Jesús Adeva: «Debemos volver a entender las casas como hogares, no como edificios de usar y tirar»

Este maestro albañil toledano, descendiente de una saga de profesionales de este oficio, acaba de ganar el importante Premio Richard H. Driehaus de las Artes de la Construcción en la categoría de albañilería

Jesús Adeva, apoyado en una columna de ochavo del claustro del convento de Santo Domingo el Antiguo H. Fraile
Mariano Cebrián

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Jesús Adeva pertenece, junto con su hermano Javier, a la tercera generación de una familia de maestros albañiles de Toledo . Se inició en el oficio de la mano de su padre, del que aprendió a trabajar con rigor y respeto por la tradición local. Todo ese conocimiento le ha llevado esta misma semana a ser galardonado en la VI edición del Premio Richard H. Driehaus de las Artes de la Construcción , en la categoría de trabajos de albañilería y cantería.

¿Qué supone este reconocimiento?

Es un premio de cierta relevancia, pero más allá de su importancia, es que a todas las personas nos gusta que en algún momento se nos reconozca por nuestro trabajo, no como seres individuales, sino por la labor que hacemos. Además, es un reconocimiento que no solo es para mí, sino para mi hermano, el resto de los integrantes de mi equipo y, sobre todo, para mi padre, que fue el que nos enseñó el oficio de una manera tan disciplinaria y tan correcta, con sus errores también, porque vas aprendiendo constantemente. Al final, cosas así te sirven de acicate y, al mismo tiempo, de escaparate para que la gente conozca lo que haces y valore, como es debido, la albañilería y la arquitectura tradicional.

Si le han dado este premio, supongo que es porque sigue teniendo mucho trabajo aún. Pero, ¿tiene este oficio mucho futuro?

El conocimiento de las técnicas constructivas antiguas nos da no solo una visión del pasado, sino más de futuro. Esto no es un punto y final, sino el punto de partida porque, en mi opinión, no hay nada más importante que el conocimiento, que te hace saber, por ejemplo, cómo una columna de ochavo está diseñada de una forma tan perfecta, algo que aprendes cuando te equivocas varias veces en la traba. Hay muchas cosas, pero sobre todo el medio ambiente, que nos están poniendo las pilas y que nos hacen volver a mirar al pasado, ya no solo en patrimonio. Se están recuperando materiales antiguos debido a su bonanza y, por ejemplo, cuando se usa el barro descubres que sirve para regular la humedad relativa del ambiente de forma natural o aprendes que la cal no necesita tener las emisiones del cemento para calentarse. Por lo tanto, son varios los factores que nos conducen a que las cosas cambien.

En su caso, como se suele decir, ¿de casta le viene al galgo?

El contacto con el oficio desde pequeño ha sido fundamental, obviamente. Antiguamente, el trabajo del cabeza de familia acababa marcando el devenir del resto de la familia y, en mi caso, el papel de la figura paterna es el germen de lo que yo soy hoy. Mi padre solo dejaba de trabajar los domingos y el resto de días le teníamos que echar una mano. Luego, cada uno tiene sus talentos y capacidades, y a mí me encantaba todo lo que tenía que ver con la historia, el arte y la geometría. Por eso, mis estudios se encaminaron en ese sentido y comencé la carrera de Historia por culpa de Indiana Jones, aunque mi paso por ella fue fugaz. Después me saqué el título de delineante convalidando asignaturas y, tras malas experiencias profesionales, me puse a trabajar con mi padre y me enganché definitivamente a la albañilería tradicional, sobre todo por la avidez de conocer qué es lo que estoy tocando. También le debo mucho a mi pareja, que es la que se ocupa del resto de las cosas a las que tú no llegas.

Supongo que la formación también es esencial, ¿no?

Al final es una relación con el todo, es una cuestión holística. Hay un montón de tratados y libros de maestros de este oficio de los que he aprendido, desde la antigüedad hasta ahora. Me he formado en varios cursos y talleres por diferentes puntos de España para aplicarlo finalmente en Toledo, mi ciudad natal y un lugar idóneo para ponerlo en práctica, donde llevo ya 38 años restaurando el patrimonio, al igual que hicieron mi padre y mi abuelo. Todo ello te va enriqueciendo.

Se suele decir que alguien se dedica a la albañilería porque no tiene estudios, que no es su caso. ¿Qué opina al respecto?

Yo no mido a una persona por los estudios que tiene. Creo que el conocimiento de en un oficio no requiere de un título porque, cuando lo convertimos en «titulitis», lo despojamos del aprendizaje del día a día. Además, en el caso de la albañilería, hablamos de un oficio eterno porque nunca vas a llegar a conocerlo en su totalidad. Por eso, creo que debemos desechar esa idea de que el que es albañil es porque no ha querido estudiar, y más en pleno siglo XXI, ya que nuestros padres y abuelos no tuvieron posibilidad de estudiar, pero querían lo mejor para sus hijos, que era que tuvieran una carrera universitaria y que trabajaran en un despacho. Sin embargo, a mí me sientas en un despacho y me muero. Al final, cada uno es distinto, pero todos somos necesarios y valemos lo mismo, independientemente de la profesión que ejerzas.

Parece que ahora nos estamos dando cuenta que hay que reaprovechar lo ya construido y rehabilitarlo para darle una segunda vida, y más en una ciudad como Toledo.

El ser humano siempre ha tenido la eterna lucha entre el bien y el mal, algo que se ve en Toledo, que está sufriendo un mercadeo brutal. Los toledanos no pueden vivir en su ciudad porque hay una gran profusión de apartamentos turísticos, un encarecimiento del suelo y un interés por hacer negocio. El mercado inmobiliario no tiene corazón, pero afortunadamente tenemos organismos que velan por el patrimonio, que podrían funcionar mejor, aunque podríamos estar mucho peor.

Adeva posa junto a la alfombra mudéjar que él rehabilitó en Santo Domingo el Antiguo H. Fraile

¿Qué opina del papel que tiene el Consorcio de Toledo?

Está haciendo mucho bien, tiene una sensibilidad que es necesaria y fundamental para esta ciudad. Creo que, dentro de las inversiones que realiza, hace todo lo que puede, porque es cierto que tenemos un patrimonio tan rico que necesitaríamos veinte consorcios.

¿No le da pena o le cabrea que haya tantos solares e inmuebles abandonados en el Casco histórico de Toledo y que no se haga nada con ellos?

Hay un problema de fondo, que es que deberíamos seguir pensando que las casas son hogares, no meros edificios. Yo siempre me he considerado un médico de casas, que tienen alma y que ese alma viene de todas las personas que han trabajado y vivido en ellas. Cuando alguien las habita, las convierte en sus hogares. Sin embargo, cuando un edificio se destina a oficinas u otro tipo de usos, como el turístico, pierde esa esencia y se transforma en lugares más fríos. Por eso, debemos volver a entender las casas como hogares, no como edificios de usar y tirar. Por eso, hay tantos inmuebles abandonados en el Casco de Toledo. Al final, el valor de una casa no depende del dinero que pagas, sino que va más allá de eso y depende de la sensibilidad con lo que tenemos a nuestro alrededor.

¿Qué propone para dar una solución a este problema?

Hay que apostar por lo que es la vida cotidiana. Si no hay tiendas y comercios de los de toda la vida, si no hay un cuidado al vecindario ni un tope al turismo, estamos perdidos. Debemos buscar un equilibrio y saber gestionar todo esto. No podemos ver que Toledo se convierta en un ir y venir de maletas, sobre todo los fines de semana, en lugar de ser una ciudad que tenga vida todos los días y que se preocupe de sus gentes. Esta es la única manera de recuperar estos edificios. En cualquier caso, la solución depende de los gestores de las administraciones públicas. Y, por lo que se refiere a mi oficio, hay que recuperarlo y cuidarlo porque no hay tanta gente interesada en las escuelas-taller como las que teníamos hace un tiempo.

Trabajando como ha trabajado en un buen número de inmuebles del Casco histórico de Toledo, ¿le ha dado para conocer todos los tesoros patrimoniales que esconden?

Sí que llegas a tener unas nociones generales de cómo están construidas las casas, dependiendo del siglo, el tipo de cerámica, … Los arqueólogos te aportan mucho conocimiento, aunque el trabajo es multidisciplinar, pues de ello dependemos además de arquitectos, aparejadores, restauradores, etc. Ser albañil en el Casco histórico de Toledo es un regalo, cada casa esconde algún tesoro.

De todas las obras e intervenciones que ha hecho, ¿está especialmente orgulloso de alguna en concreto?

Cada una tiene su espíritu propio y su sello particular. Pero, si hay alguna a la que tengo especial cariño, es a la rehabilitación de mi propia vivienda en el callejón del Vicario, número 17. Era la casa de la hermana de mi abuelo, que estaba dejada de la mano de dios, la hemos puesto en valor entre todos y la verdad es que, cuando tratas de ser lo más respetuoso posible con las cosas, el resultado es increíble. Al ser mi hogar, he podido utilizar muchas técnicas y todos los equipos que me han rodeado han aportado su granito de arena. Estoy orgullosísimo por ello.

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