ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
Diario de un jubilado en Nueva York (4): Chisporroteo de infancia
«Cuando de niños mirábamos el prodigio de ver cómo saltaba, en la sartén del asombro, una palomita»
Es el coche número 7 y al pasar junto a él se le oye respirar: es un runrún metálico, como cuando corre agua turbia en una calle. Pintado en rojo desprende un perfume a tardes de invierno, a cine de barrio, a tiempo pasado en la cocina cuando de niños mirábamos el prodigio de ver cómo saltaba, en la sartén del asombro, una palomita que se quería escapar, avisando con un chasquido mágico y casi milagroso.
La furgoneta es como una jaula donde vuelan miles de palomitas en el zoológico de Brooklyn , un paraíso pintado de rojo que atrae a niños y a mayores. Una furgoneta vieja y achacosa, su piel desconchada, con esa tos electrificada que la hace temblar. Un arca de Noé que ha sobrevivido muchas tormentas y ha recorrido muchos barrios con palomitas que calman el deseo y la ilusión: palomitas dulces, saladas, de colores, orgánicas y de toda la vida. Un suspiro de aire, un crujir de dientes, un sabor a nada y un vacío que se llena de otro vacío y otro, y otro...
Sobre la remendada carrocería el maravilloso logo mitad de circo y mitad de magia, con el puente de Brooklyn de fondo . Y en la carrocería temblorosa las nuevas herramientas digitales: palomitas en Facebook, Twitter, Pinterest, YouTube e instagram . Palomitas que se pueden ordenar por correo electrónico.
Vuelve uno a su casa abrumado por el recuerdo de la infancia, la presencia protectora de la madre, los crisantemos llenos de luz arropando a la muerte, el olor a vida en la cocina y el chisporroteo feliz y angustiado de una infancia que se quemaba en una sartén llena de palomitas que querían escapar.
Noticias relacionadas