Un libro que sabe a infancia y mazapán
La ciudad de Toledo sirve de telón de fondo a esta historia social, política, literaria y gastronómica
El libro cumple varios propósitos: c uenta la historia del mazapán toledano al mismo tiempo que la Ciudad Imperial sirve de telón de fondo, se centra en la confitería de Santo Tomé, hace un homenaje a una familia de artesanos, aporta imágenes y datos inéditos y entrega al mundo literario un lujoso libro de referencia que interesa a profesionales del gremio, a amantes de la literatura, a toledanos y al público en general.
«El mazapán de Toledo y su historia. La confitería de Santo Tomé » se divide en tres partes: la primera, «Las confiterías de Toledo y su mazapán (siglos XV-XVIII). Historia de una delicia», está escrita por Mariano García Rupérez, archivero municipal. Enrique Sánchez Lubián se encarga de la «Crónica del mazapán de Toledo (la gloria más ‘dulce’) y de sus confiteros en los siglos XIX y XX», y la tercera parte se ocupa de la «Confitería de Santo Tomé. La historia de una empresa familiar», a cargo del historiador Rafael del Cerro.
Se abre el libro con unas palabras de Juan Ignacio de Mesa y se cierra con unas «recetas históricas del mazapán» , preparadas por García Rupérez y Antonio L. Pareja, que también es el editor. El volumen se enriquece con «la bibliografía citada en el texto» y «la bibliografía sobre el mazapán», lo que le confiere un nivel académico.
Académico por un lado, por otro es un libro ameno, que informa, entretiene y enseña . A uno que nació, en lo dulce, a la sombra de la Confitería de Santo Tomé, que fue parte de su historia sentimental, que tantas veces ha vuelto su mirada a los cafeteros, que ha regresado a menudo al barrio, desde su barrio de Brooklyn, llevado por el sabor y la presencia del mazapán, que para él y el vecindario la confitería fue un «faro de nuestra infancia» , este libro, lleno de anguilas de ojos turbios, de roscones de Reyes con sorpresa y de huesos de santo, le llena de alegría porque, en cierto modo, es un poco parte de su biografía, la de su familia y la del barrio.
Al leerlo uno ha vuelto a recordar a doña Consuelo, al Señor Paco , a Miguel, el perfume a azúcar en celo y almendra de hueso dulce, los escaparates que cambiaban con las estaciones, la lazada final, que uno consideraba algo mágico, que aseguraba la docena de pasteles de los domingos.
El libro me ha hecho volver a Pérez Galdós y a Buñuel , a Urabayen (que también habló del mazapán), a Don Clemente Palencia , autor de una nota «histórica» que acompañaba a las figuritas; y me hizo recordar a don Gregorio Marañón , que después de misa de doce en la iglesia de Santo Tomé, a veces con Victorio Macho y el amigo Cardeñas , se acercaba a la confitería.
El libro no es solo sobre de la confitería de Santo Tomé, que es la empresa patrocinadora, es también una historia social, política, literaria y gastronómica, con personajes municipales ruines, periódicos defendiendo sus intereses, no el bien común , cronistas independientes y ese pasar, entre triste y monótono, de la vida en una provincia. Y los textos están muy cuidados, las fotografías son espléndidas.
Dice Juan Ignacio de Mesa que si uno lee el libro saboreando una figurita de mazapán, el placer es doble. Puede que tenga razón, pero este volumen es un monumento que llena un vacío en la literatura gastronómica toledana . Este libro es, como era de esperar, una delicia. El sabor está en cada página.
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