Setenta años con el Redentor a cuestas
Los caballeros penitentes de Cristo Redentor están de celebración. Este capítulo se creó en 1947 y, desde entonces, no ha parado de crecer. Su procesión, el Miércoles Santo, se estrena este año por el cobertizo de San Pedro Mártir
El tañido de una campana, el canto del Miserere, el redoble del destemplado del tambor, el golpeo de las horquillas en el suelo, las pisadas, los pies descalzos, la luz de los faroles y la impresionante imagen del Cristo Redentor portada a cuestas por los caballeros penitentes desfilando por los cobertizos del Casco Histórico. Esta es la imagen que se repite todos los miércoles santos en Toledo desde aquella primera salida penitencial acaecida el 2 de abril de 1947 y, por eso, este año, el Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor está viviendo la conmemoración de su 70 aniversario con un acto que se celebró el pasado viernes con la presencia del obispo emérito de Segovia, Ángel Rubio Castro, que presidió una eucaristía de acción de gracias y en el que se bendijo la nueva túnica que el Cristo vestirá el próximo miércoles.
La procesión más castellana
El capítulo estrenará este año recorrido, según anunció a ABC el hermano mayor del capítulo, Carlos Blanco Zaldívar. Además de los cobertizos de Santa Clara y Santo Domingo, la procesión desfilará por el cobertizo de San Pedro Mártir, en un recorrido único y que ha hecho que esta procesión sea una de las más seguidas de la Semana Santa toledana. «Nos hemos hecho un huequecito y lo que quizá llevamos más a gala es que somos la procesión más castellana de Toledo, con nuestra estación penitencial», explica Blanco Zaldívar, que lleva 28 años participando en este desfile procesional. Solo una intervención quirúrgica le privó un año de la cita, aunque su puesto lo ocupó su hijo, también Carlos, que es cofrade también desde el 1984.
Este funcionario jubilado, que se trasladó por motivos de trabajo a Madrid, mantiene su casa en pleno centro del Casco Histórico y vive con la misma pasión que tenía cuando con siete años, de la mano de su padre participó por primera vez en la procesión del Cristo Redentor como monaguillo. En 1954, cuando su padre ingresó en la cofradía, no llegaban a los 80 caballeros y, ahora, son 432 y han llegado a procesionar más de 200 en la calle.
El hermano mayor destaca que el objetivo principal de este capítulo es «vivir la fe y dar testimonio evangelizador de nuestras creencias, promover una vida cristiana penitencial y más perfecta e impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico y así dar testimonio de Cristo Redentor y practicar obras de caridad con los más necesitados, sin excepción ni distinción».
No obstante, cada cofrade vive la procesión una forma distinta. «Es algo que se lleva dentro, cada uno vive la religiosidad a su manera. Yo medito, pienso en el año anterior, en qué puedo mejorar. Ahora soy el hermano mayor y tengo la suerte de ir cerca del Cristo, pero durante 28 años he sido costalero de entrada y salida».
La procesión, como desde hace 70 años, saldrá este miércoles puntual a las 23.30 de la preciosa Plaza de Santo Domingo el Real para discurrir por cobertizos y la estrechas calles de Buzones, Capuchinas, Tendillas... Está organizada como un Vía-Crucis con catorce estaciones, en cada una de las cuales y a lo largo del recorrido, la imagen, que va sobre andas a hombros de doce penitentes, se va relevando por turnos de hermanos delimitados por veinticuatro cruces. Acompaña al cortejo una campana, donada por las religiosas, que se toca cuando se canta el Miserere en la procesión que representa la presencia de las monjas en la procesión. Y también una cruz guía tallada y 24 cruces que son portadas por los penitentes.
La imagen del Cristo se sabe que, primeramente, procesionó sin manto alguno, pues la túnica que exhibía era la propia de la talla. El primitivo y modesto manto de color carmesí, se confeccionó por las religiosas dominicas del convento, en donde estos días se ha celebrado una exposición con todas las túnicas. Los caballeros llevan hábito penitente consistente en una túnica blanca, capucha negra, cíngulo de lana blanco y Cruz de madera con cordón dorado en el pecho.
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