Instantes de Nueva York (3): El menos transitado

Ángeles obreros, protectores de suicidas que en los atardeceres del amor se tiran al desamor de la noche, funámbulos en la cuerda floja del circo de la vida sin red, sin aplausos, sin alas, solo unas argollas que les protegen del vacío. Dos acróbatas pasando por un estrecho camino rozados por un viento de otoño y el cercano vuelo de gaviotas asustadas y Manhattan a sus pies. La ciudad y dos ríos que los escudan: el East River, que nos recuerda a Walt Whitman y los versos de Hart Crane, y el río humano de turistas que dejan de mirar la ciudad y alzan la vista para ver a los dos trabajadores haciendo malabarismo , inspeccionando parte del puente.

Mientras los falsos arcos ojivales de piedra siguen arqueando la luz, las tablas siguen crujiendo al paso de cientos de pisadas, mientras el hierro se oxida de nieve, viento y lluvia y la gente cruza el río de la vida, estos dos caminantes que no hacen camino al andar, a la manera machadiana, ni tienen opción a escoger otra salida, han dejado grabado este instante en las retinas y en los móviles de cientos de turistas. El río sigue su camino al mar y nosotros nos adentramos, a cada paso, en el camino menos transitado , donde crece la sombra.

Y como aconsejaba Robert Frost, en cuanto a caminos «…yo tomé el menos transitado, Y esto hizo toda la diferencia».