El perfil genético de Aleksander, clave para que sea o no condenado por una agresión sexual en 2007

El matrimonio asaltado declara tapado por un biombo para no ver al acusado

Aleksander Nikolla, al llegar a la Audiencia de Toledo esta mañana Manuel Moreno

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Aunque él lo niega, Aleksander Nikolla fue uno de los cuatro atracadores que asaltaron una vivienda en la provincia de Toledo la madrugada del 14 de septiembre de 2007. El ADN de este albanés, nacido en 1972, lo sitúa allí, en una casa de dos plantas y garaje de la que no se facilita su ubicación porque ni siquiera los hijos de las víctimas saben, 13 años después, lo que sucedió.

Francisco Miguel Galiana, el abogado de Aleksander, mantiene sin embargo que existe una «duda razonable» de que su cliente cometiese una agresión sexual sobre la dueña de la vivienda, en la que también se encontraban su marido y su hijo de 11 años. El letrado cuestiona la validez de la muestra genética tomada en Francia. Para la fiscal del caso, en cambio, el único procesado de los cuatro ladrones fue, sin ninguna duda, quien obligó a la mujer a hacerle una felación. Su ADN estaba en una toalla naranja con la que un delincuente se tapó la cara al caérsele el pañuelo en el baño.

Pero, ¿qué pasaría si Aleksander no es declarado culpable de un delito de agresión sexual, por el que la Fiscalía y la acusación particular piden una condena de 14 años? Su letrado lo tiene claro: «No podrían condenarlo por un delito de robo con violencia en casa habitada [castigado con 5 años de prisión como máximo], porque ya habría prescrito».

¿Por qué ha tardado casi 14 años?

El juicio, visto para sentencia, se celebró este miércoles solo con Aleksander en la sala porque sus tres compinches no han sido identificados. A la Audiencia de Toledo llegó en un furgón de la Guardia Civil, aunque merece la pena explicar el periplo del procesado hasta sentarse en el banquillo, lo que aclara por qué no sido juzgado antes.

En 2009, dos años después del asalto a la vivienda de Toledo, fue detenido en Francia por receptación (la ocultación o el encubrimiento de efectos de un delito). Pero hasta 2017 no saltó la alarma en los archivos policiales: el perfil genético de Aleksander coincidía con uno de los delincuentes en el atraco de 2007. Estaba en Macedonia, donde fue detenido y extraditado luego a España.

Este miércoles, Aleksander entró en la Audiencia junto con dos policías nacionales. Insultó a un fotoperiodista que lo esperaba en la puerta del edificio -«¡hijo de puta!»-, pero solo dijo tres frases durante su comparecencia en la sala con la ayuda de un intérprete: «Voy a contestar solo a las preguntas de mi abogado», «No reconozco mi participación» y «Nada que decir» en el turno de última palabra al que todo acusado tiene derecho. Así cerró un juicio que no llegó a las dos horas de duración.

La mujer había declarado primero. Su testimonio no fue tan preciso como la declaración que había hecho 19 meses antes, el 20 de julio de 2018, en un juzgado de instrucción. «Ha estado bajo tratamiento psicológico porque ha querido olvidar muchos detalles», aclaró luego su abogado, Rafael Pérez-Moreno. Y para eso, para pasar página, tanto el marido como la esposa se han sometido a terapias.

El marido, ante el tribunal: «En todo momento la cosa estuvo muy tranquila. Unos se fueron con mi señora y otros, conmigo». «No nos quitaron los relojes; se los dimos porque queríamos que se fueran pronto»

No obstante, la mujer contó este miércoles, tapada por un biombo, que aquella madrugada de hace casi 14 años vio linternas encendidas, se incorporó sobre la cama y tres asaltantes se echaron sobre el matrimonio mientras un cuarto se quedaba en la puerta de la habitación de su hijo pequeño.

Habían entrado por una puerta de la parte trasera, por la zona de la piscina. Tapaban sus rostros con pasamontañas o pañuelos, llevaban guantes, un destornillador y tijeras. Casi seguro que algún cuchillo, pero las víctimas no lo recordaban este miércoles. A ella le quitaron su reloj de la muñeca y a su marido, el que tenía sobre su mesilla.

Metieron a ambos en el baño de la habitación cogidos del cuello. Al esposo lo golpearon y se desmayó momentáneamente. Les ataron las manos por la espalda con corbatas del marido y luego «nos llevaron» por la casa buscando dinero, joyas y una caja fuerte. En el bolsillo de un pantalón del esposo habían encontrado entre 600 y 800 euros, mientras que en el salón se apropiaron de entre 1.000 y 2.000 euros guardados en un mueble.

Dos de los delincuentes bajaron a la mujer al garaje, donde una caja fuerte vacía no había sido desembalada de su caja de cartón todavía. Al bajar por segunda vez, le realizaron tocamientos, la tiraron al suelo y la intentaron violar. «Pero como no pudieron, me levantaron el pelo y me obligaron a hacerles una felación», añadió entre lágrimas, ante la insistencia de la fiscal para que explicara todo el episodio violento. «Creo que uno de ellos me introdujo los dedos por la vagina», apostilló la víctima sollozando, aunque en su declaración en 2018 había afirmado que había sido también por el ano.

Pero ella no reconoció en la sala si fue el acusado quien la agredió sexualmente, aunque sí manifestó que uno de los dos que la acompañaron al garaje era más alto que los demás.

«Al crío ni lo tocaron»

El relato del marido ante el tribunal fue parecido al de su mujer, si bien algo más impreciso que la narración del Ministerio Público en sus conclusiones provisionales. «No recuerdo si me pusieron una navaja», respondió el hombre tras el biombo a preguntas de la fiscal, aunque no ha olvidado que los sacaron de la cama cogidos del cuello. No obstante, «en todo momento la cosa estuvo muy tranquila. Unos se fueron con mi señora y otros, conmigo», añadió. «No nos quitaron los relojes; se los dimos porque queríamos que se fueran pronto», contó el esposo, quien dejo claro que «al crío ni lo tocaron» y «no nos pegaron más».

Afirmó, por dos veces, que «hemos intentado olvidar lo antes posible», y ratificó que el más alto y fuerte de los atracadores también era «el más tranquilo y moderado», aunque no corroboró si el procesado se tapó la cara con la toalla. «Los que estuvieron conmigo me dijeron que me mantuviera tranquilo», desveló el hombre, a quien su mujer le confesó la agresión cuando volvieron a estar juntos en el baño de su dormitorio con su hijo: «Me lo dice llorando; que han abusado de ella, pero me lo dice sin que el niño se entere».

En el garaje la Guardia Civil recogió muestras biológicas y pelos. Los investigadores también se llevaron ropa interior de la mujer, el camisón que vestía y la toalla de la que se obtuvo el ADN de Aleksander, aunque su abogado duda de la validez de la prueba y se quejó ante el tribunal de la manera de proceder que tuvo el juzgado de instrucción cuando él solicitó la impugnación de la toma.

«Por las declaraciones iniciales [de las víctimas] no se puede determinar quién bajó para cometer la agresión sexual», recalcó Galiana, quien calificó el robo de «execrable». Sin embargo, añadió: «Me puede molestar que este señor salga de rositas, pero la ley es así, el imperio de la ley; es la que manda».

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