Manuel Marín
La relevancia de ser juez
Mariano Rajoy no ha sido el primer ni único presidente del Gobierno en designar ministro del Interior a un juez. Ya lo hicieron anteriormente Felipe González , con Juan Alberto Belloch , o José Luis Rodríguez Zapatero , con el difunto José Antonio Alonso, conscientes de la idoneidad que reúnen el perfil jurídico y la preparación técnica de un magistrado para dirigir un Ministerio tan extraordinariamente complejo y tan expuesto políticamente. La de Interior no es una cartera para sutilezas, y es habitual, sea el Gobierno del signo que sea, que sus responsables sean objeto de caza mayor a manos de la oposición. Hoy, Juan Antonio Zoido no iba a ser una excepción, y la reunión mantenida el pasado marzo entre su secretario de Estado, José Antonio Nieto , y el hermano de Ignacio González lo han puesto, junto al ministro de Justicia, en el disparadero de la oposición.
La exigencia de explicaciones públicas en el Congreso por parte de la oposición era lógica. Nieto no podía eludir en ningún caso explicar de qué se habló en esa reunión en plena investigación policial y penal de la familia González, y si estaba al tanto o no del desarrollo de las operaciones judiciales y de las intervenciones telefónicas. Incluso, estaba obligado a aclarar si partió de él algún tipo de «chivatazo», o algún compromiso de ayuda a un político del PP en dificultades policiales. Es cierto que el propio Zoido se negó en su día a recibir a González, pero la responsabilidad política de todo lo que ocurre en el Ministerio es suya. Por eso, muy especialmente en un caso como este, adquiere especial relevancia su condición de juez para ser consciente de la responsabilidad que entraña cualquier acción u omisión que se realice desde el Ministerio por inocua que parezca.
En política, la ingenuidad no cotiza. Recibir de modo reservado a una persona investigada que además tenía la sospecha de que la Guardia Civil terminaría actuando contra su hermano, es estéticamente demoledor. Pero eso no debería prejuzgar una conducta cuasi delictiva en un Estado de Derecho. Sin pruebas de que Nieto conocía la condición de investigado de González, o de que medió en su favor -algo que no debió ocurrir a tenor de que está hoy encarcelado-, no es posible acusarle gratuitamente de prevaricar. Ni a él, ni a Zoido. La reprobación forma parte de la dialéctica política y de cualquier estrategia lógica de desgaste. Pero imputarle directamente la supuesta autoría de un chivatazo , como han hecho equivocadamente y de modo irresponsable dos fiscales con su pésima redacción de un escrito -visado por su jefe-, es condenarle a una indefensión absoluta.
Es lógico que haya sido Zoido personalmente quien impulsase un enérgico oficio al Fiscal General del Estado exigiendo explicaciones. En Interior ya se consideró sencillamente inasumible el cariz que adquiría la persecución. Mientras no se demuestre con alguna prueba una acusación como la que insinúa la oposición, o los fiscales del «caso Lezo», especular equivale a difamar, venía a sostener la queja aclaratoria dirigida por Zoido a la Fiscalía.
Juan Ignacio Zoido es consciente del mandato que ha recibido de Mariano Rajoy en Interior. Pacificar una casa siempre viciada por una enorme convulsión interna. Durante las etapas anteriores, Interior siempre fue un Ministerio conflictivo. Luchas de poder y egos en la cúpula policial, purgas internas basadas en criterios de simpatía o antipatía ideológica, aparición de «UDEF paralelas» no siempre bajo el necesario control... De momento, los conflictos entre comisarios policiales enfrentados se han visto pacificados con los relevos impuestos en esta nueva etapa. Al menos, ya no trascienden enfrentamientos entre miembros de esa cúpula que hasta hace pocos meses ocupaban las portadas de los periódicos. También la difícil gestión del fin de ETA y del reconocimiento del relevante papel de las víctimas del terrorismo en nuestra sociedad, o la mejora de la coordinación entre cuerpos de seguridad, forman parte del día a día de Zoido sin que exista una conflictividad añadida.
Incluso, la primera embestida política contra Zoido -un supuesto escándalo por el piso que habita el nuevo director general de la Guardia Civil, a quien se acusó de adquirirlo en condiciones ilegalmente ventajosas- se demostró en cuestión de horas como una sobreactuación de la oposición basada en datos incompletos. Ningún ministro del Interior tiene fácil salir indemne de un Ministerio siempre considerado como el verdadero patíbulo de cualquier Gobierno. Pero una cosa es el desgaste habitual de cualquier cargo como ese, y otra muy distinta, vino a lamentarse Zoido al fiscal, es una cacería sin pruebas.
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