Toledo

«He sentido rabia e impotencia. Mi labor como médico es proteger y cuidar a la gente»

Carmen Fábrega Alarcón es médico de familia en el centro de salud de Sillería en Toledo

Carmen Fábrega, en su consulta del centro de salud de Sillería ABC
Francisca Ramírez

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Mi labor, como médico de familia, es la de proteger y cuidar a la gente . En esta época marcada por el bicho, he sentido impotencia, rabia y desconcierto. Es una situación inaúdita», afirma con voz entrecortada Carmen Fábrega Alarcón, médico de familia desde el año 2001. Trabaja desde hace seis años en el centro de salud de Sillería, que atiende entre 8.500 y 9.000 cartillas sanitarias del Casco histórico de Toledo.

Sentada en su consulta, lleva un lazo negro en su bata blanca como homenaje silencioso a los fallecidos del Covid-19 . Sigue sin parar de trabajar, agotada como todos los sanitarios que han estado en esta crisis en primera línea.

Carmen —que sigue viviendo en el barrio de Santa Teresa donde nació hace 45 años, madre de un niño y una niña— reconoce que los primeros días estaba nerviosa porque quería hacerlo lo mejor posible, «a pesar de que no teníamos unos protocolos claros, había que seguir trabajando. Entre todos los compañeros nos organizamos, hemos usado el sentido común para sacar adelante el día a día», confiesa.

Luego vendrían las directrices de la Gerencia de Atención Primaria, en las que se especificaba, entre otros, que se debían hacer las analíticas a los pacientes oncológicos, con enfermedades graves y a mujeres embarazadas. A las otras personas se les atendía, dependiendo de la gravedad de su enfermedad.

A pesar de las horas de trabajo intenso, del sobresfuerzo, el equipo del centro de Sillería se unió para atender a los habitantes del Casco, remarca. Así, el equipo de enfermería se volcó en realizar las pruebas, junto al trabajo de los médicos, los administrativos, y el personal de limpieza. «Me siento muy orgullosa de mis compañeros. Están dando lo mejor de ellos en esta pandemia», señala.

En este día a día, la forma de llevar la consulta ha cambiado. Ahora, los médicos llaman a las personas mayores inmovilizados, una forma de hacerles ver que están acompañados. «Les llamamos para que sepan que estamos a su lado y que pueden contar con nosotros», dice. Además, está muy pendiente de los otros pacientes que llaman para consultar alguna cuestión de salud. «La gente tiene dudas por el bicho, sobre los síntomas. Tenemos que orientarles», explica.

Carmen confiesa que el bicho —como ella lo llama— le tocó también a nivel personal. El 16 de marzo fue ingresado en el Hospital Provincial su padre, Ricardo Fábrega (79 años), afectado por el Covid-19. Ahí empezó un período sombrío para su familia . Se fue a vivir con su madre, dejando a su marido, Juanjo, al cargo de sus dos hijos.

«Mi padre estuvo ingresado hasta el día 25, pero las primeras 24 horas no pudo contactar con nosotros. No sabíamos nada de él. Además, él era consciente de que se moría», afirma profundamente afectada. «Ha sido duro seguir trabajando así, no estaba fuerte y debía apoyar a mis pacientes».

Como médico fue la encargada de recibir todas las noticias acerca de la salud de su padre. En ocasiones —confiesa— «no quería decírselo a mi familia». Carmen tiene tres hermanos, de los cuales su hermana vive en México. Los otros dos en Toledo.

Tras haber sido dado de alta, su padre estuvo en cuarentena 15 días en su propia casa. Carmen tenía la certeza de que saldría adelante. «Durante 25 días estuve viviendo con ellos, les ofrecí mi amor y mis cuidados. Ha sido una experiencia difícil, pero hemos salido adelante», recuerda.

Tras estos dos meses en primera línea, la doctora Fábrega se muestra preocupada por las actitudes sociales de algunos ciudadanos. «Creen que con ponerse la mascarilla en la barbilla se están protegiendo. Y no es así. Hay que ser responsables, el virus no ha desaparecido. Sigue entre nosotros. No hay que olvidarlo», puntualiza.

Finalmente, lamenta que el personal del centro de Sillería siga expuesto porque aún no se les ha hecho los test. Es comprensiva ante esta situación porque entiende que hay otras zonas de Toledo donde el Covid-19 ha llegado con más fuerza. De momento, Carmen sigue con su jornada. Se levanta y coge el teléfono para hablar con la esposa de un paciente que está afectado por el coronavirus. «Está muy grave en la UCI y me preocupa muchísimo», concluye.

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