Villarejo: «Quieren una catarsis de España, pues de acuerdo»
La Audiencia Nacional le pone en libertad ante la imposibilidad de juzgarle en plazo
Costó no evocar a Sabina al ver al comisario José Manuel Villarejo salir de la cárcel de Estremera con el rictus serio y un parche en el ojo, secuela de un problema de hipertensión que le tuvo hospitalizado en febrero . Mascarilla abanderada, como el polo que lucía y la gorra campera que ha convertido en icono, en su sitio. A paso ligero, cruzó las puertas del presidio acompañado de su abogado poco después de las seis y media de la tarde y directo a los medios de comunicación que le estaban esperando. Dos horas hacía que había llegado la orden del juez Manuel García Castellón, quien pese al riesgo «cierto», «elevado», «actual y permanente» de fuga y de reiteración delictiva, hubo de ordenar su puesta en libertad, tres años y cuatro meses después de su detención.
Y no es porque Villarejo haya ganado una batalla. Es porque la Justicia la ha perdido, nada menos, que contra el reloj. Ni la Fiscalía Anticorrupción ni los sucesivos instructores ni la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional han conseguido sentar en el banquillo a Villarejo en todo este tiempo. Ya han constatado que no lo harán, al menos, hasta el mes de diciembre. Para entonces, el comisario ya habría cumplido el máximo de cuatro años que se puede permanecer privado de libertad sin que medie una sentencia. Si la prisión preventiva es para asegurar que el acusado comparece en el juicio y el juicio va a llegar cuando el plazo de la prisión ha vencido, no tiene sentido prolongarla.
Así es como se explica que Villarejo, con sus treinta causas por delitos como organización criminal, blanqueo, revelación y cohecho; y un arsenal de audios y papeles aún por desbrozar como para poner en aprietos a más de uno y en jaque, a todo el Estado, se fuera ayer a su casa en un todoterreno negro, acompañado de su mujer. Ella, la periodista Gemma Alcalá, también está imputada por sus asuntos.
«Esa historieta de que voy a huir es mentira»
Pero antes, un agradecimiento -a los funcionarios de la cárcel-, un saludo -a la prensa- y algún recado frente a los micrófonos. Aseguró que ese riesgo de fuga por el que el juez le ha obligado a comparecer cada día ante un juzgado «es mentira», «una historieta» . Habló, como viene siendo habitual ante el juzgado, de que ha sufrido en prisión «maltratos» en este tiempo que no han conseguido acabar con él. «Estoy vivo y eso es una putada para los que lo han intentado», aseguró.
No tardó, no obstante, en sacar a colación a su archienemigo, el exdirector del Centro Nacional de Inteligencia, Félix Sanz Roldán, al que culpa no solo de estos tres años y pico de «meditación» en Estremera sino de que hayan visto la luz sus materiales incendiarios y con ellos, las grandes polémicas que se han desatado. «Ellos han decidido hacer una catarsis de España, pues de acuerdo, encantado de que eso ocurra», señaló.
Repitió la tesis de que ya advirtió en su día que los «40 terabytes» de información que le habían incautado debía manejarlos el CNI y añadió que Sanz Roldán infravaloró el arsenal. Le culpa de los lodos. «El director pensó que no era importante lo que yo tenía y fíjese , tuvo una visión clarísima de la vida», ironizó.
El comentario venía a colación porque de entre las preguntas que se solapaban en Estremera eligió una sobre la situación de Don Juan Carlos, cuyo patrimonio se investiga porque un audio suyo abrió la veda. «Es injusto lo que le está ocurriendo a Su Majestad , al que tanto le debemos los españoles» dijo, para después sembrar la duda: «Otra cosa es que haya intereses».
Por el camino, repitió el lema que impresionó en su visita a Macarena Olona (Vox) sobre que «las cloacas no generan mierda, la limpian» e incidió en una idea: que dedicará a defenderse, porque dice, le mandaron a prisión para que no hablase. Y ya es hora de empezar a hacerlo. Este jueves vuelve a comparecer ante el juez, pero por primera vez en tres años y cuatro meses, llegará a la Audiencia Nacional por su propio pie.
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