Coronavirus I En primera línea
Coronavirus Toledo: «Los pocos clientes no tienen ganas de hablar en el taxi»
Miguel Ángel Ortega trabaja ahora cada cuatro o cinco días y apenas recauda 40 euros cada jornada
Coronavirus, última hora
![Miguel Ángel Ortega, junto a su taxi, este miércoles en Toledo](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2020/04/15/taxista2-kVWH--1248x698@abc.jpg)
«La crisis económica de 2008 fue un aperitivo comparado con el zarpazo del coronavirus ». La afirmación es de Miguel Ángel Ortega, 53 años y dos décadas como taxista. Trabaja en la capital de Castilla-La Mancha, que vive de los turistas: casi 915.000 pernoctaciones el pasado año, según Instituto Nacional de Estadística.
«En 2008 venía turismo aunque fuera menos, pero esto va a ser mucho más duro —vaticina—. En Toledo el 80 por ciento es turismo, que ha desaparecido, con lo que los sectores que dependen de él lo vamos a notar».
Hace doce años, Miguel podía hacer una docena de carreras diarias; ahora, entre 3 y 5. Cuando la pandemia era improbable, recaudaba unos 100-110 euros por jornada laboral; ahora, entre 20 y 40.
Justo antes del estado de alarma, en la ciudad había algo más de 120 taxistas; ahora se han perdido 36 puestos de trabajo, únicamente quedan 4 asalariados y solo circulan 85 taxis, pero no todos los días. «Solo salimos una quinta parte cada jornada», advierte Miguel, quien trabaja cada cuatro o cinco días. «Económicamente, un zarpazo para el sector», resume.
Miguel acaba de recoger unas mascarillas repartidas por su ayuntamiento, aunque él siempre lleva en su coche para los clientes que no tienen. Tampoco falta gel antiséptico, mucho, para las manos; y él desinfecta su vehículo entre cliente y cliente. ¿Mamparas de protección? «Estamos estudiando su utilidad, aunque no nos gustan mucho. En Toledo nunca hemos tenido problemas», asegura Miguel, presidente de la asociación local de taxistas.
Los pocos clientes que suben a su vehículo van a hacer la compra o a centros sanitarios, sobre todo personas mayores, para algunas pruebas médicas. «No quieren subir en los autobuses urbanos, aunque están perfectamente desinfectados; pero prefieren ir solos para evitar contagios», sintetiza el taxista.
Después del saludo de rigor, entre el conductor y el cliente solamente hay silencio durante el trayecto. «La gente que monta en el taxi no quiere conversación, no quiere hablar», cuenta Miguel. «He intentado iniciar una conversación, pero la gente no tiene ganas de hablar», repite.
Y, antes de continuar con su jornada, Miguel lanza un mensaje de optimismo y una petición:«¡Ánimo a la gente; de esta vamos a salir! Pero hay que poner un poquito entre todos para levantar el país».
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