ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Del tiempo y sus caminos (26): Chesterton o cómo no ser hijo de su tiempo (II)

«El escritor nos dice que el único progreso verdadero es el que camina hacia una meta fija»

POR BEATRIZ VILLACAÑAS

Los gandes autores desafían al tiempo en el que viven, y su desafío consiste fundamentalmente en traspasar sus límites. Chesterton desafió a su tiempo como católico : «Una persona que se convierte al catolicismo, llega, pues, a tener, de repente, dos mil años». En cuanto al tiempo en el que el autor vivió, podemos decir que en él ya se había instalado la llamada «modernidad». Ciertamente, hay algunas diferencias con nuestro tiempo, pero su tiempo y el nuestro tienen características sustancialmente iguales. Y ¿cómo podríamos definir la modernidad? Se podrían dar varias definiciones. Pero lo que resumiría lo que es la modernidad o qué es lo que caracteriza a los tiempos modernos, actuales, y también, repito, los tiempos en los que Chesterton vivió, es un total descreimiento al respecto de lo permanente, de lo que no se altera: es decir, la verdad.

Para la modernidad y los modernos, el reloj, pues, vendría a ser el árbitro . La modernidad, y la postmodernidad como exacerbación de la anterior, nos ha hecho prisioneros del reloj. Pero más que por las prisas de la vida actual, porque nos ha hecho objetos a merced del cambio: ha sometido nuestro espíritu a lo mutable. Frente a lo permanente, ahora tenemos el cambio como valor. Lo actual es lo único que se valora , pero lo actual necesita ser constantemente cambiado para ser actual: el tic-tac del reloj lo envejece y el frenesí por el cambio es ya un estado de locura. Se promueve y eleva a los altares de la modernidad todo aquello que es novedoso. Se insta a la gente a cambiar de vida (la lotería, si te toca, te permitirá «cambiar tu vida»). No en vano esta cultura se ha llamado «de usar y tirar».

Naturalmente, nada de lo anterior quiere decir que el cambio, según qué circunstancias, no sea necesario. Todo depende de qué es lo que se cambie. Esto nos trae, a su vez, al concepto del progreso. En Ortodoxia , Chesterton ya nos dice que el único progreso verdadero es el que camina hacia una meta fija. Y, por supuesto buena, noble: Cualquier cambio en este sentido sería «cambiar el mundo para adecuarlo al Ideal, no cambiar el Ideal». La idea falaz del progreso está ligada a lo que se llama, con satisfecha admiración, «ir con los tiempos». Pero Chesterton vio muy bien que «ir con los tiempos» es debilidad . Debilidad moral y debilidad intelectual, incluso ridiculez. En honor a Chesterton, termino con este aforismo de mi autoría:

No hay nada tan fácil como ser moderno: dejarse llevar por la corriente de los tiempos no exige ser buen nadador.

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