Un estudio encargado por el Ministerio de Defensa alerta de más y continuas inundaciones
El trabajo, obra de tres geógrafos castellanomanchegos -Jonathan Gómez Cantero, Roberto Granda Maestre e Ignacio López Armero-, aboga por una mejor planificación territorial y por sistemas de alerta temprana
El cambio climático es ya una realidad que nos afecta a todos, y que este tema interesa cada vez más a todo el mundo, ya sea profesionalmente o por nuestras preocupaciones como ciudadano, es un hecho incuestionable. No hay más que ver las riadas que afectaron gravemente a varios puntos de la provincia de Toledo, incluida la capital, en la famosa DANA ( Depresión Aislada en Niveles Altos ) del 1 de septiembre, para darse cuenta de que cualquiera de nosotros, en cualquier parte del mundo, podemos sufrir ya un episodio de estas características.
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Para arrojar algo de luz sobre estos fenómenos meteorológicos, los geógrafos castellanomanchegos Jonathan Gómez Cantero, Roberto Granda Maestre e Ignacio López Armero han desarrollado en los últimos años trabajos sobre la realidad climática de Castilla-La Mancha y de otras zonas de España. Los tres han llegado a asesorar incluso a las administraciones públicas, recibiendo premios, y ahora acaban de publicar un documento sobre inundaciones para el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), una entidad de gran prestigio que forma parte de Centro Superior de Estudios de la Defensa, del Ministerio de Defensa .
#opinionIEEE: Las inundaciones en España y en Europa: un problema que sube de nivel. Segunda parte.- Ignacio López Armero, Roberto Granda Maestre y Jonathan Gómez Canterohttps://t.co/xM2zjhXnme pic.twitter.com/qml6Lfdxyx
— IEEE (@ieee_es) November 22, 2021
«La meteorología extrema, acrecentada en intensidad y frecuencia por este calentamiento global, está haciendo que cada vez haya un mayor interés por conocer los devenires del cielo. La administración se tiene que preparar para hacer frente a estos fenómenos, las aseguradoras, los agricultores… y la sociedad en general», afirman a ABC estos tres profesionales. «Por desgracia, en los últimos años hemos visto nevadas históricas, inundaciones catastróficas, olas de calor extremo y olas de frío como hacía siglos que no se recordaban. Todo esto pone en demanda el papel de los geógrafos, que además con una visión holística son capaces de entender la realidad del territorio, su planificación y gestión y cómo algunos desastres naturales impactan sobre cada una de las regiones», señalan.
A su juicio, «el geógrafo es una pieza clave en lo que se refiere a la gestión de los riesgos naturales». Según explican, en el caso de las inundaciones, son esenciales porque, en gran parte de las incidencias de este tipo, « la mala planificación y ordenación del territorio están detrás de los daños ». Esto es así porque gran parte de las inundaciones se han debido a que los núcleos urbanos y las actividades económicas humanas se sitúan sobre zonas de inundación, como arroyos o ramblas. Está claro que uno de los mayores conocedores del territorio son los geógrafos, capaces de identificar dónde es posible que ocurra una catástrofe, y con conocimientos suficientes para intentar establecer planes y actuaciones que eviten la tragedia.
Pueblos, en zonas inundables
En Castilla-La Mancha hay decenas de pueblos construidos en zonas inundables desde hace mucho tiempo . Con las inundaciones, aseguran, «el problema viene de antaño y no sólo ha empeorado en los últimos años, sino que la situación ha ido a peor y, cada vez que ocurre un desastre así, se pone de manifiesto esta problemática, tal como ocurre a menudo».
Las inundaciones pueden llegar a ser, según explican, «si no predecibles, previsibles. Muchas veces se dan por tormentas y precipitaciones muy intensas, locales y de muy difícil predicción desde el punto de vista meteorológico. No obstante, la predicción meteorológica ha avanzado mucho y nos permite acotar zonas donde hay riesgo de precipitaciones que puedan derivar en inundaciones. Pero, si tenemos un pueblo situado sobre un arroyo, la exposición que nosotros hemos creado es infinitamente mayor, y eso ya te hace prever que más tarde o más temprano lo tendrás inundado».
«La orografía de nuestro país y los episodios tormentosos invitan a que estos sucesos puedan ocurrir con bastante regularidad», indican. En general, en España hay zonas de riesgo, tanto en áreas costeras como en el interior. Así, según informan, en las costas mediterráneas, por ejemplo, las ramblas causan muchos riesgos cuando se dan precipitaciones muy intensas. En el interior, las tormentas estivales pueden dejar acumulados de precipitación excesivos y las inundaciones son del tipo ‘flash flood’, es decir, rápidas e intensas. En el norte de la península, por su parte, hay otras inundaciones causadas por el desbordamiento de ríos debido a precipitaciones extendidas a lo largo del tiempo.
En el caso de Castilla-La Mancha destacan, en concreto, el caso de la DANA del 1 de septiembre que provocó las inundaciones de Toledo y alrededores , con todos los pueblos afectados construidos sobre cauces. Pero también ocurre en Valdepeñas, donde recuerdan que una tremenda tormenta en 1979 dejó, en tan solo 5 minutos, 90 litros por metro cuadrado y se cobró 22 muertos, además de 2.000 millones de las antiguas pesetas en pérdidas, con todo un plan para evitar inundaciones, o multitud de ejemplos más.
El reciente texto publicado por estos geógrafos en el IEEE por estos tres geógrafos pone de manifiesto la necesidad imperiosa de luchar contra las inundaciones teniendo una mejor planificación territorial y contando con sistemas de alerta temprana. En el estudio también se resalta la utilidad de tener un sistema de protección civil a nivel europeo fuerte, capaz de solventar y enfrentarse a algunas de las dramáticas inundaciones que están ocurriendo en los últimos años y que pueden ser sólo el comienzo de algunas situaciones peores que estén por venir.
Menos lluvias, pero más fuertes
En el caso de Castilla-La Mancha, ya lo advertía el II Informe de Cambio Climático que coordinó Jonathan Gómez Cantero y en el que también colaboraron Granda Maestre y López Armero. En él se concluyó que el clima estaba cambiando en esta región, con las temperaturas ascendiendo especialmente en el verano, así como variaciones en la distribución e intensidad de las precipitaciones. Una de las conclusiones más preocupantes fue la de cómo los días de lluvia se habían reducido a lo largo de los años, aunque la cantidad recogida no mostraba una gran variación. «Esto se traduce en que lloverá menos días, pero los días que lo haga lo hará con mayor virulencia, algo que aumenta el riesgo de futuras inundaciones», señalan.
Por eso, ante la pregunta de ¿hay motivos para tener algo de esperanza de cara al futuro o está todo perdido? Ellos lo tienen claro: «Probablemente la nueva realidad climática que empezamos a vivir nos obligará a tomar cartas en el asunto más pronto que tarde. Tristemente la últimas cumbres del clima no han dado grandes avances para luchar contra las emisiones y los escenarios de futuro cada vez son más pesimistas. Pero, como dice el refrán, la esperanza es lo último que se pierde».