MEMORIAS DE UN RÍO AÑORADO (2)
Expectación en las playas del Tajo: extranjeras en bañador
«Aquello de los baños en mi juventud era cosa de hombres, pocas toledanas lo hacían», recuerda Félix Villasante
Continuamos con los recuerdos de Félix Villasante López , un toledano de 85 años tan apasionado por Tajo que sus amigo de juventud le llamaban ‘amador de los ríos’. Después de tantas décadas desde aquellas vivencias felices junto al río, ahora no se acerca siquiera a sus márgenes porque dice que sufre por verlo en semejante estado, con el cauce lleno de espumas por la contaminación.
Villasante nos lleva al pasado, a quellos tiempos en que el Tajo a su paso por Toledo olía a limpio. « Cuando yo era niño, atravesabas la Puerta Nueva con dirección al río y ¡te daba un olor a frescura de ribera! ¡Qué cambios tan tremendos ha sufrido el Tajo! Mi abuelo Sebastian, hombre de finales del siglo XIX, había conocido cangrejos y se capturaba alguna trucha, algo que me confirmaron también pescadores de barco que conocí ya viejos».
El Tajo, nuestro río añorado, fue también escenario principal de ocio para los vecinos. «Fue lugar de esparcimiento para muchos toledanos, pescadores de caña y vecinos que iban a bañarse o a acampar con comidas y meriendas en sus márgenes, buscando el frescor húmedo de sus riberas bajo los árboles en los cálidos días de verano. En sus orillas se vendían refrescos y tajadas de peces fritos . Había sitios determinados para el socorrista puesto por el Ayuntamiento. Los que sabían nadar se bañaban en cualquier zona. En alguna postal antigua o fotografía se ven unas casetas cubiertas que se encontraban dentro del río, junto a la orilla. Muchas veces me pregunté que utilidad tendrían, pero después supe por boca de un anciano que eran unas casetas para baños, para hombres unas, otras para mujeres ».
La ‘moral’ se imponía en aquellas jornadas de baños en un río familiar. «Eran otros tiempos aquellos con relación a los sexos, e incluso las mujeres aún dentro de la caseta, lo hacían a medio vestir; en los hombres no creo llegara a tanto. Aquello de los baños en mi juventud era cosa de hombres, pocas toledanas lo hacían. Fue cuando la invasión del turismo europeo cuando empezó a ponerse de moda entre las españolas, que decidieron bañarse junto a los hombres. Recuerdo haber estado pescando y ver llegar a un grupo de chicas extranjeras a la orilla del río y ponerse en un lugar apartado de la gente, pero de inmediato nuestros ‘homus hispanicus’ iban abandonando sus cuarteles y ocupando nuevas playas, donde las extranjeras se encontraban. Era un verdadero cerco al que las sometían, que terminaba por rodearlas . Me gustaría haber sabido qué pensaban estas chicas de estos muchachos españoles, porque parecía que jamás habían visto una mujer en bañador. Es verdad que en aquella época era un bien escaso, pero a mí no me parecia correcto aquel comportamiento por el jucio que se pudieran llevar de nosotros a sus países».
Las toledanas eran más recatadas, «era muy raro que las chicas se bañaran solas, iban casi siempre acompañadas de sus padres. Las pocas que tenían el atrevimiento de bañarse solas eran causa de murmuraciones que dañaban su moralidad », cuenta Villasante a modo de estudio sociológico de los usos y costumbres de entones.
«Había familias que vivían de la pesca del río. Recuerdo a los ‘Tatas’, a los ‘Portales’, a los ‘Mérida’, a los ‘Tabordo’ y al ‘Vilano’, y no sé si habría alguno más. Sus mujeres iban por las casas vendiendo peces y anguilas ; también las veía en la puerta del mercado».
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