ENTREVISTA

José Ramón Gómez Cabezas: «La novela negra tiende a ser realista, debe dejar huella de alguna manera»

«La balada de los ahorcados» es la última novela de este escritor ciudadrealeño, autor de la serie de género negro histórico que tiene como protagonista a Joaquín Córdoba

Mariano Cebrián

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«La balada de los ahorcados» es la poesía más conocida del poeta francés del siglo XV François Villon, que la escribió cuando esperaba su ejecución en la horca. Pero este es también el título de la última novela editada por Célebre y escrita por José Ramón Gómez Cabezas (Ciudad Real, 1971), autor de la serie de género negro histórico que tiene como protagonista a Joaquín Córdoba. Como conocedor de este tipo de literatura, es presidente de la Asociación de amigos de la literatura policial (Novelpol) , que concede todos los años un premio en la Semana Negra de Gijón , por lo que sabe bien de lo que habla.

«La balada de los ahorcados» transcurre en los años 30 del siglo XX, entre la dictadura de Primo de Rivera y el reinado de Alfonso XIII, con una miseria galopante y una población obligada a ser explotada. Han cambiado mucho las cosas de un siglo a esta parte, ¿o no?

Si te dijera que no, sería bastante decepcionante y muy poco positiva la valoración evolutiva del ser humano en general y de nuestro país, si noventa años después no viera evolución en todos estos aspectos. Afortunadamente, tengo que decir que sí han cambiado muchas cosas, no tanto como nos hubiera gustado a muchos y, aunque siguen existiendo lastres y rémoras en todos nuestros sistemas (educativo, económico, social), podemos decir que sí, aunque quede camino por recorrer.

¿Cómo se ha documentado para conocer algunos de los detalles y costumbres de esa época?

Esta es la cuarta novela de una saga y cada una se puede leer de manera independiente. Las dos primeras están ambientadas en Ciudad Real, la segunda en Toledo y ésta en un contexto mucho más rural y aislado. De siempre, me refiero a antes de escribir, me ha apasionado la historia, sobre todo de los lugares por los que habito y he ido recopilando gran cantidad de información. Luego ha sido buscar información, desde archivos de la época a libros. En este caso, por ejemplo, para hablar del interior de la mina, encontré un artículo en un diario llamado «El pueblo manchego», donde un periodista describía detalladamente como era a principios del siglo XX el interior de una mina en la zona de Almadén.

También creo que la figura de su abuelo, que vivió hasta los 104 años, tuvo un papel esencial para usted, ya no sólo como fuente de historias del pasado, sino porque, según ha contado, empezó a escribir por él.

Efectivamente, mi abuelo despertó en mí mucho interés por conocer la historia de mi ciudad y del entorno. Cuando tenía ocho o nueve años íbamos a pasear con él y nos iba relatando como Ciudad Real estaba llena de cuevas, la rodeaba una muralla como Toledo y la gente se encontraba vestigios de otras épocas en los sótanos de su casa. Para mí, era como escucharle contando aventuras y relatos fantásticos que, según fui creciendo, encontré documentados en libros y relatos diversos. Empecé a escribir por él y, por eso, elegí esa época y como homenaje le metí como personaje. Una de mis mayores satisfacciones en este mundillo fue cuando publiqué la primera novela y le pregunté a los cuatro o cinco días si la había leído. «Dos veces», me dijo, y yo encantadísimo, claro.

En su novela, la minería aparece para reflejar las desigualdades de la época y el origen de un movimiento obrero. ¿Qué importancia tuvo esta profesión en la provincia de Ciudad Real?

En la provincia de Ciudad Real, muchísima. Estuvieron y están las minas de mercurio de Almadén, que tuvieron tanta importancia que durante quince años le quitó la capitalidad a Ciudad Real. Luego las minas de Almódovar y Puertollano, con el carbón y el petróleo años después. Digamos que sí, era y es parte de la riqueza de la provincia y durante siglos, motor importante en el desarrollo del país, también como alimento de desigualdades y movimientos obreros.

Bonifacio, uno de los mineros que aparece en la historia, llega a decir: «A veces da más miedo lo que dejas en la superficie que lo que pierdes en el pozo». ¿Es el miedo el principal hilo conductor de la novela?

Boni es un minero experimentado, sabe controlar perfectamente lo que maneja entre manos y no solamente me refiero a la dinamita. En la mina están los mineros y allí no entra nadie más. En la superficie hay otros muchos por encima de él que mandan o deciden sobre sus vidas, en muchas ocasiones con total indiferencia. Por eso, desde su punto de vista igual sí, es para tener más miedo fuera, pero ese miedo se refiere a inseguridad, incertidumbre, impotencia a veces y pánico cuando dejas a tu familia ahí arriba a expensas de todas esas cosas que no controlas y otras muchas. En general sí, el miedo, en todas sus dimensiones, es uno de los grandes motores del relato.

«La justicia no paga a pobres», dice Palomo, el encargado de los mineros. ¿No cree que esta afirmación sigue teniendo vigencia aún en nuestros días?

Sí, y es que la novela, pese a estar ambientada en los años treinta, en muchos aspectos, también refleja los males de nuestra sociedad actual. Todas esas cosas que todavía siguen vigentes, amparadas en el miedo y las desigualdades, que aún quedan por corregir. El ambiente de preguerra que se respira en todo el libro, con tensión entre políticos, la desconfianza en el poder, los movimientos populares, el cuestionamiento de determinadas estructuras, todo eso está, estaba en los años treinta y probablemente nos acompañe durante años.

Lo que queda claro es que Joaquín, el protagonista de su saga y de «La balada de los ahorcados», pasa por mil penurias físicas. ¿Tiene pensada ya una nueva aventura para la siguiente entrega?

Al pobre Joaquín le hago pasar mil y una desdichas. Si se reencarnase, no creo que tardara mucho en buscarme y pedirme cuentas. Tengo algunas ideas y, desgraciadamente para Joaquín, voy a seguir poniéndole las cosas difíciles, máxime pensando que se acerca a unas fechas transcendentales para la historia de este país y no puede salir indemne, al menos a nivel moral. La novela negra no es un cómic, tiende a ser realista o, al menos, verosímil y, si alguien pasa por una guerra civil como la que pasó este país en uno de sus episodios más tristes, debe dejar huella de alguna manera.

¿Cómo ha capeado el temporal del coronavirus? ¿Cómo ha funcionado y está funcionando la novela?

A nivel personal, yo me he refugiado mucho en la escritura para sobrellevar el confinamiento y la pandemia en general, creando mi pequeño refugio donde no dejaba pasar al virus de ninguna manera. A nivel de promoción literaria, ha sido y está siendo difícil. En general, si podemos sacar alguna conclusión razonable de estos meses, ha sido que el arte es un necesario salvavidas para situaciones como ésta y, a pesar de todo, ha habido que seguir remando para llegar a algunos puertos. Los escritores que publicamos en editoriales medianas estamos acostumbrados a esto de remar aun con el mar en contra y, pese a todo, seguimos luchando de manera presencial, virtual o como sea para promocionar nuestros escritos y que nos lean. Te sientes a veces subiendo el Himalaya y más en estas fechas en las que cuesta mucho tener cerca a los lectores.

No sé si ahora más con el coronavirus. Pero, ¿es difícil publicar un libro en un mundo editorial en manos de las grandes empresas?

Fácil no es probablemente y, aunque la novela negra esté de moda desde hace años, no hay un fácil acceso. El mundo editorial tiene sus estructuras, reglas y directrices, que primero tienes que conocer, comprender y aceptar, y luego luchar mucho para conseguir que te lean y te conozcan.

¿Y en qué está trabajando ahora mismo?

Pues estoy corrigiendo un manuscrito actual ambientado en febrero de este año, más thriller que novela negra, en la que hay, aunque ya no sea muy habitual, atracos a farmacias y un montón de mujeres protagonistas del relato, también mucho desafío al lector y tensión. Por otra parte, tengo empezada una novela juvenil, también de intriga, de esos escritos que son un verdadero desafío para escribir y que a mí me encantan. El tema es, publiques o no, seguir escribiendo una de esas cosas que le apasionan a uno.

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