José Rafael, acusado del crimen de Cristina Martín: «Sí, soy culpable pero no me conformo con la pena»

El esposo de la fallecida solo contesta a las preguntas de su abogado en la repetición del jucio por el homicidio ocurrido en Mora en 2017

José Rafael García Santana, a su llegada a la Audiencia Provincial de Toledo este mañana EFE

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«Sí, soy culpable pero no me conformo con la pena», contestó este mediodía José Rafael García Santana al comienzo de su declaración en la Audiencia Provincial de Toledo. Es lo que respondió al magistrado Alejandro Familiar, que preside el jurado popular que lo juzga, cuando le preguntó si se consideraba responsable o no del crimen de su esposa, Cristina Martín, la tarde del lunes 5 de febrero de 2017 en Mora.

«¿Que si la maté de manera alevosa? No sé lo que es eso», contestó José Rafael, quien se negó a responder a las preguntas de la Fiscalía y de las dos acusaciones particulares y la popular. «Solo contestaré a mi abogado», advirtió. «Lo siento por usted», se disculpó ante el fiscal jefe provincial, Antonio Huélamo, quien lo acusa de un asesinato.

A José Rafael se le juzga por segunda vez en la Audiencia toledana, después de que el primer veredicto fuese anulado porque el jurado no motivó lo suficiente su dictamen, por el que el procesado fue condenado a prisión permanente revisable.

«Estoy arrepentido»

Dos puñaladas con un cuchillo de cocina, una en el corazón y otra en el pulmón izquierdo, atravesaron el débil cuerpo de la mujer, con una discapacidad reconocida del 85 por ciento, aunque José Rafael sostiene que ella caminaba. «Hacía una vida normal dentro de sus limitaciones», afirmó en la sala, para asegurar después que no recordaba el detonante de su acción mortal cuando Cristina estaba sentada en el salón de su vivienda. «Estoy arrepentido», añadió.

Cristina, de 39 años y 40 kilos de peso, logró intercambiar unos wasaps con un familiar momentos antes de ser atacada por haber pedido ir al baño adaptado para ella en su casa, según la Fiscalía. Así acababa una relación sentimental de diez años, iniciada a través de internet, con una niña de 4 años huérfana, fruto de un vientre de alquiler.

El homicidio ocurrió sobre las seis de la tarde en el número 4 de la calle Romaneros, que José Rafael, Cristina y su hija compartían con sus padres y una hermana con su bebé. Pero la tarde del crimen solo la abuela y uno de los nietos estaban en la vivienda, ya que el resto de la familia había ido de compras a Madrid.

«No dispongo de ese dinero»

Tras declararse culpable, el magistrado le preguntó si se conformaba con el pago de las indemnizaciones para la familia [590.000 euros pide el fiscal], a lo que el reo contestó: «No dispongo de ese dinero».

El marido de Cristina, con la que llevaba casado más de diez años, lo dijo con la boca tapada por una mascarilla. No quiso quitársela cuando se lo pidió uno de los abogados de la acusación particular, José Megías, para poder oírlo más claramente. «De aquí me voy a prisión, donde ha habido casos; voy a proteger a la gente con la que vivo y a ustedes», se justificó.

La mascarilla forma parte del protocolo de seguridad e higiene por el coronavirus establecido para este atípico juicio, en el que se exime del uso obligatorio de la toga (los abogados de la defensa y de la acusación no la usaron en esta sesión). Sin público ni periodistas en la sala noble de vistas de la Sección Primera —se puede seguir por videoconferencia—, los bancos libres son ocupados por los nueve miembros titulares y los dos suplentes del jurado. Esto ocurre por primera vez desde mayo de 1999, cuando se celebró el primero.

El acusado junto con su abogado, eximido del uso obligatorio de la toga por la COVID-19 EFE

Antes de un breve interrogatorio a José Rafael, su abogado, Francisco Javier Serrano, se presentó ante el jurado de una forma inesperada, —«soy el que voy a mentir», espetó—, después de haber escuchado al fiscal.

Se sinceró con el jurado, pues dijo que el acusado no era inocente, pero recalcó que va a batirse para que se aplique la ley, «no la venganza», por unos hechos «muy graves».

A preguntas solamente de su letrado, José Rafael afirmó que «no tenía reacciones de ira», que «mi suegra era mi segunda madre» y que dejó de tomar «la medicación para mi depresión antes de los hechos».

Esta línea de defensa será apuntalada por el letrado, nuevo en esta causa, a lo largo del juicio para evitar la prisión permanente revisable. «A mi cliente se le diagnosticó una depresión grave, que le afectó a su forma de ser, convirtiéndose en otra persona», había dicho antes de que interviniera José Rafael, quien ha cogido mucho peso en prisión el último año y medio, «pero no por la buena vida», aclaró.

«Vejaba siempre a las mujeres de la casa»

Para el fiscal, sin embargo, José Rafael ejecutó un «ataque sorpresivo», cuando nadie podía defender «a la mujer de los ojos verdes», como la describió. «Ella no tenía miedo de que la atacase», aseguró Antonio Huelámo, quien sentenció que el acusado «vejaba siempre a las mujeres de la casa, sobre todo a Cristina». «Él decía que ella era una puta porque él pensaba que estaba ligando por internet», afirmó.

«Anoten, anoten todo lo que les convenza sobre la culpabilidad o no del acusado. Les pido encarecidamente que anoten», rogó el fiscal al jurado para que no se vuelva a errar en la misma piedra. «Escribiendo y razonándolo, a favor y en contra del reo. Es muy importante la motivación del veredicto y por qué», insistió. Y Rafael Pérez-Moreno, el abogado de la familia de Cristina, pidió al jurado que utilice «el sentido común».

En su alegato, el letrado de José Rafael rechazó que hubiese un «ataque sorpresivo», aseguró que Cristina «era vunerable pero no inofensiva» ni tampoco fue «un crimen machista». Todo para sembrar la duda razonable en el jurado, que apuntaló con una pregunta: «¿Por qué el Ministerio Fiscal no ha presentado ciertas pruebas?».

También pidió al jurado, antes de acabar la primera sesión, que aplique «la lógica, el sentido común y la objetividad», porque, según la defensa, «intentarán dar detalles para influir» en el veredicto sobre el crimen de «la mujer de los ojos verdes».

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