CULTURA
La novela de un castellano-manchego en Madrid
«Los años dorados» de Antonio Lázaro
Después de sus cuentos, varios ambientados en Cuenca, a la que denomina Contrebia en la línea de la saga que fundó Federico Muelas, Antonio Lázaro situó sus novelas mayores inicialmente en Toledo ( Club Lovecraft , Memorias de un hombre de palo ), para ofrecernos después una trama contemporánea ( La cruz de los ángeles ) en torno a la cruz de Caravaca, donde Cuenca, como en la leyenda medieval, era escenario importante a través del cura Chirinos, del actual Hospital de Santiago, del rey Zeit Abu Zeit y del enclave de Torrebuceit.
Pero de repente, con su nueva novela Los años dorados, Lázaro coge el Auto Res y se nos va a Madrid . Perdón, qué desfase, ahora lo que se coge mayormente es el AVE y el Auto Res ni siquiera se llama Auto Res. El caso es que se va a Madrid, cosa que con mayor o menor asiduidad hemos hecho y aún hacemos todos los castellanos y, si me apuran, todos los españoles, porque las provincias tienen su encanto pero también sus límites.
De esta novela actual de Lázaro, la crítica, «interesantísimo thriller» ha dicho en Radio Nacional Luis Alberto de Cuenca, destaca que remite y explora los mediados 70 del pasado siglo, ese momento de lucha e incertidumbre que media entre la muerte del General Franco y el referéndum constitucional. Y siendo esto cierto, lo que uno se encuentra al leerla y yo quiero destacar, es una novela sobre más o menos el tiempo presente, donde, en un escenario de crisis, un hombre que lo tiene todo, un triunfador, no es sin embargo feliz . Y a raíz de un encuentro fortuito, lo deja todo para embarcarse en un antiguo amor recuperado y en el esclarecimiento de un enigma que ocurrió en los años 70, cuando tenía 20 años.
A mí esto es lo que más me ha hecho cavilar: ¿cómo es que hay una relación tan directa entre el bienestar material de la gente y su malestar emocional y espiritual? Empleando metáforas del propio Lázaro, Mateo, su protagonista, regresa al desván polvoriento e implacable del pasado y remonta el doloroso río Congo del recuerdo perseguido por unos sicarios de la droga, por sus compromisos como ejecutivo editorial y por sus responsabilidades personales.
Y mientras su personaje resuelve el embrollo, el autor evoca ese Madrid de mediados 70 que vivió a fondo , con los ojos abiertos del joven que se abre a la noche y a la vida. Yo también escuché El tercer hombre sonar en el piano de don César en el Avión Club y me tomé una copa en el Platajunco y vi cómo del castizo Malasaña emergía un barrio alternativo y underground. Yo también he conocido a escritores de raza y casta como Celso Emilio, enteramente consagrados a su obra, a los que les llegaban víveres y pertrechos del pueblo para poder sobrevivir y seguir tirando… Del café Gijón, que también sale, ni les cuento porque daría para todo un libro. Hay vida vivida y un relato trepidante y plástico en la reconstrucción de Lázaro. Cualquiera que conociera el Madrid de aquellos años, reconocerá algo en sus páginas y se reconocerá a sí mismo.
Y los jóvenes que no los conocieron, harían bien en leer estos años dorados, para valorar la democracia que, con sus imperfecciones, tenemos y lo costoso que fue alcanzar las libertades en nuestro país.
El prota de la novela vuelve del pasado con un mensaje luminoso: nunca es tarde para rectificar el rumbo , en su caso para pasar de editor de los libros de otros a escribir los propios y realizar su sueño de juventud: ser escritor. Y tras una acción incesante, los lectores nos quedamos con las estampas de un Madrid que cambia pero mantiene esencias: el actual, efervescente y plural, y el de entonces, de otro modo pero también plural y efervescente, recreados por un escritor de Castilla-La Mancha. Busquen esta novela en su librería o en las casetas de las ferias primaverales . La disfrutarán.
(Antonio Lázaro, Los años dorados, Suma (penguinrandom), 2017)
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