Jaime Huélamo, el conquense al que obligaron a devolver la medalla de bronce
El ciclista subió al podio en los Juegos de Múnich 1972, pero se quedó sin nada al dar positivo por coramina, una sustancia permitida por la UCI y prohibida por el COI
Venido al mundo a finales de los años 40 en un molino de harina de La Melgosa, Cuenca; emigrante como tantos otros en esa España en blanco y negro que se asentó en San Juan Despí, en la comarca del Bajo Llobregat; y ciclista a la sombra del paisano inabarcable Luis Ocaña, Jaime Huélamo fue ídolo y villano en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, el suceso por el que sería recordado el resto de su vida.
Ahora España lleva más de 300 deportistas a los Juegos y es una potencia en diversas disciplinas, consiguiendo decenas de medallas, pero no siempre ha sido así. En Helsinki 1952, el tirador Ángel León ganó una única presea de plata en pistola de 50 metros. En Melbourne 1956 no se rascó nada. En Roma 1960, el equipo masculino de hockey hierba logró el bronce, y ya. En Tokio 1964 no se registró ningún podio y lo mismo en México 1968.
Los pronósticos para Múnich no eran mucho más halagüeños. En ciclismo sólo podían competir corredores no profesionales y España acudió con una selección formada por José Luis Viejo, José Tena, Carlos Melero y Jaime Huélamo, que entonces tenía 23 años y su mejor resultado había sido la etapa que ganó en el Tour del Pourvenir del año anterior. En la contrarreloj por equipos, de 100 kilómetros, España no fue sinónimo de éxito y acabó duodécima,
Mientras, la prueba individual tuvo que ser aplazada por los famosos atentados. En la madrugada del 4 al 5 de septiembre, un grupo de terroristas palestinos que se hacía llamar ‘Septiembre Negro’ asaltó el apartamento de la villa olímpica en el que se alojaba la delegación israelí sembrando el terror. Los ciclistas españoles dormían muy cerca y no se enteraron de nada hasta la mañana siguiente. Murieron 17 personas : once israelíes (entre los que había deportistas, entrenadores, jueces y árbitros), cinco terroristas y un policía alemán.
Finalmente, la carrera se disputó el 7 de septiembre. Había que dar ocho vueltas a un circuito en Grünwald y alrededores. En total, eran más de 180 kilómetros. Huélamo se metió en la escapada buena, formada por 16 hombres, y cruzó la meta en tercera posición. Ganó el holandés Hennie Kuiper , que llegó en solitario, y el australiano Kevin Sefton se impuso en el esprint a Huélamo. El conquense, el primer deportista de la provincia en unos Juegos, acababa de hacer historia.
Sin embargo, en apenas 24 horas la alegría dio paso a la tristeza al saberse que Huélamo acababa de dar positivo por coramina, una sustancia que facilita la respiración. Hacía muy poco tiempo que las autoridades se habían puesto más o menos serias con el dopaje.
El punto de inflexión fue el 13 de julio de 1967, cuando el inglés Tom Simpson cayó desplomado en las rampas del Mont Ventoux por un cóctel mortal en el que se mezclaron el tremendo esfuerzo, un insoportable calor, unas cuantas anfetaminas y algo de alcohol. En 1968, el Tour de Francia instauró los controles antidoping de forma oficial.
La coramina era una sustancia permitida por la UCI (Unión Ciclista Internacional), pero prohibida por el COI (Comité Olímpico Internacional), «aunque ninguno de los ciclistas lo sabíamos», aseguraría Huélamo en una entrevista años después. Y añadía: «Si había prohibición, ¿por qué no se nos dijo? En Múnich no llevábamos médico, pero sí un director, un masajista, un presidente de federación… gente que debía preocuparse de esas cosas…». Al parecer, la coramina se la facilitó el masajista en un bidón de agua.
«Si había prohibición, ¿por qué no se nos dijo? En Múnich no llevábamos médico, pero sí un director, un masajista...»
El conquense se trajo la medalla de bronce a España y le obligaron a devolverla. Lo que «más daño» le hizo fue una portada del diario Ya, que «se me quedó grabada: ‘La medalla de Huélamo, un metal sin ningún valor’. La medalla dejó entonces de tener valor para mí. Ya solo valía mi sentimiento interno. Yo sabía cómo la había conseguido y todo lo demás me resbalaba».
Huélamo saltó a profesionales y corrió tres temporadas en el equipo Kas, logrando una etapa en la Volta a Cataluña, otra en la Vuelta a Andalucía y un tercer puesto en el campeonato de España de 1975. Se retiró con apenas 27 años, volvió a La Melgosa, se casó, tuvo tres hijos y montó una granja de codornices.
El 19 de enero de 2014, doce días antes de morir de cáncer a los 65 años, el Ayuntamiento de Cuenca le rindió homenaje poniendo su nombre a una plaza.
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