Crimen de Cristina Martín
«En el pasillo le dijo que la iba a matar y yo no creí que llegara a eso; ella no pudo reaccionar»
Vicenta estaba con su hija cuando José Rafael fue a la cocina, cogió un cuchillo y le asestó «dos puñaladas certeras»
«Él estaba agachado y las dos puñaladas se las dio en el suelo del salón, pero no recuerdo si con una o con las dos manos». La madre de Cristina Martín , muerta a manos de su marido, José Rafael García , detalló este martes cómo sucedió el crimen cometido en Mora, en el domicilio familiar, el 5 de febrero de 2017.
Aquella tarde, catorce días antes de que la difunta cumpliese 40 años, Vicenta acompañó a su hija al baño que habían adaptado para ella. Las dos regresaban al salón, donde Cristina llevaba años durmiendo en un sillón por su delicado estado físico. En el pasillo José Rafael, que desde hacía 13 meses solo salía de su dormitorio para comer y cenar, las insultó gravemente y amenazó a su esposa con que no cumpliría los años porque la iba a matar. Pero, ¿qué le llevó a hacerlo?
Aunque conocía perfectamente los prontos tan «habituales» de su yerno, que iban acompañados de graves insultos hacia las mujeres de la casa, Vicenta nunca pensó que llegaría a ejecutar su amenaza .
Sin embargo, José Rafael «se fue a un armario de la cocina, salió, volvió y cogió un cuchillo. A mi hija la mató con dos puñaladas y a mí me tiró al suelo y me rompió los dedos de una mano (...) Le dio dos puñaladas certeras; sabía a lo que iba», relató la abuela, quien logró poner a salvo a su nieto de apenas un año, vástago de su hija Pilar.
«Me levanté a rastras, la vi con los ojos abiertos y fui a por unas toallas para ponérselas en el pecho », recordó Vicenta, a quien el homicida también amenazó con matarla.
Cristina, con una falta de movilidad enorme (85% de discapacidad según el fiscal), no pudo defenderse . «No se podía mover, por desgracia», y «no pudo reaccionar», se lamentó su madre, de 73 años, quien declaró acompañada precisamente de Pilar.
«Ella no se movía sola»
En la segunda sesión del jucio con jurado en la Audiencia de Toledo, no se vislumbró el móvil de este crimen después de cinco horas de declaraciones. En este tiempo, sin embargo, el fiscal Antonio Huélamo y los abogados de las acusaciones particulares dedicaron muchos minutos a hacer ver que la frágil Cristina, de apenas 40 kilos de peso y con 165 centímetros de altura, estuvo siempre a merced de su verdugo.
Para probar que fue un asesinato, se apoyaron en los testimonios de Vicenta y Pilar; de Olvido , prima de la fallecida, y también de Ángel Luis , el sanitario que curaba las escaras de Cristina, quien llevaba veinte años enferma y prácticamente no se podía mover. Por los dolores que sufría, dormía en un sillón adaptado en el salón, donde su madre la acompañaba cada noche acostada en un sofá.
«Ella no se movía sola. Los médicos le dijeron que no podría volver a andar, pero lo intentaba, luchaba por estar mejor, porque era una persona con mucha fuerza», recalcó Pilar, quien se disculpó por llorar en algunas partes de su declaración. «Caminaba con nuestra ayuda y, si yo le daba un golpe sin querer al recogerme el pelo, se caía; y, si se hacía daño, perdía el conocimiento», continuó. «Casi no comía. Le triturábamos la comida y siempre tenía que estar acompañada cuando caminaba», insistió al hablar de su hermana, a la que a veces la alimentaban a través de un catéter.
El abogado de la defensa, en cambio, puso en duda la fragilidad de Cristina y trató de demostrar también las contradicciones en las que esos testigos habrían incurrido en sus declaraciones ante la Guardia Civil, en la instrucción y en la sala. Pero el letrado, Francisco Javier Serrano , fue interrumpido varias veces por el presidente del jurado, el magistrado Alejandro Familiar, que no apreciaba esas incoherencias.
«Estaba enamorada de él»
Por los testimonios escuchados, Cristina y José Rafael no atravesaban, ni mucho menos, el mejor momento de la relación sentimental, que había comenzado una década atrás a través de internet. Pero ni los padres de Cristina, ni su hermana Pilar ni su prima Olvido creyeron en algún momento que el desenlace fueran esas dos puñaladas mortales. «Ella lo quería», dijo Vicenta, la madre. « Mi hermana estaba muy enamorada de él y no le daba importancia si la insultab a. A los tres minutos se le olvidaba lo que le hubiese dicho», declaró Pilar, quien tiene a su cargo a la hija de su hermana y de José Rafael.
Pilar utilizó la palabra «encantador» para definir cómo fue el comportamiento de su cuñado, que llegó desde Canarias, durante los primeros años de la relación con su hermana. Sin embargo, el hundimiento del próspero negocio de bebidas que el padre de Cristina había confiado a su marido significó un punto de inflexión en la conducta de éste.
En la sala se habló de que protagonizó tres supuestos intentos de suicidio, aunque la familia de Cristina cree que fueron simulados por lo que ellos vieron y también les explicaron los especialistas que atendieron a José Rafael. «Hizo el paripé de que iba a atentar contra su vida», declaró Tobías, el padre de Cristina, que lo consideraba como un hijo. Una declaración que choca de frente con la línea de defensa de José Rafael, que sigue intentando demostrar al jurado que la reacción mortal de su cliente fue a consecuencia de una depresión.
«Aún no me ha agredido»
En esta segunda sesión, y a petición de la defensa, el presidente del jurado leyó los wasaps que se intercambiaron Olvido y su prima Cristina unas semanas antes del crimen: «No quiero ir camino del cementerio», «Aún no me ha agredido», «Cuando lo veo, me tiembla todo» o «Detrás de un insulto, otro». Oídos sin más, podrían dar a entender el final tan trágico de la relación de José Rafael y su mujer, que borraba algunas de sus conversaciones porque su marido contralaba el teléfono móvil que ella usaba.
Sin embargo, Olvido, trabajadora social, aclaró que Cristina tenía miedo a divorciarse teniendo esa discapacidad y también cuál sería el futuro de la hija de ambo s. «Se habían producido malos tratos verbales, Cristina estaba en una encrucijada y quería una orientación», explicó. «No tuve la sensación de que su vida corría peligro -aseguró-, sino de que estaba pasando por una situación difícil». Diecisiete días después de los últimos wasaps, su prima murió de dos puñaladas: una en el corazón y otra en el pulmón izquierdo.
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