Manuel Moreno

Paco Torres ha muerto: «Primero vivir, después filosofar»

El actor, músico y escritor de Los Navalmorales fallece a los 67 años por coronavirus

Paco Torres, en su papel de Añasco, el de Talavera

Me tiemblan las manos al teclear que Paco Torres ha muerto. El despreciable coronavirus se lo ha llevado. Ingresó el 11 de marzo en el hospital Fundación Jiménez Díaz de Madrid y de allí ya no salió. Su mujer, Ana, y su hijo, Adrián, solo lo vieron una vez más, al día siguiente, ya entubado, entre los cristales de la UCI, donde este señor de las tablas luchó como un jabato por aferrarse a la vida. Pero la pandemia, esa que muchos gilipollas irresponsables se la toman a cachondeo , se lo llevó para siempre. Tenía 67 años y su familia no pudo despedirse con un beso.

El cadáver está en una cámara frigorífica. A su esposa le dijeron que podrían enterrarlo, pero solo con la presencia de dos familiares. Sí, dos familiares. Por eso el próximo jueves será incinerado. Pero Ana y Adrián tampoco podrán despedirse con un beso. Ella recogerá luego las cenizas de su Paco en el tanatorio de San Isidro, aunque no sabe la fecha. Este actor, músico y escritor inquieto no se merecía esta despedida tan inhumana, pero el maldito coronavirus...

No sé por dónde empezar para explicar lo que este sujeto de Los Navalmorales (Toledo) ha significado en mi vida. Siempre he presumido de conocer a un tipo vital con una voz que me embelesaba. Me encantaba exhibir con orgullo que, entre mis amistades, tenía a un pícaro que formó parte del extraordinario reparto de «Los santos inocentes» (Mario Camus, 1984); de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y fue el vocalista de la orquesta Piraña, aquella que triunfó en el recordado programa de televisión Gente Joven .

Cuando Ana me ha comunicado su terrible fallecimiento, por mi mente ha pasado un sinfín de recuerdos con Añasco de Talavera , su alter ego en su pequeña compañía Pícaros Ambulantes. He buscado el guion original de «Jácara y enredo para el mesón de la fruta de Toledo», estrenado en el Teatro de Rojas en 2010, que guardo con muchísimo cariño. Lo he releído, he disfrutado con sus apuntes, sus dibujos, y las lágrimas han brotado. A su «plumilla universal», como me llamaba, le ha quebrado la última página, escrita del puño y letra de Paco Torres , en la que muestra su agradecimiento «por lo bien que siempre se porta con este derrapado cómico».

Pero no, no cometeré el gran fallo que tenía este genial intérprete del teatro clásico. No me extenderé, como él hacía, porque no tengo las cualidades que él atesoraba. Ya me gustaría. Concluyo con la frase de Paco Torres que cierra el guion de esa jácara a su aire: «Primum vivere, deinde philosophari» (primero vivir, después filosofar).

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