Toleditos y Toledos: la vista de una ciudad distinta y única

La panorámica pintada por el artista vasco Santiago de Uranga transmite toda la espiritualidad sincrética que Toledo atesora

Gran vista de Toledo por el pintor vasco Santiago Uranga'

POR ANTONIO LÁZARO

(A Carlos Mendoza, por guíar siempre hacia la belleza insólita)

Un gran amigo me invita a contemplar la espléndida panorámica de Toledo pintada por el notable artista vasco Santiago de Uranga en la década de los 70. Procede del hall de un hotel que cerró hace años y la tiene provisionalmente colgada en un cuarto accesorio de su apartamento madrileño, saturado ya de muebles y de cuadros. Iba a decir, anacrónicamente, que su destino adecuado sería la sede de un banco, pero los bancos son cada vez más fríos, clandestinos y virtuales. Y esta pintura , ejemplo de postconstructivismo setentón , es pura fisicidad y, al tiempo, acierta a transmitir toda la espiritualidad sincrética que Toledo atesora y que, desde El Greco (autor de las más geniales e irrepetibles vistas de Toledo jamás pintadas), se asocia universalmente a nuestra ciudad.

Bastante antes de que Toledo se revelase ciudad clave en mi trayectoria y en mi destino, quizá premonitoriamente, en las exposiciones de la Casa de la Cultura de mi ciudad natal, Cuenca, siempre captaban mi atención de adolescente con inquietudes culturales las vistas de Toledo, que rara vez faltaban. Es como si pintar Toledo fuera una especie de prueba iniciática para acreditar si se era o no pintor o pintora verdadera. Contemplando esta magna y magistral vista de Toledo a cargo del maestro Uranga, comparecen lugares, personas y recuerdos que no se ven pero que están representados en mi vivencia de este gran lienzo.

Salvo un breve paréntesis frente a la bella estación de ferrocarril, en el Paseo de la Rosa, siempre he vivido intramuros , en lo que (un poco a lo militar) solemos denominar 'el Casco'. Y mi mirada, activada por este lienzo, rebobina décadas hacia detrás y hacia adelante.

Como la casa que alquilé en la Bajada del Colegio de Infantes (que me encontraron mis primeros contactos en Toledo, el fotógrafo Ricardo Pons y su esposa Gloria, y que me ayudó a pintar Dorotea). El alquiler incluía presencia, lo que me obligó a pagarme un hotel paralelo, hasta que la misma pareció calmarse y, en la duda de si se habría largado, fui yo quien optó por hacerlo. O aquella casa en la cuesta del Can, frente a la Academia , donde la niebla del Tajo invadía en ocasiones el salón. Antes de alquilar nada, me alojaba de lunes a viernes en el Hotel del Lino , cuya recepción y recoleto vestíbulo inmortalizó Buñuel en Tristana. Otra casa memorable fue la de Alfileritos (que nos alquiló al gran periodista Alfonso Castro y a mí María Jesús, encantadora esposa del novelista Juan García Hortelan o), en la que una noche de Corpus durmieron invitados hasta en la bañera. Fabulosas las vistas desde la Casa Miñaca , por San Torcuato casi esquina con San Cristóbal. Mi casa actual (zona Cobertizos-Diputación) queda fuera de plano y no se ve. Años pues de vida vivida, gozada, sufrida y soñada s e agolpan en esta ladera de torres, palacios, iglesias, casas, casitas y casonas que Uranga supo captar en su gran trascendencia , añadiendo un como relieve, una suerte de nueva dimensión.

Detalle de la firma de Uranga

Pero es que, en realidad, las personas, mujeres y hombres, son las que en verdad hacen una ciudad aunque no salgan en el cuadro panorámico, y en Toledo he llegado a apreciar y hasta a querer a varias de ellas en el transcurso de estos años. Al llegar a Toledo, me topé por sus calles con personajes ancestrales , como sacados de nuestra literatura de siglos pasados, que me hacían revivir los libros leídos en la Facultad de Letras: el profético ciego que vendía lotería, el bigotudo donjuán de turistas, la celestina que, en vez de tercera y trotaconventos, resultó ser beata de misa y canto cotidiano. En verso y prosa, he evocado alguna vez a aquel maravilloso enano que me guió, el día que llegué a Toledo por un destino profesional, perdido yo en la niebla toledana de una noche de noviembre de 1983, hasta mi alojamiento en el Hotel Lino. ¿Qué habrá sido de aquel pequeño, aunque enorme, ser humano? ¿Y qué de las que llamé 'mis hadas de Toledo', encantadoras viejas damas, de alta, mediana o baja cuna , que representaban una época ya en declive? Bueno, ya entonces septuagenarias u octogenarias, es claro que no permanecen en esta dimensión aunque sí en mi memoria y en mi afecto. La señora Teo , que hacía lo posible por poner algo de orden en mi horda, y me hacía sanadoras imposiciones de manos pues era graciosa, esto es: tenía la cruz en el paladar. O la última inquilina del piso que acabé comprando: una vieja y frágil mujercita que, ataviada como una gran dama, tomaba el té cada tarde en el café Toledo de Zocodover con sus amigas. Decían que había estado prometida en matrimonio y que el novio, un militar, fue destinado a África, de donde nunca volvió. La tienda de un anticuario ilustrado, Chema Núñez , y el estudio próximo del gran ceramista y pintor Pablo Sanguino , autor por cierto de una maravillosa vista de Toledo entre la niebla que es joya de mi colección, también me han inspirado literatura, recreada en alguna de mis novelas. Y qué decir del gran poeta y amigo Amador Palacios , que me permitió conocer y tratar en su casa o laboratorio poético de San Cristóbal a maestros como Ángel Crespo, Claudio Rodríguez o Antonio Martínez Sarrión , mientras colaborábamos en la legendaria revista poética La mujer barbuda . Yo mismo estoy en este cuadro, cantado con mi sombra, mi capa y mi leyenda, entre Buzones y Santo Domingo, por el poeta Jesús Maroto en su poemario Los años relevantes .

Pero no puedo ni quiero en estos recuerdos toledanos a vuelapluma olvidar al loro: e l genial loro aquel de la calle de la Plata , que silbaba a las mozas y saludaba con toque de diana a los muchos soldados que por entonces callejeaban por Toledo.

Antonio Lázaro

En definitiva, todo esto está en el Toledo de Uranga que yo veo . Y cada espectador puede ver en él su propio mundo, su personal vivencia vivida o soñada de Toledo. Museos e instituciones vascas han mostrado su interés por hacerse con esta obra mayor de uno de sus artistas más representativos del siglo XX. Pero mi amigo cree que el destino que merece es alguna institución o museo de Toledo . Creo que es el suyo criterio cabal y pertinente. Son legión, como hemos apuntado, los 'Toleditos' que salpican la pintura contemporánea. Pero escasas las representaciones pictóricas que hacen honor desde la excelencia y ofrecen al mundo una vista verdadera de la complejidad y abigarrado sincretismo de Toledo. Y sin duda, esta obra de Uranga es una de ellas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación