ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

De pintores y literatos

«Galdós propugnó un hermanamiento entre pintura y literatura»

Ilustración de Vitejo para el libro Sonetos, romances y otros poemas editado por Antonio Lázaro

POR ANTONIO LÁZARO

Galdós propugnó un hermanamiento entre pintura y literatura. Como en su aventura editorial de la primera serie, ilustrada, de los Episodios nacionales . Eso me ha hecho recapitular que, a mi manera, yo no he dejado de intentarlo.

En mi adolescencia, en mi ciudad natal se había producido toda una revolución: se había inaugurado el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca . El pintor y coleccionista Fernando Zóbel había instalado su colección en las emblemáticas y recién restauradas Casas Colgadas. La parte llana de la ciudad, con la excusa de que «esos cuadros no se entienden», expresaba su desconfianza ante la revitalización bohemia de la aletargada Episcópolis de arriba. Y claro, aquello era una tentación irresistible para jóvenes con inquietudes y sed de aventuras.

Ilustración de María José Sanz

Hay que decir aquí, y es cosa que no se suele recordar, que ya en los 50 Fidel García Berlanga relanzó Cuenca a nivel nacional e internacional desde la Posada de San José , que él creó con el asesoramiento jurídico de mi padre José Lázaro. Él trajo a César González Ruano, a Cela, a Rafael Duyos y a una pléyade de pintores y pintoras (sobre todo de la parte de Valencia), que recrearon los vertiginosos paisajes conquenses.

Pronto mi Vespino rojo empezó a subir de Carretería a la plaza Mayor y al barrio del Castillo, donde alquilamos una antigua tiná de ganado. Se estilaba por entonces compartir lo que llamábamos «un chamizo» en el barrio histórico, con el móvil (rara vez consumado) de convertirlo en picadero. Recuerdo la casa de la calle Zapaterías donde tenían sus estudios el pintor y músico Carlos Pérez, Adrián Moya y el poeta visual Antonio Gómez . También el de Simeón Sáiz Ruiz, discípulo de Zóbel. El tórculo con taller de grabado que se abrió en el Museo provincial, creo que a iniciativa de Julián Pacheco , un gran artista que regresaba de Italia. La Sala Alta, gestionada por el poeta Jesús Antonio Rojas , y los estudios que funcionaban en las Hermanitas de la Merced, donde luego se instaló el Museo de la Ciencia. Y claro, en el Castillo, el Taller de serigrafía de Javier Cebrián y Ángel Cruz , que estampó obra de todos los grandes nombres de la llamada «escuela de Cuenca». En uno de los pisos tenía Concha Lledó su innovador taller textil. Más tarde junto a su esposo Javier Cebrián formaría en Altea la editorial de arte gráfica, ya legendaria, De buena tinta, que está en la base de bastantes obras de mi colección.

Cerámica de Pablo Sanguino

Pero t oda la parte alta de Cuenca bullía de arte y de artistas. Estaban los estudios inaccesibles de los más consagrados, pero había otros que se franqueaban para visitas tranquilas y también para fiestas más movidas. Había galerías comerciales, Sala Honda y Sala Toba, y bares de culto (Los Elefantes, los Clásicos y Las Tortugas, en la calle Pilares, donde presentamos el poemario Cuatro poetas, que nos editó Carlos de la Rica , con José Vicente Patón, Eugenio Escamilla y Paco Page). A la sombra de los Oblatos, el pintor y profesor de dibujo Mario Barahona abrió el mesón Las Brasas, decorado con sus propios cuadros. Realmente, fueron años de ebullición y de bastante «marcha», por emplear la terminología de la época. Y claro, ahí empezó a fraguarse mi afición a coleccionar obra : dibujo, grabados, cuadros de pequeño formato, collage, incluso algún cuadro adquirido en exposiciones o directamente en el atelier. Desde entonces, en la propia Cuenca, en Madrid o en Toledo no he dejado de frecuentar a pintores, intentando levantar proyectos conjuntos en que armonizásemos imagen y palabra, pintura y literatura.

Portada de Adrián Moya

Así sucedió (y sucede), pues seguimos colaborando, con Paco Carrión y su movimiento sintónico, con Juanma Prieto y el ilusionismo, con Luis Acosta y la serie Arquitextos (publicada en ABC), con Tomás Peces (qepd) y la revista Cuaderno de Buzones (de la que llegamos a editar dos números)… He escrito infinidad de textos para programas de mano y catálogos pictóricos, y he reseñado para medios de comunicación numerosas exposiciones. Entre los toledanos, además de los citados, Pablo Sanguino , del que conservo un par de cuadros y un espectacular plato cerámico dedicado a Toledo. Y en tiempos más recientes, Julio del Castillo , al que encargué una vista nocturna de la silueta de Gredos desde Toledo. La amistad con el periodista y poeta Alfonso Castro me permitió contactar con otros artistas manchegos como Paco Leal o Abdón Anguita . Al artista tomellosero Pepe Carretero tuve el gusto de editarle un gran catálogo con poemario adjunto en mi época al frente del Servicio de Publicaciones de la Junta de Castilla-La Mancha (2004-2009), y tengo un magnífico retrato que él me pintó, colgado en mi estudio. Entre las pintoras, quiero recordar a Pilar Conesa y María José Sanz . Y recomendar la visita a la plaza del Sol o plaza Taiyo, un maravilloso homenaje al Sol creado por la artista japonesa Keiko Mataki , afincada en Cuenca.

Portada de Ramón Bustos

No quiero dejar de mencionar a dos pintores que fueron compañeros en la Academia conquense. Víctor de la Vega , que había sido mi profesor de dibujo, y al que encargué el magnífico Políptico sobre la muerte de Jorge Manrique que hoy pude contemplarse en el Museo de Santa María del Campo Rus. Y Óscar Pinar , pintor bohemio a la usanza de Montmartre, al que me encontré en varias ocasiones tras su caballete por las plazas y callejas de Toledo. Ni ese gran foco creativo que representa la Facultad de Bellas Artes y que, tanto irradia a la vida cultural y al propio paisaje urbano de Cuenca. Por admiración y trato personal, recuerdo a Ignacio Oliva, Simeón Sáiz y Enrique Leal.

Algunos de mis libros se han enriquecido con portadas de artistas amigos. Adrián Moya hizo la portada de mi librito El reencuentro, ganador del Premio Fernando de Rojas. María José Sanz , firmó la portada de mi poemario Los divanes perdidos. Y Ramón Bustos la del libro de relatos Los ruidos del jardín. Los tres, representados en mi colección personal. Cuando intenté en los años 90 la aventura editorial, Alcaná Libros, Vitejo de la Vega, por su parte, ilustró con tino las poesías del gran barroco Antonio Enríquez Gómez (al que su padre incorporó a su cuadro de Conquenses ilustres). Como proyecto actual, con ilustraciones de Arturo Pérez , preparamos un libro de haikus de próxima edición.

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