Martín Sotelo - ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA: HACERSE EL VIVO
Sócrates y la cocinera
«Giramos una llave asombrados de que pueda abrir una puerta o recorremos la ciudad descubriendo en los cigarrales villas romanas»
![Sócrates y la cocinera](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2017/02/27/LLAVE-kGQC--620x349@abc.jpg)
Amor es deseo de conocimiento , dejó dicho Pavese en sus dietarios, años antes de encerrarse en aquella habitación de hotel de Turín, llamar por teléfono a todas las mujeres con las que había estado sin obtener ninguna respuesta y pegarse un tiro ante la frustración de no haberlas podido amar por completo dada su impotencia sexual. Porque del mismo modo que cuando amamos a alguien lo queremos conocer a fondo y queremos conocer con todo detalle el mundo en que se mueve, así también nos adentramos en un libro para enriquecer nuestra vida con el conocimiento de vidas ajenas , miramos el cielo preguntándonos si alguien nos mirará a su vez desde algún punto del firmamento, giramos una llave asombrados de que pueda abrir una puerta o recorremos la ciudad descubriendo en los cigarrales villas romanas y huertos de recreo musulmanes , humo de hierro candente saliendo de las aguas del Tajo o muescas de balas en la forja imperturbable de los muros.
Parece obvio, pero conocer algo implica conocer aquello que se desconoce ; es preciso, por tanto, ir muchas veces en contra de uno mismo, de nuestras propias ideas, despojarse de las certezas como quien se despoja de un abrigo que le asfixia . Conocer exige valentía, abrirse, cambio, libertad. Limitarse a conocer lo ya conocido no es conocimiento, sino reafirmación de la idea preconcebida que ya uno tiene sobre las cosas. Decía Baroja que el esclavo termina por amar tanto sus cadenas que desea compartir tal amor con sus semejantes. Algo parecido sucede con los que ponen cerrojos a sus conciencias ; terminan por amar tanto esos cerrojos que no desaprovechan la ocasión para tratar de implantarlos en las mentes de los demás, sin querer ver que todo orden proviene del caos, es decir, de dejar que las cosas tengan vida propia y se muevan y se desarrollen con total libertad, sin que nada las controle salvo la responsabilidad y el compromiso que contraen consigo mismas de ser como son.
Hay que atreverse a mirar a la realidad tal cual es, no tal como nos gustaría que fuera. Buscar un ideal de hombre es no mirar al hombre real que tienes enfrente por preferir buscarlo en la inmoralidad de la utopía . «Un hombre que desperdicia su existencia provinciana en una bruma de sueños utópicos; que sabe lo que está bien y por qué merece la pena vivir, pero que al mismo tiempo cada vez se hunde más en el fango de una existencia monótona, infeliz en el amor, desesperadamente ineficaz en todo: un hombre bueno que no sabe hacer el bien. Ese hombre es infeliz y hace infelices a los demás; no ama a sus propios hermanos, ni siquiera a las personas que le son más próximas, sino a las más remotas . La suerte de un negro en un país lejano, de un culi chino, de un obrero de los Urales le causa sufrimientos morales más intensos que las desventuras de su vecino o las tribulaciones de su mujer. Arruinaron su propia vida y las de los demás; eran insensatos, débiles, fútiles, histéricos», dijo Nabokov sobre los personajes de Chéjov. El mismo Chéjov decía que es más fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera.
Por todo ello, detesto la utopía, la entelequia, la irrealidad, la simpleza, la etiqueta , lo indivisible, el conjunto; en definitiva, todo lo abstracto y totalitario. Me gusta lo concreto, lo real , lo inconsciente como parte condicionante de la realidad, el detalle, la rama, lo divisible, lo individual, lo personal, es decir, todo lo que sea complejo, no atado a control, y, por tanto, libre. Por esto me gusta la novela . Porque en una novela no importa tanto Dios como la idea de Dios que tiene un individuo con nombre y apellidos en un determinado lugar y en una determinada época rodeado de unas circunstancias personales y tras haber vivido unas experiencias únicas. Más allá de esto, de esta complejidad cotidiana e íntima, todo es rebaño y dogma.
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