Pactos de La Moncloa

Sánchez utiliza la demanda de un gran pacto para lograr un aval a su gestión

Se reunirá individualmente con cada partido antes de abordar un acuerdo del que sigue sin aclarar sus objetivos y ya lanza advertencias a los reticentes

Pedro Sánchez, ayer, en el Consejo de Ministros. Vídeo: AT
Víctor Ruiz de Almirón

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La reedición de los Pactos de La Moncloa sigue siendo un escenario remoto. El Gobierno intenta liderar esa llamada al acuerdo, pese a que su gestión de la crisis ha puesto de manifiesto una actitud unilateral. Así lo ha denunciado la oposición , los presidentes autonómicos pero también aliados del Gobierno como el PNV o ERC.

Los agentes políticos desconfían de la voluntad del Ejecutivo, que solo empezó a defender esta tesis de gran pacto de Estado cuando ya corría como propuesta en los medios de comunicación y como demanda en boca de algún dirigente político. Pero el escenario de un acuerdo es ahora mismo casi utópico. Ni siquiera está clara cuándo va a desarrollarse una primera reunión. Ni tampoco cuál es el objetivo final de esos pactos. En 1977 los Pactos de La Moncloa cimentaron unos principios y un clima que servirían para construir en los meses siguientes el consenso del que nació la Constitución de 1978.

Este jueves Pedro Sánchez anunció en el Congreso de los Diputados su vocación de celebrar una primera reunión la próxima semana. Pero ayer, en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros extraordinario que aprobó la prórroga del estado de alarma hasta el 26 de abril, la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, enmarcó ese formato. Según matizó la portavoz este primer encuentro se tratará de una sucesión de «reuniones individuales» en las que el presidente del Gobierno quiere hablar con todos los líderes políticos: «Todo el que quiera aportar a esta reconstrucción económica y social con propuestas y criticas constructivas será bienvenido y más que bienvenido», dijo ayer María Jesús Montero.

Pero el Gobierno no aclara tampoco todavía qué pretende con estos acuerdos. Todo se queda de momento en las generalidades que apelan a la necesidad de «acordar medidas comunes que permitan proyectar la construcción nacional en el medio plazo». No está por tanto claro el objetivo de este pacto. No sea aclara cuál es la pretensión. Y queda patente que, al menos por ahora, no hay ninguna propuesta en firme por parte del Ejecutivo. No la hay más allá de «escuchar» y esperar «las aportaciones» que puedan hacer los demás. No aclara el Gobierno si pretende que eventuales acuerdos sirvan para importantes reformas pendientes, como la del sistema de financiación autonómica, ni si pretende que sirvan de base para los Presupuestos Generales del Estado. La propia Montero justificó ayer que esta ausencia de una propuesta o de un objetivo por parte del Gobierno se debe a que no se quiere «condicionar el debate».

Evitar las críticas

El Gobierno llegará a este embrión de acuerdo sin propuesta alguna. Su objetivo por ahora se enmarca en otras latitudes. Y tiene más que ver con sacar rédito de la actitud que adopte la oposición. Si se desmarcan, serán los culpables de que no haya un gran acuerdo. Si se acercan al Gobierno el objetivo es que puedan reducirse las críticas al Ejecutivo y así hacer copartícipe a la oposición del eventual desgaste de la crisis.

Dejó claro ayer la portavoz del Gobierno que lo que se pretende es «aparcar momentáneamente las guerras partidistas» , que es como llama el Gobierno a cualquier crítica a su gestión. Y los llamamientos a la unidad tornaron pronto en una advertencia al PP: «No se podría entender que el principal partido de la oposición no quisiera participar del futuro de España. Hay que aparcar las guerras partidistas y abandonar los reproches porque de lo que se trata ahora es de hablar de la gente, de las empresas, de los ciudadanos para que el camino de la reconstrucción política, social y económica avance lo más rápido posible».

Y ya se anticipa la falta de unidad: «Algunos siguen con viejas inercias y no son capaces de arrimar el hombro». Los ataques del Gobierno, como los del PSOE, se centran en la figura de Pablo Casado. Pese a que el PP, al contrario que los socios del Gobierno, sí ha apoyado la prórroga del estado de alarma. El Gobierno ya prepara el relato para el fracaso de ese acuerdo cargando contra quienes no atiendan la llamada de Sánchez: «se estará evidenciando que el país no puede contar con ellos» .

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