Toros
Una bronca innecesaria en la corrida del Corpus de Toledo
El presidente le roba la segunda oreja a El Juli y desata un lío monumental con pelea incluida en el callejón

La cosa iba tranquila, que bastante tenía el respetable con aguantar el bochornazo toledano de 40 grados en su Corpus , hasta que salió el cuarto de la tarde. «Furtivo» se llamaba y apenas le picaron, como a casi todos los demás de Garcigrande. El Juli tomó la muleta e hincó las rodillas en la arena . Y empezó a torear igual que si estuviera de pie: con raza, con temple, prolongando la embestida todo lo que daba la mano. Era la primera tanda y ya se había ganado al público. Cuando se levantó, el madrileño dio dos series de derechazos perfectos. Y lo mismo pasó cuando se echó la franela a la izquierda: media muleta besando el albero y naturales de tres en tres (el toro no aguantaba el cuarto).
Fue una primera mitad de faena de cante grande. De catedrático del toreo, que es lo que es el matador de Velilla de San Antonio. Y entonces Furtivo dijo que hasta aquí habíamos llegado y empezó a huir despavorido por todo el ruedo. Una rajada en toda regla. Pero había un problema para el toro: enfrente estaba El Juli, que le persiguió y todavía tuvo tiempo de arrearle dos circulares y el de pecho para poner la plaza en pie. La estocada delantera hizo rodar al toro y los pañuelos llenanaron Mendigorría. Eran dos orejas de ley , mas en una plaza de segunda, pero el presidente solo concedió una.
Pues se armó la mundial. El Juli cogió la oreja del alguacilillo y la despreció de inmediato. El público se acordó de la madre del usía, a la que mandó ¿cordiales? saludos. Y en el callejón empezaron a cogerse del cuello y tuvo que intervenir la Policía Nacional antes de que se hicieran daño. Los alterados: el ganadero Domingo Hernández y el secretario del delegado gubernativo. La bulla duró hasta bien entrado el quinto toro y aún hubo una segunda parte cuando se acabó el festejo. ¿De verdad, presi, que había necesidad de calentar así al personal?

Orejas de menos peso
Así que El Juli se tuvo que conformar con salir a pie de la plaza de Toledo, porque su primer toro fue un inválido con el que nada pudo hacer. Idéntido premio, una oreja, lograron Andrés Roca Rey y Álvaro Lorenzo del quinto y sexto toro. Fueron apéndices de mucho menos peso que el de El Juli, ganados sobre todo por las certeras estocadas.
Con el que Roca Rey estuvo realmente bien fue con el segundo de la tarde, un Mosquetero de la vida. El peruano cuajó un variado primer tercio, combinando chicuelinas con tafalleras y una cordobina. Al coger la muleta, el torito, que tenía calidad, avisó con rajarse, pero Roca Rey le sujetó con temple. Ninguna vez le atrapó el engaño y gracias a ello brotaron tres grandes series: la primera, con la iquierda; las otras dos, con la diestra.
Porque que no se engañe nadie: este crío peruano de 20 años y familia bien sabe torear. No todo es tremendismo y pasarse los pitones por la espalda. Si solo fuera eso, no tendría el sitio que tiene entre las figuras. Al final, Mosquetero se rajó y en las tablas del tendido cuatro le volvió a hacer otra faena, con luquecinas incluidas, pero se prolongó demasiado y pinchó tres veces antes de meter la espada. Sonó un aviso y todo quedó en una ovación.
Motores gripados
Con el quinto, que brindó a Froilán, inició faena en los medios con dos pases cambiados y una arrucina. Y hasta ahí el motor del burel, que gripó. El resto de la faena fue un empeño afanoso por lograr que Rasgado embistiera y solo lo consiguió a media altura y sin gas. Un desplante de rodillas y de espaldas y una estocada sin puntilla calentaron al público, que le otorgó una oreja.
Álvaro Lorenzo está mucho menos cuajado que Roca Rey, pero tiene una virtud que debería explotar cada tarde: su capote está entre los mejores del escalafón. ¡Con qué regusto y qué relajado toreó al último de los garcigrandes! Y luego hizo un quite por tapatías que los aficionados van a recordar. Después cogió la muleta, consciente de que sus compañeros ya tenían una oreja, y se puso de rodillas. Valentísimo. Solo que este toro también se dejó el motor en los corrales y fue imposible emocinar, aunque como mató de una gran estocada (la espada es su gran defecto) le concedieron una oreja.
El tercer toro, Despensero, fue el mejor del encierro. Tenía prontitud y humillaba. Le faltó mayor transmisión. Lorenzó, al que molestó el viento, brindó a la Infanta Elena y le hizo una faena con altibajos, con los pases de pecho como mejor argumento. Mató horrible y saludó una ovación.

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