La presión de JpC encarece el apoyo de ERC a la investidura
Los republicanos exigen ahora que la mesa de diálogo sea «entre gobiernos»
Cuando tus votos son sobreros, hagas lo que hagas te sale gratis. En el seno de ERC se tiene claro que, ahora mismo, los principales saboteadores de un hipotético acuerdo de investidura entre los republicanos y el PSOE están en el campo independentista, concretamente en el seno de Junts per Catalunya, amalgama política que sobre la cómoda postura que otorga el hecho de que sus ocho diputados en el Congreso de los Diputados son irrelevantes, puede dedicarse a la proclama, al esencialismo y a cultivar el electorado «indepe» más irredento.
La situación no es nueva, y, de hecho, la presión de JpC, también de la CUP, para que ERC no facilite con su abstención la investidura de Pedro Sánchez es una reedición perfeccionada, y con bastante más mala uva, de la que ya hizo en su momento en el debate sobre los Presupuestos que acabó conduciendo a la repetición electoral. El esquema se repite, una presión que se propaga a través de las redes sociales, las tribunas más «hardcore» de los digitales «indepes» y las voces de JpC más alineadas con la estrategia de Waterloo.
El desgaste sobre los republicanos es implacable, y aunque en el partido ya se dicen acostumbrados a ello, la presión, como en otras ocasiones, acaba surtiendo efecto. Ayer mismo, y en un cambio que el PSOE va a tener serias dificultades para digerir, y explicar, ERC exigió que la mesa de negociación que proponen los republicanos para poder facilitar la investidura de Pedro Sánchez, debe ser «entre iguales», es decir, «entre gobiernos» y no entre partidos .
Tanto la portavoz y secretaria general adjunta de ERC, Marta Vilalta como el coordinador general del partido y vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, elevaron ayer el nivel de la citada «mesa» y el contenido de los temas a tratar, asumiendo como propio el argumentario que se planteaba desde JpC. Se debe hablar «de todo», es decir, de la amnistía y del ejercicio de la autodeterminación, además de tener un calendario concreto y unas «garantías» que avalen que los acuerdos que se alcancen se cumplan. Lo resumió ayer Aragonès: la «mesa de negociación» se plantea para «solucionar un conflicto político, no para entretener al personal».
ERC, empujada por la presión de JpC , eleva el tono, y trata de no aparecer ante el independentismo como el partido que negocia de espaldas a su Govern, en una reedición, con los papeles cambiados (ERC por CDC), del acuerdo entre Artur Mas y Rodríguez Zapatero sobre el Estatut con el «president» Maragall «in albis».
Salto cualitativo
Ahora, el salto de una mesa de negociación entre partidos a una entre instituciones, algo que el PSOE siempre ha rechazado, representa un salto cualitativo clave y, se entiende, el principal y fundamental escollo en unas negociaciones entre socialistas y republicanos que, al menos hasta el viernes, parecían razonablemente encarriladas. De una mesa entre partidos, algo que el PSOE había planteado incluso como iniciativa propia, a un diálogo bilateral entre gobiernos hay un salto sustancial.
Los socialistas pretendían limitar el alcance de la citada mesa a un diálogo entre los grupos políticos del Parlamento de Cataluña, aunque se muestran dispuestos a aceptar incluso algún tipo de foro interparlamentario Congreso-Parlament , lo que elevaría el rango de las «conversaciones». En ningún caso, precisan fuentes del PSOE, un diálogo bilateral entre el Gobierno y la Generalitat, algo que desde Ferraz se entiende que ya está suficientemente articulado, y limitado el alcance de los temas a tratar, en la comisión bilateral Estado-Generalitat.
Al menos hasta ayer, estos parecían que eran los límites de la negociación que habían fijado Adriana Lastra en nombre del PSOE y Gabriel Rufián por parte de ERC. El salto ayer fue sustancial . Aragonès, asumiendo como propia la reivindicación que JpC había exigido en el sentido de que el diálogo debe ser entre ejecutivos, lo que evidentemente implica el concurso del denostado Quim Torra, así como la agenda de temas a tratar, lo remachó: la mesa debe ser «entre instituciones para poder representar al conjunto de la ciudadanía de Cataluña y del conjunto del Estado español», y el objetivo, buscar una solución que, para ERC, «siempre será el ejercicio del derecho a la autodeterminación».
A efectos prácticos, JpC, con el dócil acompañamiento de ERC, no ha hecho más que enredar las negociaciones, obligando a los republicanos a venderse más caros, sustancialmente más caros. Sobre la base de que ERC y el PSOE, al menos hasta el viernes, acabarían llegando a un acuerdo, los primeros habían diseñado un recorrido lleno de meandros e idas y venidas políticas para no aparecer como entreguistas. La primera estación de este recorrido se producirá este lunes, cuando la militancia republicana está llamada a una consulta telemática para orientar las negociaciones. «¿Está de acuerdo con rechazar la investidura de Pedro Sánchez si previamente no hay un acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación?», es la pregunta a la que tienen que responder los militantes.
A estas alturas, los militantes ya saben a qué se alude cuando se habla de una «mesa de negociación» . En ERC lo tienen claro. Falta que el PSOE lo asuma.
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