Crónica de un viaje a Ucrania: «Cuando salieron con sus maletas, sólo encontraron cadáveres»

Rubén Martínez, vecino de Buendía (Guadalajara), ha estado en la frontera de Polonia para traer a 44 refugiados de vuelta a España

Rubén Martínez, su compañero Javi y las estudiantes ucranianas Ayto.
Juan Antonio Pérez

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El domingo pasado, hace justo una semana, Rubén Martínez y once amigos metieron el macuto en la furgoneta y pusieron rumbo a Medyka , un pueblo polaco situado en la frontera con Ucrania al que se calcula que cada día están llegando unos 40.000 refugiados. El jueves, cuatro días después, el convoy formado por seis vehículos regresaba a Madrid con 44 personas que huyen de la guerra que está destrozando su país.

Martínez, que reside en Buendía, donde «el Ayuntamiento ha prestado una casa para acoger a una familia y mi prima ha acogido a otra», cuenta cómo ha sido esta labor humanitaria convertida en el viaje de su vida en una nota de prensa difundida por el Consistorio de Trillo, que a su vez prestó un furgoneta repleta de material de ayuda.

De primeras, el bombardeo ruso sobre una base militar cercana a la frontera precipitó que algunas de las familias que ya tenían asignadas para venir a España, decidieran huir cuanto antes y, por tanto, ya no se encontraban allí cuando llegaron Rubén y sus amigos. Sin embargo, gracias a Olena, una ucraniana que ha colaborado con el viaje, «nos dieron nuevos contactos de otras personas que querían venir» a nuestro país.

Asimismo, el material que llevaban para entregar tuvo que ser depositado en dos almacenes «ocultos, donde más falta hace ahora mismo». Lo entregaron y siguieron rumbo al pueblo fronterizo, aunque una de las furgonetas se desvió a otro campamento de refugiados para recoger a una familia. Ya en Medyka, «nos dijeron que tratáramos de ser fríos con estas personas, pero es imposible» .

Rubén se trajo en la furgoneta a unas jóvenes estudiantes: «Es gente muy maja. Cuando nos las presentaron nos dijeron que eran de Kiev con una enorme sonrisa, aunque con los ojos vidriosos. Han dejado allí a sus padres y madres en algunos casos. Nos han enseñado vídeos de cómo eran sus casas, cómo eran sus vidas… Después las bombardearon y pasaron días dentro de un búnker. Cuando salieron para huir con sus maletas, sólo encontraron cadáveres».

Tras unas 30 horas de trayecto, los 44 refugiados pisaron España y ya se han ido repartiendo por diferentes lugares: Málaga, Figueres, Alicante, Valencia, Sevilla y, por supuesto, Buendía. Rubén les ha dado su número de teléfono para que «me llamen siempre que les haga falta».

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