Suicidio, historia de un superviviente: «Necesitamos protegernos unos a otros»

Carlos y Olga perdieron a su única hija cuando tenía 18 años

Imagen proyectada durante el testimonio: Carlos, Ariadna y Olga

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«¿Qué hay más traumático que perder a alguien por suicidio?». Esther González, psicóloga clínica, se preguntaba en voz alta delante de José Carlos Soto Madrigal . Su única hija, Ariadna, se suicidó hace cuatro años y siete meses. Era sábado y el jueves anterior había estado con su psicólogo porque había sufrido un bajón de la noche a la mañana. «Después de la consulta le pregunté, como si yo intuyera algo, si había pensado en suicidarse, y me contestó: «¡Qué dices, papa!». Luego, una carta de la niña, «que me salvó la vida en ese momento», y el silencio. «No detectamos nada (...) Teníamos tan buen rollo que ella se calló para protegernos».

Pero los padres necesitaban buscar una razón. Y una autopsia psicológica arrojó luz después del fallecimiento de Ariadna, que había llegado a tomar fármacos por prescripción médica en los días anteriores a su muerte. Esa herramienta de la psicología forense desentrañó el motivo que llevó a una estudiante muy responsable, de notables y sobresalientes, a quitarse la vida cuando cursaba segundo de Bachillerato: « El acoso de una profesora cuando la niña tenía 10 años. La machacó en matemáticas y le hizo repetir curso. Encontrar al culpable ha sido terrible. Que los profesores de tus hijos puedan ser acosadores..... Resultaron afectados más chicos, pero a mi hija le provocó desarrollar más tarde una depresión que le llevó a suicidarse».

«Hablar, hablar y hablar»

Carlos ha abierto su corazón este jueves en el aula magna del campus de la Fábrica de Armas de Toledo. «Necesitamos protegernos unos a otros; hablar, hablar y hablar». Su intervención ha cerrado las jornadas sobre prevención e intervención en conducta suicida organizadas por el Sescam. «Si hubiéramos tenido más información entonces, podríamos haber hecho algo más», se sigue lamentando después de casi cinco años.

Por eso Carlos va por España contando su testimonio. Porque, como ha dicho Esther González, hay que concienciar sobre la importancia de prevenir el suicidio y hay que dar voz a los supervivientes, como hace la Red Aipis. Esta organización, de la que Carlos y Esther forman parte, se dedica a la investigación, sensibilización, prevención, apoyo a supervivientes, además de elaborar material de autoayuda sobre conducta suicida. «Un 85 por ciento de nosotros perderemos a alguien por suicidio. Somos potencialmente supervivientes, salvo que esto cambie» , ha avisado la psicóloga.

Carlos y su mujer, Olga, caminan de la mano, aunque él va un paso por delante. «He dejado de tomar antidepresivos hace dos meses, pero mi mujer sigue con ellos (...) Sigue teniendo bastante ira y culpabilizando al psicólogo que no supo ver ...». «Ser mujer es un factor de riesgo. La mujer siente más su fracaso como madre», ha subrayado Esther González.

En su largo proceso para superar el duelo, el matrimonio ha sido afortunado: ha encontrado apoyo profesional, además del cariño de amigos y vecinos. «Recuerdo cuando una amiga nos dijo: '¡Qué hija de puta, lo que nos has hecho! Necesitábamos que alguien no sintiera pena».

«Ahora estamos bastante mejor, pero nos cuesta. El primer año -ha relatado- comimos porque nos traían comida y estuvimos dos años viendo 'Sálvame' porque era ruido, hasta que contactamos con Red Aipis». Pero mucha gente -ha asegurado Esther González- no tiene ni tendrá apoyo para hacer frente a un duelo tan complejo. «No existen protocolos para intervenir después de un suicidio, hay una escasísima cobertura para la atención al duelo». «Aunque quiero pensar que las cosas están cambiando», ha insistido.

«Completar ese álbum de recuerdos»

Carlos y Olga han hecho «todo lo posible» para superar la aflicción. «Que te escuchen, ayuda muchísimo». El padre de Ariadna recomienda acudir a un profesional para pasar ese periodo de dolor y, en muchos casos, para salvar la vida. Y él no quiere dejar esa lucha por seguir alzando la voz por los supervivientes, aunque «a veces me apetece descansar y solamente dedicarme a leer. Sin embargo, ella está siempre ahí. Casi todos los días hay una imagen, un recuerdo..., te falta completar ese álbum de recuerdos».

A pesar de la tristeza en el corazón, Carlos no ha perdido la sonrisa: «Si me dejan el micrófono, os hago unas jornadas completas». Pero no ha sido necesario. En la media hora que ha hablado, este editor de 59 años ha sentado cátedra en el aula magna. «Es necesario el boca a boca para saber lo que hay que hacer», además de pedir a los profesionales que se tomen los casos «como algo personal». «Que intenten sentir lo que siente un superviviente o una persona que quiere quitarse la vida».

También se ha dirigido a los padres especialmente: «Acordaos de que fuimos jóvenes. Un amigo que deja de serlo, una ruptura sentimental... a esas edades se les puede caer el mundo encima; no tanto si hacen botellón o se fuman unos canutos. Los adolescentes viven dos mundos: el suyo y el de la familia. No hay que machacarlos con la exigencia de que se comporten como nosotros queremos».

Y después de recibir el aplauso del público, ha abrochado su intervención con una doble confesión: «Después de suicidarse Ariadna, sentí que no tengo ni miedo ni vergüenza. Pero dejar la medicación me ha vuelto que sea más guerrero y llorón».

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