Antonio Illán Illán - El Lazarillo de El Brujo
Éxito total en el Rojas
Rafael Álvarez se vale de un texto del siglo XVI pero cuyas lecciones están perfectamente vigentes y son válidas para describir la sociedad actual
Título: El Lazarillo de Tormes . Autor: Anónimo . Versión: Fernando Fernán Gómez . Dirección e interpretación: Rafael Álvarez El Brujo . Vestuario: Lola La Moda . Diseño iluminación: Gerardo Malla .
El Lazarillo de Tormes que encarna el Brujo sobre el escenario no es propiamente la novela picaresca en su totalidad; ni siquiera es la adaptación canónica que realizara Fernando Fernán Gómez para ser representada; es la puesta en escena de Rafael Álvarez que conoce a la perfección el texto original y el de Fernán Gómez y realiza su función de acuerdo a su manera de entender el teatro, su forma de actuar, su complicidad empática con el público y su utilización del texto como pretexto, para incluir su propio mensaje sobre la vida y la realidad actuales, un poco a la manera de Darío Fo con más humor y menos acidez. Por eso El Brujo no cierra la historia, no se detiene en las anécdotas de los diferentes amos del pícaro y, prácticamente, al menos en la versión última que hemos visto en el Rojas, solo narra/representa los inicios en Salamanca, la mayor parte de su peripecia con el ciego y con el clérigo de Maqueda y unas pinceladas de Lázaro en Toledo con el hidalgo y luego en el oficio de pregonero de vinos. Todo lo demás del espectáculo es cosecha propia del ingenio y del oficio teatral de El Brujo, que sabe muy bien cómo dejar satisfecho al público, por lo general, fiel.
Rafael Álvarez se vale de un texto del siglo XVI pero cuyas lecciones están perfectamente vigentes y son válidas para describir la sociedad actual. El Lazarillo es el retrato de una sociedad en transición que está cambiando unos valores obsoletos por otros más modernos. Representa un mundo cambiante, una nueva forma de vivir que le da mucha vitalidad. La necesidad y la peripecia del hambre son el motor que mueve al Lazarillo y esto es pureza. Así mismo, se plantea de forma irremediable el problema de la realidad frente a la apariencia. Es interesante cuando Lázaro/El Brujo dice: “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!”.
Es extraordinario el espectáculo teatral en todos los momentos que el actor se ciñe al texto literario. Sin embargo, el público se entretiene más y agradece y ríe los excursos que El Brujo realiza cuando quiere sobre una estructura dramática que él predetermina, desplegando todos sus recursos en la obra, incluso convierte al técnico, Oskar , en un personaje de la función.
Con Lázaro de Tormes descubrió el Brujo esta manera de hacer, este estilo, este género y este modo de ser empresa y factótum de las obras que representa. Esta es la obra que le viene como anillo al dedo, por el propio personaje del pícaro, al que encarna a la perfección en fondo y forma, y porque el propio devenir del texto literario y sus connotaciones válidas como referencias de actualidad le dan pie al actor/director para tomarse todas las licencias y libertades que cree convenientes. Se aprecia que El Brujo ama al personaje y lo encarna con convicción porque la propia vida baquetea mucho y frente a lo literario de Lázaro está la experiencia vital de Rafael Álvarez.
Lazarillo aparte, el espectáculo no estaría bien descrito si no citara la satirización que hace del teatro minimalista y conceptual en el que el público debe imaginarse todo, o las parodias constantes a personajes de actualidad como los reyes, el presidente del gobierno en funciones o gentes del mundo de la farándula perfectamente reconocibles.
Hablar de escenografía en esta obra es hacerlo de unos detalles de iluminación cenital y de un círculo de velones sobre el suelo, nada más. El vestuario, el propio para no ser un galán sino un pícaro, pero menos pícaro y desarrapado que en otras ocasiones. Algo de música no en directo enmarca la representación.
La interpretación es la habitual de este contador de historias que cambia de registro con la facilidad que cambia de texto y de contexto.
El teatro de Rojas ha comenzado el año con buen pie, con un exitazo. Si últimamente las compañías vienen a Toledo para una representación y, si hay suerte, dos, El Brujo ha tenido que alargarlo a tres y ha llenado. Enhorabuena al teatro de Rojas por programarlo, al Brujo por su saber hacer y al público por divertirse en unos tiempos que no están precisamente para dar muchas palmas.
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