HISTORIA

Treinta años de las explosiones en la Fábrica de Armas de Toledo

El 7 de noviembre de 1986 se produjo el accidente más grave en la que era la principal industria toledana, dejando en shock a la ciudad. Murió una persona y hubo más de 30 heridos

En la crónica publicada en ABC, el periodista ya fallecido Luis Moreno Nieto relata: «Los estallidos se oyeron perfectamente en la ciudad». Aunque el titular dice que hubo 16 heridos, en realidad fueron más de 30. 16 fueron las personas hospitalizadas en el Virgen de la Salud ABC

JUAN ANTONIO PÉREZ

El viernes 7 de noviembre de 1986, entre las 8.30 y las 9 de la mañana, al menos cuatro explosiones en la Fábrica Nacional de Armas Santa Bárbara de Toledo convulsionaron la ciudad. En el accidente murió la especialista en montaje de artificios Pilar Hidalgo Rico, de 32 años , y resultaron heridas más de 30 personas: 16 de ellas tuvieron que ser trasladadas al hospital Virgen de la Salud y algunas han arrastrado secuelas de por vida. Con la perspectiva que da el tiempo, se puede afirmar sin dudarlo que fue un milagro que en aquel suceso no falleciera más gente.

Tres años después, en 1989, la Audiencia Provincial de Toledo condenó a los tres máximos responsables de la fábrica a una multa exigua de 20.000 pesetas (120 euros) y a pagar las indemnizaciones de los heridos en función de los días de baja y de las secuelas. Hubo cuatro personas que estuvieron más de un año de baja. Lo más que se pagó fueron 3,4 millones de pesetas (20.400 euros). Además, se estableció una indemnización de nueve millones (54.000 euros) para la única hija, de corta edad, de Pilar. La empresa fue declarada responsable subsidiaria.

La Audiencia Provincial de Toledo condenó a los tres máximos responsables de la empresa a pagar indemnizaciones y una exigua multa: 120 euros

«Me acuerdo de que era temprano. Sonaron las sirenas y en un principio la gente pensó que era el inicio de la jornada laboral. Yo no le di importancia. Cuando me llamó mi jefe en Efe y me dijo que había habido una explosión, todavía estaba en pijama. Me vestí corriendo y bajé a la fábrica… para la ciudad aquello fue un shock », rememora Eva Castro, periodista que cubrió el accidente para la agencia y para el periódico El País.

«Me acuerdo perfectamente de aquel día. Recibí la noticia estando en el Ayuntamiento y fue un tema luctuoso y horrible, que nos impactó a todos muchísimo. En realidad, fue uno de los sucesos que me marcaron a lo largo de mis ocho años como alcalde y de mi vida», explica Joaquín Sánchez Garrido , entonces alcalde de Toledo.

«Fue un accidente que nunca debió haberse producido y no se debe de olvidar. Murió una persona como pudimos morir 200: hicimos el animal, porque con la primera explosión (luego habría más y más fuertes) fuimos todos a ayudar...», añade José Rodríguez Barrasa, hoy presidente de la asociación vecinal Azumel y hace 30 años jefe de Ingeniería de Calidad, Laboratorios y Metrología de la fábrica.

«Faltaba Pilar»

Mariano Martín, que ya no puede precisar si en 1986 era el presidente del comité de empresa o simplemente delegado de CCOO, recapitula vívidamente cada detalle del accidente: «Recuerdo el total caos que se produjo. Todos los trabajadores nos acercamos hasta el taller (de carga de espoletas) con mucho cuidado. Los trozos de piedra y de metralla llegaron hasta Santa Teresa... un auténtico desastre ». De aquel día, a Martín no se le va de la cabeza la imagen de un compañero saliendo del taller «con el mono de trabajo hecho jirones, sin correr, porque apenas podía hacerlo».

«Murió una persona como pudimos morir 200: hicimos el animal; con la primera explosión fuimos a ayudar», dice un antiguo trabajador

A continuación, «empezamos a recontar cuánta gente había sido afectada por la explosión y nos encontramos con el problema de que las ambulancias ya se habían llevado a muchos. Me acerqué al hospital con un policía en su moto para saber qué compañeros estaban hospitalizados y una vez hecho el inventario, por así decirlo, volvimos a la fábrica. Ya en esos momentos se intuía que faltaba Pilar...», relata el antiguo sindicalista.

La crónica de Eva Castro que se publicó en El País dice: «En un primer momento se dio por desaparecida a la única víctima mortal, aunque pasadas las diez de la mañana los bomberos y el cuerpo de artificieros de la empresa hallaron los restos de Pilar, que salieron despedidos hasta unos 100 metros de distancia del taller de carga de espoletas».

A través de terceras personas, ABC ha intentado contactar con alguno de los heridos, pero ninguno ha querido participar en el reportaje. «Es un tema muy complicado. Hay mucha gente a la que le trae muy malos recuerdos y todavía hay afectados, después de tantos años», dice José Rodríguez Barrasa. «La gente se quedó traumatizada, el cuerpo de la compañera hubo que cogerlo con pinzas de entre los escombros», añade Mariano Martín.

¿Se pudo evitar?

En 1986, esta fábrica de armas celebraba su 225 aniversario desde que en 1761 fuera fundada por el rey Carlos III. Tres años antes de la muerte de Pilar, el 17 de mayo de 1983, otro accidente le costó la vida a otro trabajador: Carlos Blas Rodríguez, de 33 años, murió a consecuencia de una fuerte explosión en la sala de mezclas y manipulación de explosivos.

La ‘galleta’, incorporada en 1985, y el explosivo almacenado multiplicaron los efectos devastadores de las explosiones, según el fallo judicial

Cuando ocurre un suceso así, siempre se cuestiona la posible falta de seguridad y surge la misma pregunta: ¿se pudo evitar? Martín habla claro: «El accidente se estaba larvando con las condiciones de trabajo que se daban en el taller. La nave donde murió Pilar se había construido en 1927 y no reunía las condiciones para la manipulación y fabricación de explosivos . Las ventanas para la evacuación estaban muy altas, el plan de emergencia dormía en los cajones de la dirección de la empresa. También había una acumulación de material tremendo no almacenado en los puestos de trabajo. La propia tarea que hacía Pilar se hacía con un explosivo rompedor dentro, lo que llamábamos la ‘galleta’...».

La versión del sindicalista coincide con la sentencia de la Audiencia Provincial: «A partir de 1985 se invirtió el orden de fabricación, incorporando en este momento al proceso de producción el compuesto A-5, denominado ‘galleta’... Tal modificación aumentó la peligrosidad en tal momento productivo, por ser mayores los efectos en caso de explosión».

La justicia también dictaminó que la primera explosión no causó la muerte de Pilar, «dada su escasa fuerza», y que en el resto de explosiones «se magnificaron los efectos por la existencia de la ‘galleta’ incorporada, puesto que, de no haber estado, el efecto de la primera explosión habría sido mínimo e incapaz de producir lesiones graves en P. H. R. (Pilar), así como de originar la cadena de explosiones que le siguieron, que se vieron acrecentadas por la cantidad excesiva de explosivo almacenado en torno a la mesa de la fallecida».

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