Santi Vila achaca la DUI al temor de Puigdemont a parecer un «cobarde»
El exconsejero que dimitió antes de la declaración unilateral admite los esfuerzos del PP y el PSOE por evitar el «choque»: no hubo «sillas vacías»
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El «despropósito» no era inevitable. La secuencia final del «procés» -los hechos que abrieron profundas heridas en la sociedad- se precipitó por el miedo de Carles Puigdemont a parecer un «cobarde». El expresidente de la Generalitat tuvo en sus manos evitar la declaración unilateral de independencia (DUI), el paso que motivó la querella por rebelión, pero voló todos los puentes ante la presión de los sectores más radicales del secesionismo.
Santi Vila -el único consejero del «govern» que se echó atrás antes de declarar la secesión - desmintió ayer la versión de líderes independentistas como Oriol Junqueras, que aseguraron que el Ejecutivo central nunca dialogó para evitar la huida hacia adelante del plan secesionista ilegal, y admitió una «interlocución continua» con altos dirigentes del Partido Popular, del PSOE, del mundo de la empresa y de las instituciones. La silla de enfrente a la que se refirió Junqueras nunca estuvo vacía, ni en la traca final del «procés».
El verso suelto de los doce acusados, el único que dimitió antes del paso final, relató en su declaración las horas que cambiaron la historia de España.
El exconsejero reveló que las posiciones más radicales, favorables a la vía unilateral, se impusieron el 26 de octubre de 2017, un día antes de la DUI, después de estar apalabrada una convocatoria de elecciones autonómicas a la que se llegó tras «una aproximación» con el Gobierno de España, presidido por Mariano Rajoy. Vila explicó que la palabra «negociación» sería pretenciosa para calificar esos contactos, pero ensalzó el alto interés de los políticos constitucionalistas por la conciliación y por evitar el «choque institucional».
Orden del «expresident»
«Se inició una aproximación con interlocutores políticos, religiosos, empresariales, institucionales, que de buena fe, sin ningún interés espurio, querían evitar el despropósito. Con orgullo, puedo decir que el 25 de octubre creíamos haberlo conseguido. Nos fuimos a dormir con la tranquilidad de que no íbamos a tomar ninguna decisión unilateral. [...] Vamos a convocar elecciones autonómicas . El 25 por la noche, que me acompañará toda la vida, creemos que lo hemos conseguido», relató con pasión Vila, acusado de malversación y desobediencia. Sus contactos con miembros del PP y del PSOE, aseguró, se realizaron siempre por «indicación y con conocimiento» del «expresident».
El «exconseller» señaló que el Gobierno de España -para quien la línea roja siempre ha sido cuestionar la soberanía nacional, que reside en todo el pueblo español- también «respiró».
Según Vila, «había mucho más moderado y centrista en ambos gobiernos de lo que se relata». «Lo que habíamos acordado privadamente al día siguiente se torció» por el clima de desconfianza, sostuvo Vila, que lo achacó a la tensión, a los llamamientos de «traidor y cobarde» a Puigdemont, que no supo gestionarlo «emocionalmente» y a los mensajes en las redes sociales. Gabriel Rufián, por ejemplo, publicó el mensaje: « 155 monedas de plata».
Ante ese desenlance propio de «aprendices de mago», dimitió con frustración Vila, que prefiere mirar al frente desde el banquillo y ver a los siete magistrados, que girar la cabeza y encontrarse con Quim Torra, que ayer volvió a presenciar el juicio en el Tribunal Supremo. Doce líderes secesionistas son juzgados por empujar hacia la independencia por las vías ilegales, asumiendo la violencia como un medio para sus fines según la Fiscalía. Vila se enfrenta a siete años de prisión.
«Lamento mucho lo que ha pasado en Cataluña. Es impropio para una sociedad avanzada », añadió Vila, con autocrítica. El exconsejero catalán se unió a algunas tesis de los restantes acusados y ubicó el caldo de cultivo del plan secesionista ilegal en la sentencia del Tribunal Constitucional que en 2010 ajustó a la legalidad el Estatuto de Autonomía catalán, criticada por ellos.
Ley «disparatada»
Vila -que no se desmacó del «govern» durante la parte central del «procés», incluso tras las leyes de la ruptura, aunque ayer tildó de «disparatada» la de transitoriedad jurídica- evidenció otros puntos débiles del discurso secesionista. Reconoció que el equipo de Puigdemont s olo gobernó para los independentistas , olvidando al resto de catalanes. «Teníamos la obligación de ser el gobierno de todos... de los que habían participado el 1-O pero también de los más de dos millones que se habían quedado en casa, incluso abrumados». Explicó que el fin del proyecto hacia un referéndum, anunciado por Puigdemont en 2016, era «tensar la cuerda sin que se rompiera», y lo vendió como una «palanca» para impulsar reformas.
Para defenderse de las acusaciones, manifestó que no llevaron a cabo ningún acto para impulsar el referéndum ilegal del 1 de octubre una vez que fue suspendido por el Tribunal Constitucional , y negó el desvío de fondos públicos. Admitió los requerimientos del tribunal garante, aunque dice que solo se sintió aludido por algunos, y expresó que tras la decisión de la justicia él nunca consideró el 1-O un referéndum, sino una «gran movilización política».
Tras declarar, Vila se sentó en los estrados detrás de los letrados, como Junqueras, y volvió a marcar distancias con los suyos.
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