VIVIR TOLEDO

El pasadizo del Ayuntamiento: de travesía privada a calle pública

En el siglo XX esta travesía era conocida como de Balaguer, en alusión a la familia que aque allí tenía su conocido comercio de antigüedades

Pasadizo del Ayuntamiento en 2019. Se mantienen como recuerdo las puertas que había existentes en sus accesos. En 1990 se suprimió el antiguo escalón situado bajo el cobertizo RAFAEL DEL CERRO

Por RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

Hubo en Toledo no pocos casos de dominios urbanos regios, nobiliarios, eclesiásticos o corporativos que, por compras o acuerdos, dilataban su tamaño uniendo casas aledañas, a veces, incluyendo hasta las calles intermedias. Así surgían pasadizos (elevados o subterráneos) que enlazaban edificios sin impedir el tránsito público en las vías afectadas. Por ejemplo, los dominicos de San Pedro Mártir, entre 1408 y 1772, integraron antiguas calles y trazaron dos cobertizos junto a la portería conventual para agrupar nuevas fincas. Por otra parte, cuando un callejón conducía a una única vivienda, el propietario solía pedir al ayuntamiento colocar puertas en dicho pasaje para evitar el paso de personas ajenas y el frecuente uso como basurero o letrina. Si se aprobaba lo solicitado, los residentes debían abrir y cerrar la calle en determinadas horas. No obstante, para recordar el carácter público de la vía, el Consistorio fijaba una inscripción como la existente en el callejón de Nuncio Viejo : Esta calle es de Toledo.

Una de estas peculiares travesías (públicas/privadas) es el típico pasadizo del Ayuntamiento que enlaza la plaza el Consistorio con la calle de la Ciudad, manteniendo en sus extremos sendas puertas que, hasta los años setenta del siglo XX, se cerraban durante la noche. En dicho siglo se conocía popularmente como pasadizo de Balaguer por el vecino allí residente, aunque ahora algunos «explicadores» lo bautizan como el pasaje de los Suspiros (?) a la desorientada audiencia que les sigue, cuando la realidad es ajena a esta apelación romántica de inspiración veneciana.

En opinión de Julio Porres (1971) esta peculiar calle ya discurría en el siglo XVI bajo un cobertizo de escasa altura, frente a lo impuesto por las antiguas ordenanzas de la ciudad. Sobre ella estaba un edificio señorial del marquesado de Caracena que, en 1566, habitaba el corregidor Diego de Zúñiga. La casa tenía un patio con columnas –hoy perdido- en el costado derecho del acceso al pasadizo por la plaza del Consistorio, donde pudo estar la portada principal. Después, sobre el tramo techado de la travesía, existía un salón con artesonado y un balcón sobre una puerta accesoria, de perfil gótico, en la calle de la Ciudad. En el zaguán estaba la puerta a la caballeriza bajo una bóveda de ladrillo, estructura que hoy acoge el paso a las oficinas municipales de Urbanismo.

Está documentado que, en 1583, el palacio fue arrendado al Colegio de San Eugenio, tutelado por los jesuitas que luego lo llevaron a la plaza del Juego de Pelota . El edificio de los Caracena, contiguo al del Ayuntamiento, lo heredaron, sucesivamente, los condes de Pinto, el ducado de Uceda y luego el de Frías. Hasta bien avanzado el siglo XIX, como muchos inmuebles de la nobleza ya ausente de Toledo, la gestión la ejercía un administrador ante los inquilinos y el municipio. Desde hacía tiempo era visible la ruina del palacio motivada por la desidia de sus dueños para ser reparado. En 1727, ante un posible derrumbe, se dispuso el transitorio desalojo de los vecinos. En agosto de 1732, a costa de la Ciudad, se había demolido la parte más dañada, gasto que se cargó a las rentas del «Estado de Caracena». En medio del solar, el Ayuntamiento ordenó crear un paso de «catorce pies de ancho», entre dos muros, quedando solo en pie la llamada «casa Accesoria» junto a la calle de la Ciudad. Tan abatido conjunto fue examinado y valorado, en 1761, por el «alarife jurado» José Díaz que recogió en un plano el patio de columnas y su galería superior, más otras estancias del flanco derecho del pasaje, mientras que la parte opuesta era un «sitio desmontado». Al parecer, en 1778, ya se habían hecho ciertos arreglos según notificó el administrador del duque de Uceda.

No obstante, el abandono y la falta de cuidado del pasaje de Caracena debió aumentar, acordándose su cierre total para evitar cualquier desgracia. En 1815, a pesar de estar «impedido el paso», allí se daban cita inmundicias y «excesos abominables por personas de mal vivir», según denunciaban vecinos cercanos por lo que pedían adecentar y abrir este «pasadizo encallejonado». A lo largo del XIX, en las partes más habitables del viejo caserón de los Caracena, residía algún inquilino y algo tan singular como un exiguo «teatro» alojado en la estancia ubicada sobre el cobertizo. Fue creado por una sociedad de aficionados que lo titularon Salón Romea . Su actividad, al menos, discurrió entre 1896 y 1907, ofreciendo comedias y bailes al igual que hacían otros grupos como La Perla, Garcilaso y Moreto en el antiguo Colegio de San Bernardino o la asociación Echegaray que lo tuvo en una casa particular de la calle de las Bulas. En el pasadizo, a pie de calle, también hubo un local de compraventa de ropas, muebles y enseres domésticos que regentó José Martí Balaguer hasta 1907. Negocio y vivienda que mantuvieron su hijo José Martí Font y sus sucesores, hasta enero de 1989, como comercio de antigüedades que solían exponer en tan pintoresca travesía.

A principios del XX, para ampliar el palacio municipal, el Ayuntamiento decidió adquirir la finca hasta el cobertizo, si bien, por falta de fondos para la operación se permitió que continuasen los moradores y el referido negocio a cambio de pagar una renta vitalicia. Ángel Dorado (2007) indica que se abonaría una peseta diaria además de encargarse de abrir y cerrar las puertas del pasadizo, el alumbrado y la limpieza. Aunque hubo una primera expansión de las oficinas municipales en 1972, sería a partir de 1984 cuando se aprobó otra ampliación hacia el pasadizo y la calle de la Ciudad, proyecto redactado por el recordado arquitecto municipal Ignacio Álvarez Ahedo que, en 1987, completó con un plan básico para rehabilitar el cobertizo y la maltrecha casona de Caracena que, por lo pronto, sería apuntalada. También planeó nuevas dependencias administrativas donde estuvo el perdido patio de columnas. En 1989 se aprobó un proyecto del arquitecto firmado por Guillermo Santacruz que incluyó un estudio arqueológico y el rescate de bóvedas soterradas anejas a la capilla trinitaria de San Marcos. Se recuperaron el viejo salón noble con su artesonado y yeserías, esgrafiados exteriores y otros detalles que desarrolló la Escuela-Taller Municipal.

En 1992 se acomodaban los servicios de Urbanismo y el 6 de septiembre de 1994 se inauguraron todas las mejoras hechas en el palacio consistorial y en la ampliación de Caracena. Desde ese momento se formalizaba el libre tránsito por un antiguo pasadizo que, durante siglos, vivió épocas de total o parcial clausura que, acaso, solo motivaban los suspiros de los agobiados vecinos cuando este lugar era un oscuro y peligroso escenario de incívicas conductas.

Rafael del Cerro, historiador y autor de las sección Vivir Toledo en ABC
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