Corrida del Corpus de Toledo

El milagro de Enrique Ponce

Rinde otra vez a la afición toledana al cortar 4 orejas. El Juli y Lorenzo salen igual por la Puerta Grande

El Juli, Enrique Ponce y Álvaro Lorenzo abandonaron ayer a hombros la plaza de toros de Toledo Luna Revenga

JUAN ANTONIO PÉREZ

Tarde triunfal, que no triunfalista, la vivida ayer en Toledo con motivo de la corrida del Corpus. Enrique Ponce , Julián López El Juli y Álvaro Lorenzo salieron en hombros del coso de Mendigorría después de cortar nueve orejas (cuatro Ponce, dos El Juli y tres Lorenzo) a toros de Garcigrande. Estos permitieron que los toreros se lucieran gracias a su nobleza y calidad en la muleta , aunque su falta de fuerza, de picante, impidió una mayor emoción.

Enrique Ponce está inmerso en su 27º temporada como matador. A lo largo de su carrera, ha dado muerte a más de 4.000 toros y tiene un imponente récord: durante diez temporadas seguidas (1992-2001) toreó más de 100 corridas. Toda una hazaña. Su milagro es que con 44 años sigue como primera figura del toreo. Toledo es una de sus plazas preferidas y él lo demostró ayer pintando dos obras magistrales, premiadas cada una de ellas con dos orejas. «Cada pase ha sido como una escultura de Miguel Ángel» , decía un famoso crítico taurino al salir de la plaza.

La faena de Enrique, basada en la mano diestra, a su primer oponente se asemejó a la que hace una semana le hizo a un toro de El Puerto de San Lorenzo en Las Ventas y con la que Madrid cayó rendida a sus pies. Ya los tres primeros derechazos, tan suaves como la seda, y el de pecho valieron la entrada. Después, con la misma mano se enroscó con el toro, que giró y giró alrededor del mago de Chiva. Un toro dócil, con prontitud y fijeza, pero justo de fuerzas al que Enrique le sacó más pases de los que seguramente hubiese tenido en manos de otro torero. Al final, la bestia, convertida en un juguete en manos de Ponce, murió de una estocada caída y el público le concedió al torero las dos orejas.

El cuarto de la tarde se llamaba «Aguafiestas» y durante gran parte de la lidia pareció que iba a hacer honor a su nombre. Lo recibió Enrique flexionando las rodillas con el capote y luego por chicuelinas. Con la muleta, en la primera tanda hubo un cambio de mano a cámara lenta. Al principio fueron series cortas, de tres o cuatro pases y sin obligar al toro. En esta primera parte de la faena destacaron los inacabables pases de pecho. En la segunda parte, con el toro totalmente sometido, Ponce se recreó y probó a citar a su oponente con el cartucho de pescao en la izquierda. Lo logró al tercer intento. Aunque lo que puso a la plaza en pie fueron las poncinas del final . Tan a gusto estaba toreando Enrique que se pasó de faena y le sonó un aviso sin todavía haberse tirado a matar. No importó: estoconazo y otras dos orejas.

El Juli exhibe un estilo opuesto al de Ponce, pero al igual que el valenciano es un torero de época. Su mayor virtud es, quizás, el poderío, el ordeno y mando de un general del Ejército , que tiene sobre los toros, que acaban agotados en su muleta. En los últimos tiempos ha descuidado un poco la estética para dar aún mayor produndidad a su toreo.

Al segundo de la tarde lo quitó por chicuelinas mezcladas con tafalleras. Lo intentó El Juli, sobre todo, por la derecha ante un animal soso, que no decía nada. Optó por los circulares y el arrimón final, «a ver si así...», pero el toro hacía tiempo que había desconectado de este mundo. La gran estocada, con su característico salto, le valió una oreja.

El quinto le permitió lucirse a la verónica tanto en los lances iniciales como en un quite. Picado El Juli con lo que acababa de ver hacer a Ponce, realizó un vistosísimo quite por zapopinas, muy aplaudido. En la muleta, exprimió al burel como a una naranja: le dió tantos pases, con ambas manos y levantando la pierna contraria para alargar la embestida hasta el infinito y más allá, que el animal acabó rajado y resultó difícil cuadrarle para entrar a matar. Estocada y oreja con petición de la segunda que el presidente no concedió.

Fea voltereta a Lorenzo

Álvaro Lorenzo es la gran esperanza toledana y se podría decir que hasta castellana. Acaba de tomar la alternativa y se presentó como matador ante sus paisanos. Es un torero más en la línea de El Juli que de Ponce.

Con el tercero, dibujó los mejores lances con el capote de toda la tarde: muy quieto, con el mentón en el pecho, gustándose, toreó de maravilla a la verónica. La muleta la puso muy delante (aquí se nota, claro, la influencia de Pablo Lozano) y trató de llevarla hasta muy atrás. Dos tandas de derechazos con temple y una tercera, aún mejor, porque le obligó más al animal. Con la izquierda también logró ligar los pases y, al final, el lógico alarde de valor en un torero tan joven. Se tiró a matar y pinchó, con la mala suerte de que se cayó en la cara del toro , que le levantó tres metros en una fea voltereta. Sin mirarse, se puso en pie y logró una gran estocada que le valió las dos orejas.

El sexto fue el peor del encierro. Brindó Álvaro a su orgulloso abuelo, pero el oponente no valió nada. Se quedaba corto, embestía echando el freno. Le dió muerte de la mejor manera posible, con una gran estocada, y logró otro trofeo.

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