Toledo fingido y verdadero
Sixto Ramón Parro: el erudito local
La relación de Sixto Ramón Parro con Toledo guarda una singular complejidad aún no examinada
![El alcázar, Toledo visto como museo y la catedral. Litografía de Joaquín Sierra Ponzano con dibujos de Fernando Miranda (El Periódico Ilustrado, 5 de agosto de 1866)](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2022/05/30/1monu-ksUB--1248x698@abc.jpg)
Una obra prestigiada
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Es sabido que Parro dedicó su obra a la pretendidamente completa descripción del rico patrimonio artístico legado a la ciudad por el pasado, en particular el de origen arzobispal o eclesiástico, al que el autor rinde homenaje. Así lo explicita en su mismo largo título, Toledo en la mano o descripción histórico-artística de la magnífica catedral y de los demás célebres monumentos y cosas notables que encierra esta famosa ciudad, antigua corte de España, con una explicación sucinta de la misa que se titula «muzárabe» y de las más principales ceremonias que se practican en las funciones y solemnidades religiosas de la Santa Iglesia Primada. Era el fruto de un continuo acceso privilegiado a los archivos catedralicios, eclesiásticos y municipales. Jerónimo López de Ayala , vizconde de Palazuelos, resaltó en su día que hay en el libro «mayor copia de datos que en los que le habían precedido y le siguieron». El Ayuntamiento toledano así lo entendió cuando, el 27 de octubre de 1897, dio su nombre a la última calle donde estuvo domiciliado, antes llamada de la Tripería, por haber «contribuido poderosamente a que se conozcan con todos sus detalles los monumentos de esta capital».
La indudable importancia de la obra no impide, sin embargo, reconocer sus deficiencias e incorrecciones. Han sido detectadas y corregidas a lo largo del tiempo en más de un caso, por ejemplo, con respecto a la mezquita del Cristo de la Luz. Rodrigo Amador de los Ríos, en su admirable estudio sobre la arquitectura antigua de Toledo publicado en 1905, fue uno de los primeros en señalarlas. Advertidas, impiden sostener la enfática calificación, modestamente rechazada por el mismo autor, de «cuasi perfecta» con que Esperanza Pedraza saludaba su edición facsímil. Por otra parte, el cúmulo de datos y noticias, no siempre pertinentes ni bien fundadas, que contiene no debe llevar a ignorar sus objetivos ni la visión de la ciudad que sustenta su selección y recopilación.
La ciudad como museo y población de tercer orden
El autor de Toledo en la mano pretendía algo más que llevar a cabo una vasta descripción de los «monumentos y preciosidades» de la ciudad. La efectúa, según declara, con el objetivo de demostrar que la ciudad es ante todo un «museo digno» de ser visitado y estudiado por «toda persona curiosa e ilustrada». Quiere, además, poner de relieve, en una época en que la Iglesia ha perdido, por la desamortización de sus bienes y la supresión de los diezmos, buena parte de los recursos con que contaba, la importancia histórica de la Iglesia en la conformación de Toledo. Su amigo León Carbonero y Sol ponía de manifiesto tal intención al publicitar la obra en su revista La Cruz celebrando «la copia de datos» que su autor había logrado reunir merced «más que todo a su entusiasmo por las glorias religiosas […] de Toledo».
La presentación de Toledo como museo presidido por su «magnífica catedral» guarda relación, de hecho, con la visión que Sixto Ramón Parro tiene de la población. Afirma que no es sino una mera «capital civil de una provincia de segundo orden», una ciudad muerta cuyo único interés residía en las supuestas glorias heredadas de su pasado y la realidad de cuyo presente, al que daban la espalda tanto él como los hombres de la capa social a la que pertenecía, se le figuraba carente de todo interés. Incluso rebaja su categoría a ciudad «de tercer orden» en su Compedio de Toledo en la mano , donde la presenta, para atraer a «curiosos» visitantes, con «3.000 casas bastante capaces y cómodas en lo general» distribuidas por «calles bien empedradas» y «muy limpias» («pues las lluvias -escribe- las lavan perfectamente arrastrando al río las inmundicias»), dotadas de «aceras las más principales» y «todas ellas alcantarilladas». Contradecía así lo advertido por él mismo como alcalde, en un bando de 1850 sobre las reglas de policía urbana «olvidadas por muchos vecinos». Debe ser visto, por ello, como uno de los cultivadores de esa imagen de Toledo anclada en su pasado cuya falta de vitalidad simbolizaría Navarro Ledesma en su Azanatópolis, la ciudad de ruinas supuestamente eternas que, con su negativa a morir, impide que nazca toda nueva vida.
¿Toledanismo o antitoledanismo?
No se puede, por tanto, hablar de toledanismo si concebimos como tal el fenómeno socio-cultural surgido por obra de individuos de la generación inmediatamente posterior a la de Parro, entre los que destaca Antonio Martín Gamero, con la doble finalidad de propiciar el conocimiento de la historia y del patrimonio monumental de Toledo, así como su recuperación, y de impulsar, además, la modernización y revalorización de la ciudad misma. La liberaban del anclaje en el pasado sin negar su singularidad. Sixto Ramón Parro sería un continuador del pintoresquismo romántico, a cuyas figuras señeras - José Amador de los Ríos y Manuel de Assas - acude él con frecuencia. Su especificidad estaría alimentada por el movimiento de defensa de los intereses eclesiásticos coetáneo de la desamortización decimonónica y ligada al empeño de construir una imagen simbólica de Toledo como testigo y salvaguarda nacional de los valores tradicionales supuestamente dominantes en la época de hegemonía mundial de la monarquía española, descuidados en su presente por la incuria y la despreocupación extremas de instituciones y habitantes, según pensaban Pedro José Pidal , valedor político de Parro, y Juan Donoso Cortés.
De ese inane tradicionalismo renegaron otros ciudadanos que pugnaban por sacar a Toledo de su postración. Oportunamente lo ha recordado Rafael del Cerro en su reciente artículo sobre el periodista Tomás Gómez de Nicolás . Son dos visiones contrapuestas de la ciudad y de su historia que corresponden a grupos sociales e ideológicos diferentes. El renombre adquirido por la obra de Parro -sin interés alguno, de hecho, por la ciudad real- se debe tanto al valor de muchos de los datos que aporta como, además, a la permanencia del control hegemónico sobre las instituciones, en alianza con la jerarquía eclesiástica, de la capa más conservadora de la mesocracia urbana, formada por funcionarios y rentistas y sostenida por el poder central. Es más: su importancia llegó a ser reconocida justamente cuando el desencadenamiento, a finales del siglo XIX, de la crisis social y política que acabó por hundir el Régimen de la Restauración y el consiguiente ascenso electoral de liberales y republicanos hicieron que ese grupo sintiera amenazada su preeminencia y cuestionadas sus ideas.
![José Luis del Castillo](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2022/05/30/CASTILLO-kMgF--220x220@abc.jpg)