia Provincial de León. Una jornada en la aportó detalles que apuntan, en su opinión, hacia una clara dirección: la culpabilidad de Muñoz Blas en el crimen.

A las preguntas del Ministerio Público y de los letrados de la acusación particular y la defensa, el subinspector señaló que el acusado no sólo guió a los agentes hacia donde se encontraba el cuerpo de Denise en avanzado estado de descomposición, sino que una vez en el lugar, situado a unos 2,5 kilómetros de su vivienda, Muñoz Blas «se mostró aliviado, su rictus se relajó como si se quitase un peso de encima, como si pensara hasta aquí llegamos, se acabó el calvario». Una reacción que este agente, con casi 20 años de servicio en el Grupo de Homicidios y Desaparecidos a su espalda, describió como «muy habitual cuando se comenten este tipo de delitos», sobre todo por parte de personas que «no son asesinos profesionales», aseguró.

«La necesidad de contarlo»

Para el subinspector, el acusado sintió «la necesidad de contarlo», de llevarlos hasta «el punto inequívoco» en el que se encontraba el cadáver, en un paraje recóndito entre las localidades leonesas de Santa Catalina de Somoza y San Martín de Agostedo. Igual que un día después del asesinato realizó una «llamada de descarga» a su expareja, mucho más larga de lo que era habitual entre ellos. Una comunicación que afirmó que es común «cuando alguien ha cometido un acto de extrema gravedad y necesita hablar con alguien de su máxima confianza para seguir sintiéndose un ser humano».

Muñoz Blas -sobre el que pesaban quejas previas por parte de vecinos y de otras peregrinas- pasó a ser investigado como primer sospechoso por el crimen y, según señalaron los agentes llamados a declarar ayer en el juicio, les confesó que tras enterrar a Denise, trasladó el cadáver hasta su última localización en una noche sin luna y aprovechando sus conocimientos de guerrilla, ya que mantenía contactos con las guerrillas zapatista y colombiana y había sido activista de movimientos antiglobalización, según confirmaron también los testimonios de su exmujer y su padre. Vestido con ropa oscura y cubierto con un pasamontañas, el acusado metió el cuerpo en una saca negra y alternó el arrastre del mismo con momentos en los que lo pujaba.

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