El pacto en Castilla y León, una victoria de Abascal fraguada desde la misma noche electoral

El líder de Vox dejó claro desde el 13-F que no aceptarían quedarse fuera del Gobierno de Castilla y León

Juan García-Gallardo observa cómo Santiago Abascal le 'proclamó' vicepresidente ya la noche electoral del 13-F EFE
Juan Casillas Bayo

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«Qué cara de vicepresidente se le está poniendo a Juan García-Gallardo». La frase no fue casual. En medio de una fiesta bajo una fría aguanieve, el presidente de Vox, Santiago Abascal, zanjó desde la misma noche electoral del pasado 13 de febrero cualquier debate posible. Su partido, con trece procuradores en las Cortes de Castilla y León y un diecisiete por ciento de los votos, había conquistado «el derecho y el deber» de integrar el próximo Gobierno autonómico.

Desde aquella sentencia jovial de Abascal hasta el ultimátum que lanzó el jueves en el Congreso, a solo dos horas de cerrarse el plazo para la constitución de las Cortes regionales, Vox fue inflexible en su posición . Dirigentes del núcleo del partido repetían una y otra vez en privado que el PP debería asumir la realidad tarde o temprano. Desde la mañana del 14 de febrero, en plena resaca de la exitosa noche electoral, siempre dejaron claro que o había un gobierno de coalición o iban a repetición electoral.

En ese escenario, podían ganar o perder. Pero Abascal y sus más cercanos entendieron desde el principio que, con los mensajes que habían lanzado en la campaña, sus electores no comprenderían que se conformasen otra vez con respaldar al PP desde fuera del Ejecutivo. Ya semanas antes de la cita con las urnas, Vox veía en esos comicios una oportunidad de marcar un punto de inflexión y de entrar por primera vez en un Gobierno regional . «Será la primera de muchas», comentaba esta semana García-Gallardo, convencido de que el momento de dulce con las urnas seguirá para su partido.

La entrada en el Gobierno que encabezará el popular Alfonso Fernández Mañueco, así como la Presidencia de las Cortes en manos de Carlos Pollán (Vox), son una victoria de Abascal fraguada desde la misma noche electoral. Su órdago en plena celebración, con el PP lejos de su pretendida mayoría absoluta, le ató a un todo o nada . Pero la crisis interna en el PP y el golpe de realidad que recibió Fernández Mañueco el mismo 13-F dieron fuerza a Abascal y a García-Gallardo para mantener el pulso hasta el final.

Cada vez que el PP insistía en que quería un gobierno en solitario, Vox lanzaba el mensaje de que quizás es que había llegado a algún tipo de pacto con el PSOE. Ni populares ni socialistas buscaron un entendimiento real en ningún momento y Vox lo sabía, aunque lo negase. Pero en la formación creían que en cualquier caso estaban ante lo que se conoce como un 'win-win' : si entraban en el Gobierno regional, lograban su objetivo; si volvían a repetición electoral, lo harían presentando al PP como el gran culpable; y si se daba un remoto acuerdo PP-PSOE, afilarían los cuchillos para agitar el 'consenso progre' en Andalucía.

Misma posición

La estrategia, o precisamente la falta de ella, porque no ha habido ningún giro de timón ni ninguna sorpresa en la posición de Vox desde las elecciones, ha terminado de funcionar a Abascal. El líder de Vox optó por concederle todo el protagonismo a García-Gallardo el lunes 14 de febrero, el día después del éxito, para que marcase las líneas de su partido: desde el primer día, Vox pidió la misma representación que tuvo Ciudadanos en el Gobierno de Castilla y León en la anterior legislatura. Dicho y hecho.

Además, García-Gallardo marcó como elemento importante terminar con la legislación autonómica en materia de violencia de género, entre otras cosas, y de momento ya ha logrado que en el acuerdo programático firmado con el PP se hable de «violencia intrafamiliar» y no de género . Este lunes, el optimismo cundía en la sede nacional de Vox, donde prácticamente se daba por hecho el pacto, pero hasta se abría la posibilidad de que fuese el PP quien ostentase la Presidencia de las Cortes siempre que se compensase de alguna otra manera.

Finalmente, Abascal impuso su criterio incluso en eso. Vox se hace con la Presidencia de las Cortes, la Secretaría Tercera, la Vicepresidencia del futuro Gobierno y tres consejerías aún por determinar. Esta semana, a pesar de la seguridad que había el lunes en Vox, las negociaciones se torcieron a última hora por la resistencia en el PP a ofrecer a Vox lo mismo que tuvo Ciudadanos en 2019. Los populares argumentaban que entonces no habían ganado las elecciones, pero Vox contraponía los votos y escaños logrados.

El jueves, en un momento en el que se creía que no habría acuerdo, Abascal atendió a los medios horas antes de la constitución de las Cortes y siguió firme: «En estas condiciones, nos veremos abocados a votar a nuestros candidatos en las Cortes y no podremos apoyar una investidura». Momentos después, una conversación entre Fernández Mañueco y Abascal recondujo la situación y, al límite de la sesión constitutiva, el presidente en funciones y García-Gallardo finiquitaron el acuerdo. Fumata blanca y pacto. El éxito de Abascal comenzó y terminó igual: con un órdago que cuajó.

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