Sánchez busca ensanchar la base del PSOE: formas moderadas en una política que sintoniza con Yolanda Díaz

El presidente se compromete a poner «punto final» a la «ley mordaza» y a la reforma laboral

Logra la unanimidad del PSOE aferrado a González y Zapatero y con la defensa de una socialdemocracia clásica

Qué es la 'ley mordaza' y qué prohíbe

Pedro Sánchez tras su reelección como secretario general Vídeo: La oposición se muestra crítica con el Gobierno y con el 40º Congreso Federal del PSOE - EUROPA PRESS
Víctor Ruiz de Almirón

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , enterró ayer al candidato a las primarias de 2017. Son la misma persona, pero estos cuatro años concluyen con un viaje desde el candidato outsider y en rebeldía hasta el presidente que se reconcilia con el pasado y el aparato del partido. El 40 Congreso Federal del PSOE puede resumirse así . Sánchez ha consumado este fin de semana en Valencia un giro orgánico, un repliegue hacia funcionamientos y costumbres más clásicas.

Un cónclave cargado de emotividad y en el que las diferentes sensibilidades del partido se reencontraron. Los antiguos barones críticos con Sánchez corroboraron este fin de semana lo que llevaban percibiendo desde julio: el líder socialista se ha dado cuenta de que necesita al partido para sobrevivir al ciclo electoral que se abrirá en los próximos meses con las elecciones andaluzas. Y que tendrá como grandes hitos las autonómicas y municipales de mayo de 2023 y unas generales que Sánchez sigue proyectando para finales de ese año.

Esa unidad sobre la que ha pivotado todo el relato del Congreso tuvo su traslado al apoyo que recibió la nueva Ejecutiva Federal, avalada con el voto del 95% de los delegados. El mantra de la unidad y la reconciliación no es una impostura. Eso no significa que no vayan a producirse tensiones, porque ya existen tanto personales como políticas. Pero el grueso del partido ha llegado a la conclusión de que las divisiones internas, larvadas desde 2014, y en algunos casos desde 2011, y que estallaron en el trágico periodo de 2016-2017, suponían una losa en su desarrollo. Y con una derecha reagrupándose políticamente en torno a dos siglas, prima el interés de todos de exprimir las posibilidades del PSOE para así retener el poder institucional logrado en 2019, que en gran medida se logró por la fractura en tres de la derecha.

El baile en la izquierda

Sánchez clausuró el Congreso con una larga intervención ante los miles de delegados e invitados que abarrotaron la FIRA de Valencia en el primer acto masivo del partido tras la pandemia. El protagonismo del sábado fueron los discuros de José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González. Especialmente éste último, como guinda a ese relato de la reconciliación. Pero es que también fueron los protagonistas de ayer. Sánchez se refirió a ellos de forma reiterada, haciendo referencia a medidas de sus gobiernos y a algunas de sus reflexiones. No bajó de una decena as ocasiones en que citó a ambos en su discurso. Por momentos se hizo cargante y poco natural. Pero el objetivo quedó claro. «La socialdemocracia que dieron por acabada algunos goza de una salud de hierro» , dijo, presumiendo de un partido «más fuerte porque está unido», algo que no había podido hacer hasta ahora. El presidente del Gobierno reivindicó al PSOE como «un partido imprescindible para la suerte de España». En ese ejercicio de reconciliación, casi más importante que la conexión con los expresidentes, fue importante el recuerdo y homenaje póstumo que se realizó a Alfredo Pérez Rubalcaba . Muy enfrentado con Sánchez durante el primer mandato orgánico del hoy presidente, sigue siendo una figura reconocida y admirada por la inmensa mayoría del partido. La unidad no sería completa si Sánchez no se reconciliaba con su memoria y se abría a contar, como ya ha hecho, con excolaboradores de su antecesor en el cargo.

Con este repliegue hacia posiciones clásicas Sánchez deja un espacio a su izquierda por el que debe desarrollarse el proyecto de Yolanda Díaz. Pero lo que está ensayando no es un giro al centro al uso, entendido como un cambio de políticas. Tiene que ver más con los formalismos y la imagen que se pretende proyectar . Y es que hay algo que está absolutamente asentado tanto en el PSOE como en Unidas Podemos: el tiempo de la confrontación entre ellos es cosa del pasado. Pedro Sánchez necesita que Yolanda Díaz pueda tener un buen resultado electoral para poder mantenerse en La Moncloa. De entrada ayer reivindicó poner «punto final a la ley mordaza y a la reforma laboral» .

Y no lo hizo con el ánimo de arrebatarle una bandera que ya está muy consolidada como un eje clave de Díaz, sino como legitimación de un espacio político a la izquierda de la socialdemocracia clásica que Sánchez necesita revitalizar. No solo él; también muchos gobiernos autonómicos van a depender de la capacidad de los partidos y plataformas a la izquierda del PSOE de tener un buen resultado.

También se comprometió a la abolición de la prostitución esta legislatura. Y reivindicó al PSOE bajo las etiquetas del feminismo, el ecologismo y la salud mental. A quien Sánchez sí quiere cerrarle el espacio, y se hizo evidente, es a Íñigo Errejón. Que su proyecto tome vuelo supondría una división en tres de la izquierda.

Sánchez se sumerge en esta estrategia porque en el PSOE siguen considerando que necesitan proteger y cuidar el centro del electorado. Y no regalárselo al PP. Aunque en las elecciones autonómicas de Madrid del pasado mayo se comprobó que la capacidad por atraer a antiguos votantes de Ciudadanos es muy limitada. Pero los socialistas están convencidos de que no es un precedente que se pueda extrapolar a todo el país.

El presidente cargó ayer contra un PP al que ve muy influenciado por Vox y con «un estilo de oposición no al gobierno, sino también una oposición al sistema». Su estrategia pasa por reorientar la legislatura hacia las cuestiones económicas y sociales mientras amplifica las tensiones en la derecha: «La estrategia que impulsa la ultraderecha y a arrastra a menudo a la derecha responde a un cuestionamiento profundo del pacto democrático».

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