Torra en estado puro
Los insultos del presidente de la Generalitat en el artículo de El Món ya los había escrito en un libro suyo de 2008 titulado «Viatge involuntari a la Catalunya impossible»
Para opinar conviene ir a las fuentes y este cronista dedicó unas horas de su precioso tiempo -¡hay tantas cosas mejores que leer!- a la obra -¿literato-periodística?- de Joaquim Torra i Pla.
Entre la producción del Custodio de Puigdemont -que el 7 de junio publicará «El Quadern suís»- causó indignación su artículo «La lengua y las bestias», 19 de diciembre de 2012 en El Món: la evocación de su lectura infantil «De cuando las bestias hablaban» de Folch i Torres le movía a escribir cosas como esta: «Ahora miras tu país y vuelves a ver hablar a las bestias. Pero son de otro tipo. Carroñeras, escorpiones, hienas. Bestias con forma humana que, sin embargo, babean odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con verdín, contra todo lo que representa la lengua». Y añadía: «Están aquí, entre nosotros. Les repugna cualquier expresión de catalanidad. Es una fobia enfermiza. Hay algo de freudiano en estas bestias. O un pequeño bache en su cadena de ADN…».
A estas horas, el artículo conoce una triste fama internacional: las «bestieses» de Torra se han reproducido en medios como The Economist, The New York Times, The Guardian, Le Figaro y el Frankfurter Allgemeine Zeitung. También se conoce el motivo inductor de tan deleznable evacuación: al señor Torra i Pla no le gustó nada que un viajero de Swiss Air hubiera enviado una carta a la compañía helvética quejándose de que las instrucciones de la tripulación se impartieran en alemán, inglés y catalán, pero no en español.
Frente a las acusaciones de racismo, los adláteres de Torra se aferraron a la referencia literaria: las «bestias» aluden a la fábula de Folch i Torres; el fugado Comín -émulo de Roland Barthes- largaba su teoría de la «hipérbole irónica». Como se sabe, Torra pidió disculpas con la boca pequeña y atribuyó los desahogos supremacistas a las malditas prisas del periodismo.
De prisas nada. Lo que el Custodio escribió en El Món, lo había escrito ya en «Viatge involuntari a la Catalunya impossible» (Proa). Premiado en 2009 con el Carles Rahola, en este ensayo nos «descubría» -aunque llevaban tiempo descubiertos- a tres periodistas de antes de la guerra: Lluís Capdevila, Àngel Ferran y Paco Madrid. Una trinidad republicana en torno al «espectro» de Eugeni Xammar; para Torra el mejor de los mejores: su divisa -«tratándose de las cosas de Cataluña, yo no tomo precauciones»- guía su pensamiento político.
Además de vindicar a estos cuatro periodistas, el autor experimentaba la catarsis que sucede al fracaso. Al pergeñar su ensayo, la compañía suiza Winterthur, absorbida por la francesa AXA, le había dado el finiquito en marzo de 2007. Ser despedido después de dos décadas es duro y resiente: «Hubo viajes a París y Madrid, las siniestras ciudades que sustituían a las mías de Zurich y Barcelona», escribe. Como la realidad no le gustaba, Torra se sumergió en la prensa catalana de los años treinta con entusiasmo de principiante.
El autor dejaba atrás el aburrido mundo de las primas y los powerpoint para seguir los pasos de Xammar en lo que calificaba de «road movie» por las hemerotecas. En su memoria, la encomienda paterna de conseguir una Cataluña «libre e independiente». Cuando visita el Archivo de Alcalà de Henares para consultar los expedientes de la censura sobre Xammar y Amadeu Hurtado aflora su hispanofobia y el tópico del expolio: «Viajar por España es siempre una gran satisfacción, como catalanes, se ve cómo han aprovechado bien los dineros que se llevan a capazos».
Las bestias de Torra
Mientras Torra nos «regalaba» su ensayismo vio la luz -23 de junio de 2008- el manifiesto por una lengua común en el que una veintena de intelectuales afirmaba el derecho constitucional de la ciudadanía a ser educada y atendida en castellano junto a la lengua oficial de cada comunidad autónoma. Torra se puso de los nervios.
En «Viatge involuntari a la Catalunya imposible» elogia al Xammar de 1973 que echaba pestes contra el bilingüismo y escribe en la página 177: «Y a pesar de todo, ellos insistían y, con una trapacería poco ingeniosa, todavía se quejaban de que recibían descalificaciones injustas y poco argumentadas. ¿Podía lanzarse la carnaza a las pirañas de la España imperial, desde El País a El Mundo, y después pedir a los otros que hiciéramos unas brazadas de relax en la misma piscina? ¿Con estas bestias nadando al lado?». Había más bestias. Así se refería Torra a los redactores del diario falangista Solidaridad Nacional. Página 274: «Carroñeros, escorpiones y hienas. Un periodismo infecto, repugnante y nauseabundo, como de dentadura postiza con verdín. Una alcantarilla abierta con hedor a naftalina… Las bestias hablaban. Y tenían nombres y apellidos».
¿Les suena? Debía sentirse orgulloso de aquellas líneas de 2008: las recicló en el artículo de 2012. No estaban escritas con prisas. Torra, el supremacista, en estado puro.
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