José Rosell Villasevil - Sencillamente Cervantes (X)

Los Cervantes en Córdoba

POR José Rosell Villasevil

Ya dijimos oportunamente, y lo reiteramos con el fin de alejar cualquier duda en torno a la identidad del autor del Quijote, que la rama paterna de Miguel (tanto masculina como femenina), se encuentra enraizada en la Ciudad de los Califas. Por tanto, aunque no hubiesen nacido allí los nietos, ni inclusive el padre, sí captarían instintivamente en el fondo de su ser, el grito jubiloso de la sangre que regresa a sus orígenes.

Al margen de la dramática situación que sufren aquellas personas, el regreso providencial a los manantiales andaluces de su génesis, será más tarde, en la creación literaria del grran alcalino, un hecho de inusitada transcendencia. A su tiempo lo recordaremos .

Cuatro niños, el matrimonio y la anciana abuela Leonor , repudiada por el Licenciado, que no quiere morir lejos de su tierra; y el triste paso por el camino polvoriento -un par de semanas deambulando inseguros-, posiblemente a lomos de falsas mulas de alquiler, más pulgosas y ruines que las sucias ventas del itinerario, «donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación».

Los otoños en Córdob a son suaves como pétalos de rosa, y en la ciudad reina ahora la paz y la concordia, conviviendo tres culturas enriquecedoras, después de los choques raciales, sangrientos, que otrora la asolaran. Todo bajo la mirada protectora, vigilante y paternal del Santo Oficio -eso sí-, pero mucho más justo y más moderado que la del nefasto inquisidor, por mal nombre llamado Lucero.

Nuestros viajeros han llegado exhaustos a su destino a finales de octubre; y parece que se alojan en la collación de San Nicolás de la Ajarquía, en el barrio castizo de los famosos guadamecileros y agujeros, el de la Plaza del Potro florida, y, por contraste, del maloliente Caño de Vicenguerra.

Un documento firmado por don Rodrigo el 31 de octubre de 1553, nos revela estos valiosos datos: que en esa fecha ya estaban en Córdoba; que no traían camisa que ponerse; que el “cirujano” no tenía temor a endeudarse de nuevo. Se trata de la obligación, suscrita ante el escribano público Luis Martínez, por valor de 4.660 maravedís, importe de la compra hecha al mercader Alonso Rodríguez, cuyo detalle es testigo fehaciente, también, del delicado momento familiar. He aquí, en su propia literaridad un trocito del texto: «por «doze» varas de «Roan», e por «rasón» de «dies» e ocho varas e dos tercias de «Olanda...»

El plazo del crédito es muy corto, ya que don Rodrigo se compromete saldarlo «antes del día de Pascua de Navidad primero que «verna». Lo que parce constatar también, que el viejo jurista ya tenía agenciado a su hijo un digno y bien remunerado trabajo, que le daba cierta cierta seguridad.

Cabe pensar, ante la falta de las oportunas pruebas, que se tratara de un puesto de cirujano en la Cárcel de la Inquisición.

Muchos años después, en declaración firmada en Sevilla a favor del cómico cordobés, amigo desde la infancia, Tomas Gutiérrez, ricamente afincado como mesonero de alto rango en la Ciudad hispalense, Miguel de Cervantes afirma, para valorar su declaración, «ser hijo y nieto de personas (cordobesas) que han sido familiares del Santo Oficio».

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