La otra mirada desde la sala

Los pasos perdidos

Marchena tuvo que recordar ayer a los abogados que lo que cuenta son «los hechos» que se acreditan en el juicio y no los atestados

Imagen tomada de la señal de video institucional del Tribunal Supremo, de los acusados del juicio del «procés» EFE
Pedro García Cuartango

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Narra la leyenda que los abogados daban vueltas por el Salón de los Pasos Perdidos del Supremo para combatir su impaciencia mientras esperaban la lectura de las sentencias. Más de un reo fue condenado en alguna de las salas a las que se accede por este lugar a la pena de garrote vil. Como los ecos de las voces en los pasillos de Marienbad , resuenan todavía esos pasos perdidos de los abogados de antaño en esta galería iluminada por arañas de cristal, con suelos de marmol polícromo, cristaleras que dan al patio de naranjos y columnas jónicas que sostienen sus bóvedas.

Hay en el techo del Salón un fresco de Álvaro Alcalá Galiano, fusilado en Paracuellos, que representa las virtudes de la Justicia en un ángel alado que sostiene una antorcha y una rueda metálica dentada, un signo habitual en los edificios masónicos. La pena de muerte ha sido abolida, la masonería es hoy una reliquia anacrónica, pero los abogados siguen cruzando por ese Salón de los Pasos Perdidos que evoca el esplendor de un tiempo lejano.

El pasado irrumpió ayer en el presente cuando los letrados empezaron a dar vueltas metafóricamente en un intento de sembrar las dudas sobre la credibilidad del teniente coronel de la Guardia Civil que declaró en el juicio. La idea era demostrar, durante casi seis horas de interrogatorio, que su actuación como jefe de la Policía Judicial en Cataluña estuvo orientada por prejuicios ideológicos . Dicho con otras palabras, que su trabajo apuntaba a criminalizar el proyecto independentista al margen de las órdenes que impartían el juez y el fiscal. Su estrategia falló porque, como Marchena le recordó a la abogada Bernaola, el tribunal valorará «los hechos» y no lo que consta en los atestados policiales, que no son relevantes en este momento del procedimiento. Sin abandonar la metáfora, demasiados esfuerzos inútiles y vanos pasos extraviados de unos defensores que siguen disparando al aire para ver si aciertan.

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