Pedales contra un síndrome maligno
Investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha llevan siete años estudiando los beneficios de la actividad física en personas que sufren el síndrome metabólico, tan peligroso para la salud que puede llegar a ser mortal
Víctor Martín Albo (56 años) está convencido de que le van a dar el doctorado en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) por los años que lleva vinculado al campus de Toledo. No sería por cursar unos estudios académicos, aunque es funcionario de carrera, pero sí podrían premiarle por su inestimable aportación a un programa de investigación de la Facultad de Ciencias del Deporte sobre el síndrome metabólico desde hace siete años. Es el tiempo que Víctor lleva pedaleando en una bicicleta, tres veces por semana, para contribuir a los resultados de ese estudio, que constata el beneficio del ejercicio físico para reducir las variables del síndrome metabólico. Pero, ¿qué es? ¿Por qué es tan peligroso para la salud y puede ser mortal?
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«Es un cuadro clínico que se da cuando reúnes tres o más factores de riesgo cardiovascular. Lo tiene casi un tercio de la población adulta española [en torno a 8 millones de personas], aunque mucha gente no lo sabe». Así lo cuenta Miguel Ramírez , doctorando del Laboratorio de Fisiología del Ejercicio de la Facultad de Ciencias del Deporte de Toledo.
Multiplicar el riesgo
Sobrepeso u obesidad, sobre todo en la zona central del cuerpo; hipertensión arterial, glucosa alta, triglicéridos altos o el HDL —el colesterol bueno— con valores reducidos son algunos de esos factores tan peligrosos. «Si ya de por sí uno de ellos incrementa el riesgo de padecer un evento cardiovascular, cuando tienes tres se multiplica esa posibilidad y requiere una atención más particular: tienes tres patologías en un síndrome», advierte Miguel. «Cuando tienes tres de esos factores de riesgo cardiovascular o estás bajo tratamiento farmacológico, se diagnostica síndrome metabólico», recalca el doctorando.
Miguel lleva en este programa desde que terminó el grado y un máster, en 2015. Trabaja a tiempo completo bajo la supervisión del catedrático Ricardo Mora y junto con Juan Fernando Ortega (médico y profesor) y otro predoctoral, Félix Morales . Como ayudantes tienen a los jóvenes que preparan sus trabajos de final de grado.
Todos ellos controlan a medio centenar de personas repartidas en tres turnos. «No podemos traer más gente porque no tenemos más bicicletas», se lamenta Miguel. La bicicleta, de las estáticas utilizadas en spinning , es la herramienta más manejable y eficaz para tener monitorizados a todos los elegidos. Además, ocupa menos espacio. «Es más sencillo. Si los pusiéramos a caminar, necesitaríamos tener tapices, algo imposible, o bicicletas elípticas», aclara el doctorando.
Cada participante tiene asignado un perfil que aparece en una pantalla, proyectada en una pared, en la que se controla la intensidad de cada sesión con distintos colores. Este año el programa se prolongará cuatro meses, desde febrero hasta junio, después de un periodo de incertidumbre hasta que se conoció la concesión de un nuevo proyecto, el octavo, que permite seguir investigando los efectos del ejercicio sobre este síndrome. En esta ocasión se trata de un entrenamiento interválico de alta intensidad, que consiste en periodos cortos de tiempo a una elevada intensidad, separados por breves descansos. En total, la sesión dura 43 minutos.
Como es una tarea individual, cada participante ajusta la resistencia de la bicicleta a su perfil. Y, a medida que va cogiendo forma física, sube progresivamente la potencia. «La sesión está programada por colores, cada color una intensidad; si logran alcanzar el color correspondiente con la sesión programada, el sistema puntúa y genera una clasificación que hace que aumente la motivación», resume Miguel.
Mejoría
Pero no todo el mundo vale para participar en este estudio: debes reunir unos requisitos... preocupantes para la salud. En las pruebas preliminares se evalúan los factores que conforman el síndrome metabólico y parámetros relacionados con la salud; se mide la tensión arterial, la frecuencia cardíaca en reposo, el peso, la composición corporal y el perímetro de cintura. Además, una analítica de sangre, que puede ser muy reveladora. Y a los candidatos también se les somete a una prueba de esfuerzo, con la que se descarta cualquier patología cardiaca y se conoce la capacidad cardiorrespiratoria (consumo máximo de oxígeno), lo que servirá para ajustar el programa de entrenamiento para cada uno de ellos.
A los seleccionados se les volverá a repetir las pruebas cuatro meses después, en la parte final del estudio, para comprobar si esos parámetros han mejorado.
Aunque un tercio de la población adulta en España puede sufrir este síndrome, a los investigadores les cuesta encontrar candidatos
Sin embargo, los candidatos que acuden a las pruebas preliminares son pocos. «Según las estadísticas, un tercio de la población adulta de la ciudad de Toledo padecería este síndrome, con lo que habría miles de personas potencialmente afectadas. Sin embargo, nos cuesta encontrar más de medio centenar de personas en cada convocatoria», se lamenta Miguel. Esta falta de aspirantes no permite a los investigadores crear otro grupo numeroso de personas que serían controladas durante el tiempo para constatar el avance del síndrome metabólico y la influencia de hacer o no ejercicio físico.
Elegidos
No es el caso de Víctor Martín Albo, uno de los veteranos en este programa. «Me escogieron porque reunía las condiciones. Cuando empecé hacía un año que me había surgido un shock metabólico. Tenía la tensión alta, pero en apenas tres meses me subió de pronto el colesterol, el ácido úrico y el azúcar, soy diabético», relata mientras calienta sobre la bicicleta. «Soy un alumno poco aplicado, me van a dar el doctorado», bromea.
Mientras espera ese reconocimiento, lo cierto es que Víctor, que está medicado, ha constatado una mejoría con el ejercicio físico: su tensión arterial ha bajado y el nivel de azúcar lo mantiene. «No voy a dejar de ser hipertenso ni diabético, y lo que consigo aquí es mantener los niveles en unos números aceptables», se alegra Víctor, que en su día a día practica orientación en la naturaleza los fines de semana.
«Las personas que llevan más tiempo es porque siguen manteniendo los criterios y también porque queremos ver cómo afecta en el síndrome repetir el programa durante varios años consecutivos», explica Miguel.
Antonia Sánchez Vara (60 años) es periodista. Lleva tres años en este programa. «Necesitaba reducir mi masa grasa abdominal, tenía un poco de azúcar y otros niveles elevados. Esto me vino muy bien, además de caminar», cuenta. «El colesterol, que lo tenía alto, ya lo he normalizado y he perdido alrededor de 20 kilos, también mejorando mi dieta», reconoce.
Nuevo en el estudio es Juan Antonio Encinas (58 años), un jubilado que se enteró de la convocatoria a través de Facebook. «No me costó mucho ser elegido. Cumplo todas las condiciones, soy de sobresaliente», ironiza. Después de varias sesiones de entrenamiento, siente que aguanta mejor el ejercicio. «Mi objetivo es que me echen de aquí», bromea.
Javier Ramírez (55 años), diabético y con sobrepeso, no persigue esa meta. La suya es más somera: «Es hacerme al sillín de la bicicleta. Me compré una aposta y aguanté veinte días. Aquí estoy sufriendo y me estoy obligando, porque es el único lugar donde hago ejercicio», reconoce abiertamente este hombre de 55 años, que prepara unas oposiciones para celador.
«No quiero ser sensacionalista», advierte Miguel, el doctorando. Pero lo dice alto y claro: «Realizar actividad física regular, sea cual sea, mejora las variables del síndrome metabólico, así como reduce el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular y morir por cualquier causa. Realizar ejercicio físico por encima de todo. De pasar del ‘sillón ball’ a realizar actividad física, las mejoras son enormes».
Con este estudio de la Facultad de Ciencias del Deporte de Toledo ha constatado, en definitiva, cómo afecta el ejercicio físico sobre los parámetros del síndrome metabólico de los participantes, junto con la terapia farmacológica, quienes lo tengan. Así mejoran su consumo máximo de oxígeno y su presión arterial, que en algunos casos pasa a tener valores de normotenso (los que pueden tener las personas sin ninguna patología) en solo cuatro meses, en el que pierden una media de dos kilos. «Pasan de estar en niveles de prehipertensión o hipertensión grado I a tener valores cercanos a la normalidad», insiste Miguel. También mejora bastante la glucosa y la insulina. En el capítulo de triglicéridos el éxito no está asegurado, ya que depende de la pérdida de peso. «Puedes mejorar tu forma física pero, si no pierdes peso, tus valores en sangre no bajan tanto», alenta.
Restricción de calorías
Con los resultados del estudio se pretende diseñar un modelo de ejercicio beneficioso con un gasto calórico alto. Aunque el doctorando, un joven de 27 años enjuto, vuelve a repetir: «Con el ejercicio físico no basta; debe haber una restricción de calorías».
Víctor, el veterano «conejillo de Indias», no para de pedalear mientras termina de contar su historia en cuatro pinceladas: «Vengo a dar pedales y lo que me interesa es que yo me siento bien por venir a hacerlo. No subo de peso y la tensión se mantiene en 12-6.5 con el ejercicio y la medicación. ¡Está fenomenal! Y además lo hago por colaborar con estos chavales [se refiere al equipo de investigadores]». «Cuando esto termine, saldré a caminar tres días en semana. ¿Comprarme una bicicleta? No, hay que tener más espacio». Por tanto, el catedrático Ricardo Mora y su equipo tienen Víctor para rato.