ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Poesía versus pandemia

Un acercamiento a la lírica regional del 2021

POR PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO

Algunas veces nos hemos preguntado por la poesía joven de nuestra región y la respuesta nunca ha sido muy esperanzadora. No nos referimos a aquella juventud a la que aludía sarcásticamente Ángel González cuando exclamaba: «Vivir para ver: ¡joven poeta de cuarenta años! / ¿Último logro de la geriatría?». Nos referimos a una poesía razonablemente joven, aunque en esto de la lírica es difícil discernir cuándo un poeta es joven o ha dejado de serlo . Recordemos en este sentido, y como pauta orientadora, que la mayoría de los premios literarios establecen los 35 años como límite de la juventud.

Desde tales planteamientos, si nos detenemos a contemplar la realidad poética de nuestras provincias, lo más probable es que –con inevitables excepciones- nos topemos con una floresta bastante superpoblada de voces ya maduras, pero donde sigue escaseando la hierba juvenil. Los más jóvenes andan hoy, al parecer, metidos en otros jardines y en otros menesteres ajenos a la lírica, y gozan de mucha más presencia en las redes sociales que en las editoriales o en las librerías.

Para no hacer demasiado prolijo este artículo, voy a centrarme aquí sólo en la provincia de Ciudad Real, la más activa al menos en lo que respecta a la cantidad de títulos publicados en 2021 . Otras ocasiones habrá para ahondar en la lírica de las demás provincias y para comprobar si la situación ciudadrealeña es extrapolable o no a la de otros territorios de nuestra región.

En Aproximación a la poesía manchega , editado hace ya siete lustros, concluía yo aquella visión panorámica de la lírica provincial con una promoción -que andaba entre los 25 y los 35 años- cuyos poemas habían sido recogidos en la antología Ciudad Real poesía última, coordinada por J. Mª González Ortega y editada en 1984 y 1985. Dos décadas después, esos jóvenes habían dejado de serlo y, en el año 2008, publiqué (en la revista El invisible anillo) un extenso trabajo titulado 'Mapa literario de la provincia de Ciudad Real' . Finalicé ese estudio con el apartado 'Última hornada poética'”, donde le dedicaba cierta atención a la antología Inmaduros 26 (jóvenes poetas de C-La Mancha), recopilada por Jesús Maroto . En ella aparecían ocho poetas de C. Real, nacidos entre 1978 y 1982: Elisabeth Porrero, Gonzalo Hernández, David de la Sierra, Diana Rodrigo, Rosa María Molina, Antonio Cobo, Eugenio Blanco y Raquel Fuentes.

A ellos cabría añadir algún nombre más como el de José Juan Martín-Gil (1974) y Antonio Blanco (1975), que no figuraban en dicha antología, pero en cualquier caso comprobamos que la mayoría de los diez integrantes de esta 'última hornada poética' andan hoy en torno a los 45 años y, en consecuencia, tampoco pueden considerarse estrictamente jóvenes. Echamos en falta, pues, una promoción de autores nuevos y más jóvenes que, de momento, no han comenzado a aparecer.

La pandemia nos ha traído mucho tiempo de reclusión y soledad, dos circunstancias muy propicias para la práctica de la literatura. La escritura, más que nunca, ha actuado como un lenitivo , como un bálsamo que a muchos les ha servido para sobrellevar las situaciones de angustia, incertidumbre, dolor y desamparo que, desde hace ya dos años, se han adueñado de nuestras vidas. Debido a ello, numerosos autores han visto alimentada su hambre creativa y han contribuido también a saciar el hambre de publicar de muchas editoriales. Para no hacer interminable la lista, citaré sólo aquellos libros de poetas ciudadrealeños que han sido editados en 2021 , con sus autores ordenados por la fecha de nacimiento:

Devorador de almas , de Diana Rodrigo (1978), Yo, tú, ello , de Juana Marín (1976), Vivir cada día , de Luis Díaz-Cacho (1963), Pinceladas , de Mª Antonia Piqueras (1961) La boca vacía de Maurizio Coccolo, de Chema Fabero (1960), Territorios , de Alfredo J. Sánchez (1959), Todo lo que hiere , de Francisco Gómez-Porro (1958), El libro de los olores , de Cristóbal de López de la Manzanara (1958), Los otros , de José L. Morales (1955), Con nombre propio , de Presentación Pérez (1954), Madre , de Manuel Juliá (1954), Primavera tardía , de Amador Palacios (1954), Jardín botánico , de Federico Gallego Ripoll (1953), Los pecios del naufragio , de Eloísa Pardo Castro (1953), Aliento , de Alfonso González-Calero (1951), Ceuta bella , de Isabel Villalta (1951), Desde este silencio que habito , de Teresa Sánchez Laguna (1949), … Y el corazón que dicte el testamento , de Santiago Romero de Ávila (1948), Aquí y En donde resistimos , de Francisco Caro (1947), Miscelánea de Ausencias , de Román Serrano López (?) …

Como puede comprobarse, el año ha sido extraordinariamente prolífico para la lírica manchega , que ha dejado en nuestros anaqueles un fruto -bastante maduro- en forma de libros de muy diferentes estilos, tendencias y texturas. Observamos que se trata de poetas bien entrados en años –la mayoría sexagenarios- algunos de ellos con una larga trayectoria bibliográfica, otros incorporados al mundillo lírico más recientemente y en sentido estricto nuevos, aunque no jóvenes .

Naturalmente, la poesía no tiene edad , como tampoco tiene sexo. Los adjetivos 'joven' o 'viejo' no son aplicables a la poesía sino, en todo caso, a quienes la escriben. Tan dignos de admiración resultan autores como Claudio Rodríguez o Carlos Sahagún (que publicaron sus primeros libros a los 18 años), como Gerardo Diego o V. Aleixandre, que siguieron escribiendo y publicando en su más fructífera senectud. De semejante tensión entre las musas juveniles y las musas provectas ya hablé por extenso en el primer capítulo de La musa a la deriva , y a él me remito.

Las fechas de nacimiento de la veintena de autores citados anteriormente son muy reveladoras y nos llevan a una inevitable conclusión: que la poesía ciudadrealeña se encuentra un tanto envejecida , y no se atisba en el horizonte lírico inmediato ninguna promoción llamada a protagonizar un recambio generacional. Los más jóvenes parecen haber dado la espalda a la poesía, al menos en el ámbito de la letra impresa.

Y eso vuelve a plantearnos nuevas dudas y nuevas reflexiones: por ejemplo, que tal vez sería aconsejable una amplia labor de promoción de la poesía entre los jóvenes , pues son los únicos capaces de mantener viva su llama en el futuro. Que quizás también deberíamos revisar los métodos de enseñanza de la Literatura en los programas docentes , que cada vez son más raquíticos y elementales. Y que quizás deberíamos fomentar la lectura de la poesía en los colegios, institutos, universidades, bibliotecas

Deberíamos hacer todo eso y mucho más, si no queremos que la poesía se convierta (y va camino de ello) en un patrimonio exclusivo de recitadores y rapsodas, en un juglaresco espectáculo de artisteo y farándula o, peor aún, en un entretenimiento de jubilados y de viejos.

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