Juan José García Cruz

La pandemia por Covid-19, lo importante

«Los aplausos están muy bien pero la realidad es mucho más cruel»

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Que la pandemia no la hemos visto llegar es un hecho evidente a estas alturas y eso que nos dejaban perplejos las imágenes de la ciudad china de Wuhan, las medidas de confinamiento y control poblacional de Corea del Sur y posteriormente el confinamiento de los estados del norte y al poco tiempo de toda Italia.

Las imágenes de descontaminación de las calles desiertas de la ciudad de Wuhan y de los ataúdes en Italia nos hacían estremecer a cualquiera y aquí seguíamos «en otra cosa». Las autoridades nacionales y las de algunas comunidades autónomas nos decían que no nos preocupáramos, que era como una gripe , que no tendríamos más allá de unos pocos casos, que todo estaba controlado y que en el peor de los casos teníamos a nuestro sistema sanitario preparado para hacer de escudo frente al coronavirus. Y todo esto nos lo decían cuando desde finales de enero ya tenían informes que ponían de manifiesto la gravedad del problema. Y mientras tanto, nuestras fronteras abiertas, los aviones llegaban llenos de viajeros desde Italia y todos presenciábamos como no había ningún tipo de control sobre esos pasajeros. En China y Corea del Sur se le tomaba la temperatura a cualquier persona que se desplazaba, entre otras medidas, pero nosotros no lo creíamos conveniente.

La OMS estaba avisando al mundo de la pandemia , un país como China había confinado a 1.400 millones de personas, teníamos la experiencia de Corea del Sur, Italia ya estaba en cuarentena y cuando nuestros datos epidemiológicos ya nos hacían ver claramente que los contagios estaban aumentando de forma alarmante, nuestro gobierno y la mayoría de las comunidades autónomas seguían sin querer ver el problema y eso que ya lo teníamos encima.

Pienso, y no creo estar solo en esto, que una gran parte de lo que nos está sucediendo se podría haber mitigado con una adecuada planificación y gestión de la crisis sanitaria pero ya no hay vuelta atrás y el hecho de no haber decretado el confinamiento antes, posiblemente el hecho más grave, ha condicionado casi todo lo que estamos viviendo y padeciendo en la actualidad.

No hay duda de que lo más terrorífico son los muertos, la pérdida de nuestros familiares, amigos y conocidos y el hecho de que ni tan siquiera podamos despedirnos de ellos como se merecen. Toda muerte necesita su duelo familiar y cuando son tantos miles de muertos también necesitamos un duelo colectivo. ¿A qué esperamos para que a nivel institucional se les dé el reconocimiento que se merecen? Aunque solo sea con las banderas a media asta y con un crespón negro. ¿Por qué se están ocultando las imágenes de los ataúdes como sí se vieron en Italia? Los aplausos están muy bien pero la realidad es mucho más cruel y para superarla tenemos que ser plenamente conscientes de lo que está sucediendo. ¿Cuántos muertos se podrían haber evitado si se hubiesen tomado medidas coherentes, aun siendo drásticas, mejor planificadas y con más antelación? Algunas publicaciones estiman que los contagios podrían haber disminuido un 60% si se hubiesen decretado medidas de aislamiento de la población una semana antes. Nunca vamos a saber que hubiese sucedido pero todos intuimos que no habría sido tan cruel.

Que tenemos un buen sistema sanitario es algo reconocido internacionalmente, pero, si desde que teníamos los datos de lo que estaba sucediendo se hubiesen tomado medidas más adecuadas, tanto a nivel nacional como autonómico, seguro que el número de infectados serían menos, incluidos los miles de sanitarios que se han infectado y se siguen infectando por no disponer de los medios necesarios para ejercer su trabajo adecuadamente y con suficientes garantías para no contagiarse, los hospitales no se habrían colapsado como ha sucedido, sobre todo los servicios de urgencias, medicina interna, anestesia e intensivos, y lo más importante es que previsiblemente tendríamos menos muertos.

Todos hemos asistido perplejos a la cadena de hechos que se han sucedido en los últimos dos meses y que nos han dejado imágenes y declaraciones bastante lamentables. Los centros sanitarios desabastecidos de material de protección, cuando no defectuoso, falta de respiradores y vía crucis para traer algunos que luego se ha visto que no servían para las necesidades que se requerían, ausencia de test y un sinfín de cosas más.

La realidad es que estamos llegando tarde a casi todo y que las consecuencias son demoledoras pues estamos confinados en nuestros domicilios, con miles de muertos pendientes de una digna sepultura y con sus familias sin poder asimilar el duelo y demandando una explicación plausible a lo sucedido, cientos de miles de infectados y entre ellos una proporción altísima de personal sanitario y un futuro desolador para toda una sociedad.

Siento dolor por tantas familias destrozadas y por el futuro tan devastador que le espera a nuestros hijos y entre tanta desesperanza no he encontrado en ningún momento el alivio de la celeridad, seguridad, transparencia y verdad con la que las autoridades responsables deberían de haber gestionado esta crisis sanitaria.

Eso sí, nos calma el consuelo de tanta solidaridad ciudadana como estamos teniendo.

No sé si seremos capaces de reflexionar sobre todo lo que nos está sucediendo y tomar a tiempo las medidas que corrijan tantas cosas mal como hemos hecho, y por las que tan alto precio hemos pagado, pero bien nos valdría hacerlo.

La esperanza es que más pronto que tarde tengamos un tratamiento que sea eficaz contra el coronavirus y una vacuna que nos proteja.

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